34 adictos rescatados de clínica clandestina regresaron a las calles
Cuarenta hombres, entre 15 y 65 años, estaban hacinados en una clínica clandestina para adictos llamada “Dejando huellas”, en la cooperativa Horizontes del Guerrero, en el noroeste de Guayaquil.
El inmueble, de tres pisos, tenía ventanas y balcones cubiertos con sábanas, lonas o colchones para que la parte interna no sea visible.
En la planta baja había una especie de oficina. En el primer piso una sala pequeña, un espacio usado como departamento médico con una camilla y una balanza y tres dormitorios pequeños con colchones apilados. Todo sucio y desordenado.
También una cocina y un congelador con sangre de las carnes tiesas y pescados evidentemente en mal estado.
Dos jóvenes jugaban videojuegos cuando personal de la Agencia de Aseguramiento de la Calidad de los Servicios de Salud y Medicina Prepagada (Acess) tocó la puerta.
También había personal del Ministerio de Salud Pública (MSP), Bomberos y Policía. Los delegados revisaron las habitaciones y reunieron a todos en una sala.
No había espacio suficiente y el calor se volvió insoportable mientras los “pacientes” daban sus datos y se enteraban que el lugar sería clausurado.
“Billy” contó que casi todos eran maltratados, que si se portaban mal les pegaban, los obligaban a hacer postura trípode (piernas estiradas, cabeza en el suelo y manos atrás) o les daban pastillas para que se durmieran.
“Yo quería quemar esta clínica para salir. Se enteraron y nos castigaron a todos. A la mayoría ‘pepearon’ (drogaron)”.
Aseguró que no habían médicos, ni psicólogos. Un horario de actividades solo estaba publicado en una madera, pero no se cumplía.
“Aquí te recuperas por el encierro. Algunos pagaban hasta $ 350 mensuales”.
En esa casa apenas tenían 15 días, antes estuvieron en otras viviendas situadas en el suburbio y sur de Guayaquil.
De un centro ubicado en el Guasmo los sacaron el pasado 12 de octubre, tras el incendio en una clínica donde murieron 10 personas.
En el segundo piso había otra habitación sucia, al fondo de otra sala. Ahí estaban dos refrigeradoras con tomates y hierbas podridos.
“Ramón”, de 18 años, dijo que la comida era mala y que si se negaban a comer los agredían. Recuerda que en alguna ocasión usaron fundas con hielo para golpearlos.
“Yo no aguantaba más y una vez pude coger un celular y llamar al ECU-911 para que nos ayuden”.
Otro joven reveló que no estaba en el sitio por su voluntad y que fueron dos grandulones quienes lo capturaron cuando dormía en casa.
El lugar fue clausurado, los internos fueron llevados en un bus a un centro de salud en Bastión Popular.
Augusto García, director ejecutivo de Acess, manifestó que durante el año han recibido 123 denuncias y en dos semanas clausuraron cuatro.
A los chicos se les expuso la posibilidad de ser trasladados a un centro con todas las condiciones para la rehabilitación, pero al decirles que era voluntario todos decidieron regresar a la calle.
“No podemos hospitalizar a ningún paciente sin su consentimiento. Los menores quedaron a cargo de la Dinapen”, dijo García. (I)