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Adolfo Bioy Casares

Adolfo Bioy Casares
15 de septiembre de 2014 - 00:00

El ABC de las letras argentinas lo incluye como uno de los escritores más versátiles, talentosos y prolíficos. Como un juego de palabras salido de su veta fantástica, la A de Adolfo, la B de Bioy y la C de Casares forman una sigla perfecta que lo catapulta al podio de los grandes nombres de la literatura del país austral.

Adolfo Bioy Casares fue uno de los más completos representantes de las letras argentinas del último siglo. Su reconocida versatilidad lo llevó a incursionar en la literatura fantástica, policial y de ciencia ficción. A 100 años de su nacimiento, se lo venera como un ícono de la literatura rioplatense, aunque en algunos ámbitos se lo recuerde como el ‘socio’ de Borges en una dupla creativa sin igual.

Bioy nació el 15 de septiembre de 1914 en una familia acomodada del barrio de Recoleta, cuna de la alta alcurnia porteña. Hijo único de Adolfo Bioy Domecq y Marta Ignacia Casares Lynch, vivió en una ciudad de privilegios y de esplendor cultural. Ese fue su lugar en el mundo. En su casa de la calle Quintana donde nació y luego muy cerca, en un apartamento del señorial edificio Ocampo, en la calle Posadas 1650, su morada hasta el final de sus días, escribió la mayor parte de su obra. El barrio, de una rica arquitectura de estilo francés, lo cobijó desde su niñez. Recoleta fue su propia Buenos Aires.

Bioy solía almorzar en el restaurante Lola, donde tenía reservada la mesa 14. Y era habitué del bar La Biela, frente a Plaza Francia. Era muy común verlo conversar allí con Borges. Detrás de la barra, cuelgan aún fotografías tomadas por el propio escritor para ilustrar uno de sus libros en coautoría con Borges. Nunca dejaron de frecuentar el bar. Siguen ahí en forma de estatuas, sentados en una mesa con una silla vacía donde los turistas se sientan para compartir un momento único.

Recoleta es sinónimo de Bioy, tanto que un tramo de la calle Eduardo Schiaffino, entre Posadas y la avenida Alvear, a pocos pasos de donde vivió, lleva hoy su nombre. Incluso, sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta, a pocas cuadras de allí, donde reposan las familias ‘patricias’.

  Esta herencia de alcurnia le permitió dedicarse a la literatura desde joven. No se destacó por ser un gran estudiante: abandonó las carreras de Derecho y Filosofía y Letras, pero hablaba con fluidez inglés, francés y alemán. Por entonces, se encerró en una estancia de su familia. Allí empezó a escribir sus primeros relatos que luego tildaría de ‘horribles’.

En 1932, con 16 años, conoció a Jorge Luis Borges, por entonces un escritor en ascenso. El encuentro se produjo en la casa de la escritora Victoria Ocampo. Bioy contó que su amistad con Borges nació por el enojo mutuo con la anfitriona. Ambos estaban hablando a solas, lejos de todos, y aquella les reprochó esa actitud con una frase dura: “no sean mierdas”. Borges y Bioy se ofendieron y se fueron juntos. En esa salida intempestiva sellaron una amistad que duraría hasta la muerte de Borges, en 1986.

  Bioy murió el 8 de marzo de 1999. Tras su muerte, en 2006, se publicó Borges, obra basada en sus diarios íntimos y corregidos antes de su fallecimiento. La publicación provocó una airada reacción de la viuda de Borges, María Kodama, quien descalificó al autor de La invención de Morel, afirmando que su marido lo consideraba un ‘cobarde’ y que siempre había sido un simple ‘Salieri’.

Ya era tarde para reproches. Bioy Casares ya había ingresado en el ABC de la literatura argentina por derecho propio.

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