“La reintegración social es más difícil que estar presa”
Gloria Yunda
Exprivada de la libertad
Un par de botas de gamuza que le llegan hasta la rodilla ayudan a ocultar el grillete electrónico que Gloria Yunda tiene colocado en su tobillo izquierdo.
La mujer cumplió una sentencia de seis años de prisión y todavía tiene el dispositivo “aferrado a la piel” comentó.
Gloria aprovechó el tiempo que estuvo en la cárcel, pues se dio cuenta de que entre internos podían darse la mano y compartir conocimientos para crecer juntos.
Así que puso su experiencia a disposición y en talleres ofreció clases de tejido. El trabajo con sus compañeras de celda la motivó a emprender y se propuso que al salir, buscaría una forma de subsistir.
Antes había trabajado en un centro de cómputo en Quito. En ese lugar la detuvieron en 2014 cuando un cliente dejó una maleta cargada con droga.
Ese negocio ya no existe y no ha sido fácil buscar trabajo porque el personal que contrata conoce sus antecedentes.
Por ello, junto con otros exprivados de libertad lidera la Fundación Semipro, apoyada por el Servicio Integral de Atención a Personas Privadas de la Libertad.
El impulso de este negocio no ha sido una tarea fácil. Cada mañana, Gloria prepara el almuerzo y el desayuno para sus hijos y se dirige al expenal García Moreno.
En el lugar, a las 09:00, toma lista del personal voluntario que apoya en las labores de la Fundación.
Asiste con ellos a las charlas que les imparten a quienes están por salir de prisión, para que sepan qué hacer al recuperar la libertad.
Hace un par de semanas, con autogestión, adquirió chompas y uniformes para el equipo que trabaja en la Fundación, que subsiste gracias a la colaboración de los visitantes en el expenal.
“Vivir en prisión es muy duro, pero muy pocos saben que es más duro recuperar la vida en la calle”, reflexionó.
Gloria reconoció que muchas cosas cambiaron desde que salió de la cárcel. No solo habla por la modernización, de las calles, de la ciudad... sino también porque vio a sus hijos que están más grandes y no pudo estar con ellos.
Su esposo también es un respaldo para salir adelante. Él la apoya en sus proyectos y está convencido de que con el paso del tiempo conseguirá un trabajo remunerado y hará realidad su sueño de sacar adelante la Fundación. “La familia es un pilar fundamental cuando sales de la cárcel”, expresó. (I)
Verónica Foto: Archivo / ET
Exprivada de la libertad
“Verónica” prefiere no revelar su verdadera identidad. Tiene temor de que las personas la discriminen porque estuvo en prisión y no comprendan que cometió un delito porque estaba enferma.
La mujer, de 29 años, aprendió peluquería y maquillaje dentro del Centro de Rehabilitación Social. Allí se encargaba de la producción de un grupo musical de privadas de la libertad que tenía presentaciones internas y externas.
Ahora, cuando lleva un año fuera de la cárcel, se dedica a este oficio a domicilio. Su historia de superación no la cuenta a nadie, prefiere mantenerla en su círculo cercano.
Ella cumple con un régimen semiabierto, por lo que semanalmente debe acudir al recinto penitenciario y a una unidad judicial para registrar su asistencia.
“Verónica” comenta que los primeros meses fuera de prisión tuvo una depresión que le impedía hasta levantarse de la cama.
Sentía que todos la miraban mal, que la juzgaban, que la marginaban, por eso no podía ni salir de casa.
Pero ahora entiende que la barrera estaba en su mente. “Era un temor propio, mi inseguridad. La verdad es más difícil la reinserción que estar en prisión porque es salir y empezar desde cero y con más temores que ventajas”.
Por fin, un par de meses después se atrevió a pensar en su futuro, pero esta vez a aplicar lo que aprendió durante su encarcelamiento.
Ahora hace tratamientos capilares a domicilio. Sus parientes y amigos la han recomendado y ya tiene una lista de clientes fieles.
En diciembre, por las festividades navideñas, ha tenido bastante trabajo, sobre todo para alisar cabello. “No tengo un local fijo, pero me conocen y me llaman. Empecé por el lugar por donde vivo y como les gustó lo que hago, me han recomendado”.
“Verónica” además estudia una carrera en educación especializada. Esa motivación se la dio su hijo, quien tiene trastorno de espectro autista.
La mujer guardó prisión por homicidio. Durante el tiempo que estuvo apresada le diagnosticaron esquizofrenia paranoide y comenzó un tratamiento que la mantiene estable.
“Es importante poner de mi parte. Me mantengo ocupada y tranquila. No me dejo agobiar por las dificultades y mi familia me apoya”. (I)