Testigo fue clave para juzgar a “Los Choneros”
Era la noche del 14 de mayo de 2011 cuando sujetos armados irrumpieron sorpresivamente en una vivienda del barrio Santa Ana, de la ciudad de Manta, con el único objetivo de asesinar. “Quietos policía”, se escuchó de uno de los individuos. “¿Dónde está... Ronald?”, “¿Dónde está... Ronald?”, prosiguió.
Mientras indagaba a los integrantes de la familia Carreño-García, el resto de los compinches buscaba por todos lados de la casa a ese integrante de la parentela: Ronald Joel Carreño García.
Al no poder ubicar a su víctima, quien al percatarse de lo ocurrido se escondió en un clóset de la vivienda, los delincuentes dispararon en contra de la humanidad de Jairo Antonio Carreño Mendoza. Luego de cometido el hecho salieron del inmueble y dispararon contra las propiedades vecinas.
De esta forma fue que el mismo Ronald relató -durante el juicio- lo ocurrido la noche en que nueve integrantes de la banda “Los Choneros” acribillaron a su tío.
Ese testimonio fue fundamental para que el Tribunal Sexto de Garantías Penales de Manabí declarara -el pasado martes- culpables a José y Javier Macías Villamar (hermanos), Patricio García, Jorge Luis Zambrano, Orlando Cuenca, Manuel Cornejo, Maximiliano López, Éder Proaño y Luis Ferrín.
Según informó la Fiscalía General del Estado, los argumentos de la fiscal Sonia Barcia sirvieron para que se emitiera una sentencia condenatoria.
Barcia demostró la responsabilidad penal y la materialidad de la infracción, en calidad de autores. Las penas en casos contra la vida pueden llegar hasta los 25 años de reclusión mayor especial.
Al culminar la audiencia de juzgamiento, George Moreira Mendoza, presidente del Tribunal, dijo que “el dictamen debidamente se notificará en los próximos días y de acuerdo con lo resuelto se establecerán las penas para cada procesado”.
Ninguno de los argumentos de los acusados fue valedero en el juicio debido a que carecían de sustento. Uno es el del procesado José Adolfo Macías Villamar, quien en su versión dijo que Ronald lo quiere culpar como autor y a su hermano Javier, pero que el día de los hechos ellos estuvieron laborando en la empresa de agua. Indicó que su hermano se quedó envasando y que él se retiró a las seis de la tarde porque tenía un dolor que le bajaba hasta el hígado.
Acotó que con la ayuda de un vecino logró llegar hasta un hospital de Guayaquil. El médico José Gabriel Vivas Guijarro compareció en la Fiscalía y dijo que el procesado desde hace un año presenta hipertensión crónica.
Acotó que el 13 de mayo de 2011 llegó al centro cardiológico ubicado en Guayaquil, en el km 2 1/2 de la vía a la Costa, permaneciendo ingresado hasta el 26 de mayo de 2011.
Esa versión del médico se contradice con la del procesado, quien relató que viajó a Guayaquil el día 14 de mayo de 2011 y que llegó a las 20:00 aproximadamente.
En total fueron 22 impactos de arma de fuego los que terminaron con la vida de Jairo Antonio. Según el protocolo de autopsia, las causas de su muerte fueron una hemorragia subaracnoidea generalizada-laceración cerebral y cerebelosa, fracturas multifragmentarias expuestas del cráneo y cara; hemorragia aguda interna por laceración pulmonar izquierda, esplénica, intestinal y renal izquierda; consecutivos a la penetración, paso y salida de proyectiles de arma.