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Ecuador, 15 de Enero de 2025
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Arte

Cuerpo, memoria y fragilidad

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En el brazo de Vinicio Bastidas se encuentra tatuada la palabra NOBODY (ningún cuerpo, nadie, no cuerpo). Mediante este gesto, realizado a pocos días de inaugurada su muestra (1), el artista incorpora a su cuerpo una reflexión sobre la condición efímera de la vida humana. El nuevo tatuaje se sumaa los de los nombres de sus hijas y de otras leyendas que le recuerdan los acontecimientos más significativos de su vida y se relaciona directamente con la exposición. Por ello, la muestra es una invitación para pensar sobre la vulnerabilidad del individuo frente al momento, lugar y género que le ha tocado vivir.

Aunque podría parecer que Bastidas plasma a una persona anónima, que representa a la humanidad en sí, una mirada más detallada da indicios de que sus personajes protagónicos poseen formas particulares de ser y de estar en este mundo de acuerdo a su género y cultura, así como de sus recuerdos y de la manera en que esas memorias se han grabado en el imaginario. “Intento en mi obra abordar el tema de la identidad, la vulnerabilidad del ser humano y la memoria en un mundo contemporáneo. Para mí, todas estas 3 cosas forman una sola”, expresó Bastidas.

Varios elementos reiterativos brindan claves para interpretar la propuesta de Bastidas. El soporte de sus dibujos posee para él una significación específica, porque “el papel aguanta todo”. No obstante, es un soporte frágil que requiere cuidados, por ello, se asemeja a su cuerpo como contenedor del tatuaje. Además, es un material afín con lo documental y con el registro. Igualmente, el papel brinda un color principal a su obra –un tono monocromático negro y gris, con pequeños toques de rojo y amarillo- debido al contraste que se produce con sus dibujos elaborados en lápiz, grafito, tinta china y collage. Si a esto se suma que las paredes de la sala donde se exhibe su muestra son negras, se encontrará un dramatismo en los blancos. Dentro de este contexto visual, ese tono níveo no es un sinónimo de pureza o iluminación; por el contrario, nos recuerda la letra de una canción tropical: “Las calaveras todas blancas son” (2).

 

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En sus dibujos se ven 2 soportes más que también son blancos: los platos desechables y los tapetes portatortas. Ambos se relacionan con la fiesta como una celebración sobre el transcurso del tiempo humano y, por supuesto, con el banquete como rito gozoso de una conmemoración. Los tapetes están presentes en casi todos sus dibujos. En palabras del artista, los 3 soportes utilizados “…contienen en si un concepto del cual yo me apropio para desarrollar mi propuesta. Este concepto es su fragilidad y resistencia; a estos y a la existencia humana, al representarlos en un cuerpo retaceado les doy un mismo valor, o sea, los presento frágiles y efímeros, porque el ser humano, al igual que el papel, aguanta todo…”.

De allí, es forzoso vincular su propuesta visual con las Vanitas propias del barroco, cuyo mensaje era justamente la certeza y el triunfo de la muerte frente a los placeres mundanos de la vanidad(3). Las Vanitas plasmaban el contraste vida-muerte a través de calaveras u otros signos puestos junto a las delicias terrenales tales como las flores, la juventud o la comida. Si bien el tema planteado por Bastidas posee una larga duración en la historia del arte occidental -que llega incluso hasta los tratados de la Edad Media sobre las ars morendi- sus memento mori no pretenden ser una prédica sobre el arte del bien morir. Es decir, la intención del artista no es difundir la moral judeo-cristiana, aunque esta sea parte de su marco social de significación.

La muerte ha sido uno de los grandes temas del arte occidental, retratada desde las primeras arqueologías alrededor del mundo; antes de la existencia misma del arte como lo percibimos hoy. Usualmente, la muerte se ha representado para trasmitir ideas y creencias sobre el Más Allá. Es evidente que las suposiciones sobre el fenecimiento dependen de las creencias culturales (religiosas) y del contexto social en el que se elabore y se recepte la imagen. Tradicionalmente, hablar de la muerte ha implicado hablar de la vida después del fallecimiento, de la jerarquía de los muertos, o, sobre el duelo, el dolor, la angustia y la vulnerabilidad. Sin embargo, la forma de retratar a la muerte desde el siglo XX es más bien una reflexión sobre la vida terrena coetánea a la representación. La muerte, en el caso de Bastidas, se presenta como una deliberación sobre las condiciones de la vida humana de las últimas décadas, acompañada por algunas miradas a la historia del arte occidental.

Bastidas no contrapone el cuerpo muerto y fragmentado con la figura de juventud bella y heroica o con los placeres mundanos. En su lugar, nos sirve fragmentos de órganos en platos desechables; de los órganos salen pequeñas líneas con números que reiteran las mutaciones que han experimentado en el tiempo. Esta forma del cuerpo como carne dialoga con otro momento de la historia del arte: los brutales desbordes propuestos por Francis Bacon en sus representaciones viscerales. Nos recuerda que los humanos somos un compuesto vital de materia orgánica: carne, vísceras, huesos y fluidos. La substancia material de nuestro organismo es lo que nos hace ser nosotros, tanto en la vida como en la muerte. Nuestra forma física –materia- nos distingue como humanos, nos permite reconocernos a nosotros mismo y reconocer a nuestros semejantes. En este sentido, Bastidas como Bacon explora en los límites de lo humano. No se trata de la humanidad atemporal y eterna como de la figura humana, sino de un cuerpo carne. A esta representación se le pueden aplicar las opiniones de Bacon sobre la belleza de la carnicería: “Para un pintor hay en ella esa gran belleza del color de la carne (…). Sin duda, somos carne, somos esqueletos en potencia. Si voy al carnicero, siempre me sorprende no estar allí, en lugar del animal”(4) .

Otra inevitable relación entre la obra de Bastidas y la historia del arte es ese “algo en común” entre sus dibujos y las pinturas de Sigmar Polke. Ambos creadores componen el espacio de forma anarquista. De igual manera, entremezclan tiempos y geografías dentro de un relato continuo y complejo que, desde el punto de vista histórico, sería incoherente y absurdo. No obstante, como se trata de una memoria plasmada a través del arte, podemos considerar que “el arte no deja de alterar el orden de las cosas y el espectáculo del mundo. De este modo multiplica a voluntad las paradojas para burlarse de las contradicciones más flagrantes y prepararse para infinitas manipulaciones transgresivas”(5). Por ello, en los dibujos de Bastidas conviven tiempos y espacios disímiles. Por su parte, Polke aplica “un tratamiento simultáneo al mundo y a la cultura como si se hallaran en plena crisis mediática”(6). Además, su obra da cuenta de la historia nazi cruzada por un sentimiento de culpa. Esto tiene también un correlato en Bastidas y, de hecho, nos lleva a una clave de su código artístico. Tanto Polke como Bastidas nos recuerdan en su obra que “el fallecimiento personal y colectivo pueden adquirir una resonancia persistente: Auschwitz representó la sentencia de muerte de la civilización occidental. El arte se ha enfrentado al gran desafío de reaccionar frente al Holocausto y ha hecho desagradable e incómodo que la nación de Beethoven, Durero y Goethe perpetrara un genocidio”(7).

 

De hecho, existe en Bastidas una relación intrínseca y evidente de su trabajo con las memorias sociales del genocidio judío en Alemania, lugar donde el autor reside desde hace 15 años. Sus obras dan cuenta de lo impactante que ha sido para un migrante ecuatoriano la visita a los espacios de conmemoración de la muerte de la civilización occidental. Como lo escribió el filósofo alemán Theodor Adorno en 1949: “Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie”(8). Acto que carecería de belleza porque, siguiendo a Nietzsche, percibiría a la belleza como la no verdad, una imposibilidad (en este caso) debido a la conciencia de la fatalidad de lo real(9).

 

A pesar de ello, existen múltiples representaciones artísticas sobre el genocidio. Por ejemplo, entre las lecturas preferidas de Bastidas está el Diario de Ana Frank, de Ana Frank, y Eso es un hombre, de Primo Levi. Además, su obra da cuenta de los registros visuales, escritos y audiovisuales que se han generado a través del cine, la literatura, la prensa, la arquitectura, la fotografía y la historia sobre el holocausto. El texto con el cual Bastidas decidió abrir su exposición es precisamente una cita bíblica sobre lo hondo de la culpa humana: “Lo hondo: un símbolo del sufrimiento y de la muerte, pero también de la contradicción y de la resistencia. También un símbolo de la vergüenza. Como si uno quisiera que se lo tragara la tierra. Lo hondo puede tener algo que atemoriza y que resulta amenazador, pero también algo de protección, algo que hace sentirse seguro. Es importante que la experiencia de lo hondo no destruya. Desde lo más profundo uno puede quejarse, llorar, gritar, orar. ‘Desde lo profundo clamo a ti, Señor....’ dice la Biblia”. Con estas palabras comienza el Salmo 130 y están grabadas en la pared de la Iglesia de la Reconciliación en el Campo de Concentración Nazi de Dachau, porque con este concepto el Arquitecto Helmut Striffler la diseñó (10).

 

Este salmo penitencial del Antiguo Testamento es compartido por judíos, cristianos y musulmanes; y suele utilizarse en ritos funerarios porque busca la reconciliación y el perdón en el Más Allá. Además, para san Ambrosio promueve la confesión. Aunque el salmo haya sido escrito mucho antes de que ese sacramento ingrese al acervo católico, se puede afirmar que se enuncia desde la culpa. Aparentemente, su autor realizó un examen de conciencia ante hechos que lo sumían en lo profundo. Se genera un contraste entre la condición humana y la de los seres sagrados del Más Allá. Así, en la interpretación de san Ambrosio está presente el miedo a la muerte y al infierno.

 

La apertura de la muestra con esta cédula afirma que la muerte es el tema central de la obra de Bastidas y que se trata de una muerte acontecida dentro de un marco social judeo-cristiano-musulman. Más aún, No-Body se relaciona en sus contenidos con exposiciones anteriores del mismo artista -El ser anónimo, Piel ajena, Memento Mori, Diálogos Urbanos, Deconstrucciones o La Naturaleza Anónima- cuyo tema central es la condición efímera de lo humano frente a la muerte.

 

 

Notas:

1. La muestra No-Body, de Vinicio Bastidas, estará disponible hasta el 24 de marzo de 2014 en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito.

 

2. Canción interpretada por Lizandro Meza. Compuesta por Elvis Botero, disco Mi Carrito.

 

3. Palabra proveniente de vana o vacía que da origen al vocablo vanitas.

 

4. Francis Bacon citado en Milán Kundera, ‘El gesto brutal del pintor’, en Bacon, retratos y autorretratos, Madrid, editorial Debate, 1996, p. 11-15.

 

5. Jean Louis Pradel, Marta Marín Anglada, Arte contemporáneo (últimas tendencias), Barcelona, Colección reconocer el arte, Larouse, 2008, P. 6.

 

6. Tony Godfrey, La pintura hoy, Barcelona, Phaidon, 2010, p. 14.

 

7. Tony Godfrey, La pintura hoy, Barcelona, Phaidon, 2010, p. 272.

 

8. Theodor Adorno, 1966, p. 355. Citado en Christoph Menke, ‘Metafísica y experiencia. Acerca del concepto de filosofía de Adorno’, en Gustavo Leyva Ed. La Teoría Crítica u las tareas actuales de la crítica, México, Anthropos, 2005, p. 171.

 

9. Theodor Adorno, ‘Meditaciones sobre metafísica’, 1966, p. 30. Citado en Christoph Menke, ‘Metafísica y experiencia. Acerca del concepto de filosofía de Adorno’, en Gustavo Leyva Ed. La Teoría Crítica u las tareas actuales de la crítica, México, Anthropos, 2005, p. 171.

 

10. Texto de la cédula de entrada para la exposición de Vinicio Bastidas en el Centro de Arte Contemporáneo de Quito.

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