Aute: ‘El amor y la ciencia son errores que conducen a la verdad’
Los años pasan. El viernes 27, se cumplieron los 38 años de los últimos fusilamientos del Franquismo. El viernes 13 fue el cumpleaños número 70 de Luis Eduardo Aute, que otro día de septiembre (24), en 1993, salió a la Plaza de Toros de Madrid para dar, junto a Silvio Rodríguez, el recordado concierto “Mano a mano”.
Es tal vez ese concierto la razón por la que, a mediados de los noventa, Aute se hizo conocer ante toda una generación de latinoamericanos que hoy tienen entre 20 y 30 años. Llegó para presentarse por primer vez en Guayaquil, ciudad en que nació su mujer, Maritchu.
Los años pasan, y no pasan en vano. Al local de Sweet & Coffee de Urdesa, en Guayaquil, llegó el jueves un Luis Eduardo Aute que cargaba encima toda la pinta de Christopher Lloyd, el profesor Emmet Brown, en Volver al futuro.
Para ser sinceros: cuesta un poco creer que este es el mismo Aute al que las imágenes de internet presentan en sus plenos 40, en fotografías en las que aparece con Joaquín Sabina, Silvio o Joan Manuel Serrat. O el mismo que el joven veinteañero que cantaba una versión en francés de su tema Los burgueses en una película española de 1967.
Cada vez que alguien le pregunta sobre su edad -como decía, acabó de cumplir 70 años-, Aute lanza respuestas amables. “Y qué te he hecho yo para que me lo recuerdes”, dice, con su voz grave de siempre, que no parece la de un septuagenario.
Para ser sinceros: cuesta un poco creer que este es el mismo Aute al que las imágenes de Internet presentan en sus plenos 40, en fotografías en las que aparece con Joaquín Sabina, Silvio o Joan Manuel Serrat. O el mismo que el joven veinteañero que cantaba una versión en francés de su tema Los burgueses en una película española de 1967.Acompaña las respuestas con una risa breve. Tal vez en el fondo las dice en serio. Es consciente de que “los 70 años de Mick Jagger no son los míos”, sabe que se maltrata, lo ha dicho en una entrevista reciente. Enciende un cigarrillo mientras cruza la Víctor Emilio para llegar a la rueda de prensa que dio a su llegada a Guayaquil. Se lo fuma como si nada. Su voz, inmune, da fe.
Retrasa unos dos minutos la rueda de prensa mientras fuma. Se viene al menos una hora de contestar preguntas -Aute nunca habla poco-, y prefiere que el cigarrillo vaya antes. Es que, mientras intenta ser consciente del tiempo en que ha estado viviendo, aprovecha las circunstancias. Los fumadores saben de qué hablo.
Los años pasan, y no pasan en vano: el mundo es así. Dice que ha intentado “exprimir la vida según lo que yo entiendo que debe ser vivir”. Lleva la camisa sin cerrarse al menos dos botones -tal vez más- y se prepara para dar respuestas.
Tal vez ya sabe lo que va a decir. Tal vez no. Sus respuestas no difieren mucho de las que ha dado a otros periodistas. Ha venido para iniciar una gira por varios países de América Latina, a los que visita, en principio, con la misma intención: presentar su último disco, El niño que miraba al mar.
Y sus respuestas suelen abordar los mismos temas porque en las letras de las canciones que encierra este último disco están las que son sus actuales preocupaciones, las cosas en las que piensa ahora: la crisis, los bancos, el orden mundial... aquello que llama cleptocorporatocracia en ‘Feo mundo inmundo’, una de las canciones de El niño que miraba al mar.
Los años pasan, y no pasan en vano: el mundo es así, y hace falta quien lo explique. Por eso, en una entrevista publicada hace una semana, Aute interrumpía la primera pregunta –“Usted como artista...”- para decirle a su entrevistador, Miguel Ortega Lucas de El Diario de Andalucía, que “artistas somos todos”.
Durante la entrevista telefónica que me dio el 24 de septiembre -coincidencia: ese día, en que se cumplieron los 20 años del mítico “Mano a mano”, Aute hacía maletas para venir a Ecuador-, me referí a una línea de Un verso suelto, otra de sus nuevas canciones, en la que dice estar “rendido -entre comillas- al canon del esquema”. Algo que le termina pasando a todo el mundo.
Y sí, le pasa a todo el mundo. Pero es que el común de los mortales -los que no se deslizan a 10 centímetros del piso, como camina Quino según Rep, el caricaturista- no suelen tener la oportunidad de detenerse a pensar en ello.
Es tal vez a eso a lo que se refiere Aute cuando dice que “artistas somos todos”, porque -como le dijo a Ortega- “todos nacemos con una capacidad para ser sensibles a una serie de cosas; lo que pasa es que unos profundizamos en esa capacidad”.
“La cultura es una manera de alimentarse de otras miradas, de otras perspectivas, de otra sensibilidad, y recuperar un poco el sentido de la vida”, ha dicho Aute, que agrega algunas nociones sobre el ritmo de la vida, una vida que “tiene poco que ver” con días de ocho horas de trabajo (“eso es un problema”). Una idea que también se planteó en el Uruguay de Mujica.
El “menudo punto filipino” -como lo llama Sabina en Quién es Caín, quién es Abel- le decía a Ortega que “la sociedad perfecta para los intereses de la economía global es que seamos unos muertos andantes”.
Los años pasan, y no pasan en vano: el mundo es así, y hace falta quien lo explique, porque lo ha vivido. En Sweet & Coffee, frente a una serie de personas que trabajan esas ocho horas diarias que no tienen nada que ver con la vida, Aute dice algo parecido, con su hablar que es tan pausado como el movimiento de las piezas de ajedrez.
Se refiere a las redes sociales y al Internet como formas de vigilancia. Vuelve a plantear la idea de la sociedad de los muertos vivientes que quiere el mercado. Y dice que no le parece una coincidencia que en este tiempo se hayan puesto tan de moda las películas de zombis.
Los años pasan, y no pasan en vano. Pero es difícil desprenderse de la imagen inmortal del Aute que compuso Al alba, una canción en la que no tuvo que pensar mucho, porque “salió del dolor” -urgente en ese entonces y hoy universal-, los días previos a los últimos fusilamientos del Franquismo en 1975, cuando los problemas de la humanidad no parecían ser otros que los de ahora: Qué piensa cada uno de nosotros.
E inmerso en los pensamientos que inundan su último disco, en el que habla de las contradicciones del capitalismo y la crisis mundial -para él, el único proceso político con perspectiva es el de América Latina-, Aute se da tiempo para contestar a una pregunta sobre el amor que le hace un psicólogo clínico que se ha colado a la rueda de prensa porque quiere ver y hablar con el cantautor.
El personaje le pide que se pronuncie sobre el amor, tema que Aute aborda amplia y esencialmente en sus más de 30 discos. Entre otras cosas, el cantautor le dice que “la ciencia y el amor se parecen: Ambos son una suma de errores que conducen a la verdad”.
Nunca sobran aquellos que nos explican el mundo.