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Partera mató a 103 niños con supuestas buenas intenciones

Partera mató a 103 niños con supuestas buenas intenciones
06 de diciembre de 2013 - 00:00

Miyuki Ishikawa, la partera que dejó morir de hambre y sed a 103 niños para ‘evitar que sufrieran’, nació en 1897, en el pueblo de Kunitmi, dentro del distrito de Miyazaki.

Estudió medicina en la Universidad de Tokio, donde obtuvo las mejores calificaciones. Tras graduarse se comprometió con Takeshi Ishikawa, con quien contrajo nupcias, pero no pudo tener hijos.

Para ayudar con los gastos del hogar Miyuki consiguió un empleo como directora del ala de maternidad del hospital Kotobuki, donde trabajó como asistente de partos.

Miyuki hacía los reportes sobre los padres de los bebés y sus antecedentes, así descubrió que muchos eran pobres y no tenían los ingresos suficientes para mantener una familia.

Al principio la partera buscó ayuda en organizaciones de caridad y servicios sociales, pero no recibió ninguna respuesta positiva.

ASESINOS, CUANDO MATAR SE CONVIRTIÓ EN PLACER

Un asesino en serie es alguien que quita la vida a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido.
Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder y compulsión sexual.
Su desesperación aumentaba conforme se encontraba con futuras madres, ante esto Ishikawa tomó la decisión extremista, luego de lo cual comenzaron a aparecer muertos.

La comadrona se negaba a cuidar a los recién nacidos hasta que estos morían de hambre y sed, o agotados por los continuos llantos que los debilitaban. Con el reporte de tantos niños fallecidos renunciaron sus colegas de la maternidad.

Esto facilitó el trabajo de Miyuki, quien abandonaba a las criaturas cuando nacían y perecían por la falta de cuidados.

Las primeras sospechas no detuvieron a la partera por el contrario inició un negocio de muerte con su esposo, que consistía en convencer a los padres de los niños no deseados para librarlos de la carga (dejar que murieran) permanente a cambio del pago de 4.000 yenes.

Para continuar sus planes sin levantar mayores sospechas tenían de cómplice al doctor Shiro Nakayama, cuya labor era falsificar los certificados de defunción con ayuda de su asistente Kishi Masako.

Casos similares se registraron en Japón desde 1930, cuando acusaron a los pobladores de Itabashi por asesinar a 41 niños. En 1933, Hatsutaro Kawamata fue arrestado bajo cargos de homicidio de 25 menores.

El Gobierno japonés tenía conocimiento de esta crisis, pero no hacía nada al respecto porque los recién nacidos no tenían derechos. Los casos de infanticidio solo eran vistos como un delito cuando el bebé era agredido, esto de acuerdo al Código Criminal (1907).

El fin de su actividad

La carrera criminal terminó el 12 de enero de 1948, cuando dos oficiales del Departamento de Policía de Waseda investigaron la casa de Nagasaki Ryutaro, persona que trabajaba para una funeraria.

Cerca de la vivienda de Ryutaro las autoridades encontraron cinco cajas de madera que levantaron sospechas. Ahí estaban los bebés.

Tras interrogar al hombre, de 54 años, sobre lo que sucedía reveló que provenían de la maternidad del hospital Kotobuki y que su trabajo era llevarlas al crematorio.

Los oficiales arrestaron a Ryutaro, quien luego confesó haber hecho lo mismo al menos 30 ocasiones y que recibía 500 yenes.

Cuando se les realizó las autopsias a los infantes descubrieron que no habían fallecido por causas naturales.

Ninguno de los niños tenía comida en sus estómagos, sus pulmones mostraban síntomas de neumonía y sus cuerpos estaban desnutridos.

Los oficiales arrestaron a la pareja el 15 de enero de 1948. Durante el interrogatorio descubrieron que Miyuki no les daba de beber leche, lo cual irritaba a los infantes, y por el constante llanto morían sofocados o por la falta de alimento.

Etapa de juzgamiento

En el juicio Miyuki se defendió diciendo que los culpables eran los padres por irresponsables. Sorprendentemente algunos ciudadanos estaban de acuerdo con la declaración, excepto el novelista Yuriko Miyamoto, quien sostenía que tales actos eran discriminatorios.

Después de que Miyuki y sus cómplices fueron enjuiciados, la Policía continuó la investigación hasta que localizó 40 cuerpos esparcidos en el barrio de Shinjuku.

Asimismo hallaron restos de otros 30 niños en un templo. Por su estado de descomposición fue difícil determinar la cantidad de víctimas.

Jamás se supo el número exacto de bebés fallecidos. Las autoridades clasificaron estos actos como crímenes de omisión, ley que justificaba la norma que impidió que Miyuki recibiera un castigo ejemplar.

Condena fue leve

La mujer fue sentenciada a solo ocho años de prisión, mientras que Takeshi, el doctor Nakayama y su asistente Kishi Masako fueron castigados con 4 años de encarcelamiento por ayudar en los asesinatos.

En 1952 la pareja apeló sus sentencias y la Corte Superior de Tokio revocó su tiempo en prisión por la mitad de la pena oficial.

Este incidente permitió que el Gobierno japonés considerara legalizar el aborto por la cantidad de niños no deseados que nacían en el territorio.

Las atrocidades cometidas por la ‘matrona asesina’ trajeron un balance en el sistema de leyes y regulaciones japonesas.

Se estima que Miyuki dejó morir a recién nacidos, aunque la cifra oficial es de 103, esto la convirtió en la asesina en serie con mayor número de víctimas de Japón, pero prácticamente quedó sin castigo por el vacío legal que había, que no consideraba el abandono de un bebé como asesinato, únicamente estaba penada la muerte directa. Cuando quedó libre abandonó el pueblo por las constantes amenazas. Nunca más se supo de ella.

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