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El Telégrafo
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Para erradicar la violencia de género hay que romper el silencio

Las denuncias por violencia de género se receptan en el complejo judicial de Durán, donde se determina si son contravenciones o delitos.
Las denuncias por violencia de género se receptan en el complejo judicial de Durán, donde se determina si son contravenciones o delitos.
Fotos: Miguel Castro / El Telégrafo
24 de septiembre de 2017 - 00:00 - Redacción Justicia

Un secreto a voces era la tormentosa convivencia entre Petra María Pincay Castro y José Luis S.C. en el barrio San Rafael, cantón La Libertad, provincia de Santa Elena. Ella, cansada de esa vida, terminó por separarse del pescador artesanal, quien insistía en volver, pero como no logró su objetivo este la amenazó de muerte.

En los 15 días que Petra, de 52 años, se mantuvo lejos de José Luis tuvo tranquilidad y para evitar malos ratos selló con una cadena la puerta principal de su inmueble. Pero -como si fuera una crónica de un desenlace trágico-, esa paz terminó a las 23:00 del viernes 21 de julio.

El hombre, llevado por la venganza y la ira, escondió un cuchillo entre sus ropas y como la cadena le impidió abrir la puerta, ingresó por el patio. Sorprendió a Petra María dormida y le asestó cuatro puñaladas en la cara, cráneo, espalda y abdomen. Los gritos de la dama despertaron a los moradores de San Rafael, que desconcertados inmediatamente acudieron a socorrer a su vecina, a quien la hallaron agonizante.  Ella balbuceó: “José Luis, ¿por qué me haces esto?”

Petra María, que dejó en la orfandad a sus hijos de un compromiso anterior, falleció. Mientras  José Luis huyó por unos matorrales. Al día siguiente fue apresado por los agentes policiales y entregado a las autoridades judiciales.

El 15 de septiembre de 2017, José Luis S.C. fue llamado a juicio por el presunto delito de femicidio con dos circunstancias agravantes. El procesado permanece en el centro de rehabilitacion social de varones de Guayaquil, a la espera de la fecha de la audiencia de juzgamiento.

Las denuncias por violencia de género se receptan en el complejo judicial de Durán, donde se determina si son contravenciones o delitos.

Al barrio San Rafael, convulsionado y enlutado por la muerte violenta de su vecina Petra María, llegó -dos días después-, la vocal del Consejo de la Judicatura (CJ), Karina Peralta junto con funcionarios de la entidad, con la intención de efectuar un vínculo con la comunidad para tratar el tema de la violencia de género.

La actividad judicial caía como anillo al dedo a los habitantes del barrio por la situación  que vivieron. En la reunión que Peralta mantuvo con la dirigente del sector, Ana Estrella Calderón, conoció que todos los vecinos sabían que el marido le pegaba a Petra María desde hace cuatro años. Y ellos no hicieron nada por impedir el sufrimiento de la víctima.

Estrella también develó que como Petra María hay otras vecinas del barrio que son víctimas de maltrato intrafamiliar.

Esta revelación fue calificada por Peralta como una falta  de   conocimiento que tiene la ciudadanía frente a los tipos de violencia, porque saben del maltrato de su vecina y nunca lo denuncian ante las autoridades.

Ella sostiene que el primer paso para combatir la violencia de género es que las mujeres rompan el silencio y denuncien el maltrato que están sufriendo, si no lo hacen seguirán en el mismo círculo. Por eso está consciente que deben trabajar mucho con la colectividad y la sociedad civil para que ayuden al Estado en esta problemática.

Según la Fiscalía de Guayas, en el primer semestre de 2017 se registraron 11.104 casos de violencia física, sexual y psicológica, violación, acoso sexual y femicidio. Estas víctimas sí denunciaron a sus agresores.

Pero hay muchas que siguen guardando o maquillando los maltratos de sus parejas. Esto lo confirma el fiscal Rómulo Sevilla, quien trabajó en la unidad de violencia contra la mujer y el núcleo familiar. Él asegura que uno de los factores más graves que existen en estos casos es el silencio y más aún no denunciar los abusos y agresiones de sus parejas. “Hay que presentar la queja en la Fiscalía para visibilizar el tema y atacarlo”.

Pero se necesita trabajar más con la ciudadanía, dice el funcionario, porque a la violencia intrafamiliar la miran como un problema de marido y mujer, en el que no se debe intervenir. “Todo ciudadano que conozca del cometimiento de una infracción está obligado por ley a denunciar el hecho, si no lo hace puede ser declarado confeso”.

El marido manda

Denunciar la violencia de género, clasificada como agresión física, psicológica, sexual y verbal, es lo que aconseja a sus alumnas Patricia Morejón, directora provincial de la Fiscalía de Guayas y catedrática universitaria. “Estamos en un país con estereotipos, en el que el marido manda a la mujer. Si ella no presenta la denuncia será una posible víctima de femicidio”.

Un ejemplo clásico de la idiosincracia de la mujer ecuatoriana lo vivió ella en la Comisaría de la Mujer. Por la agresión a una señora, con 61 días de incapacidad, se puso tras las rejas a su pareja. Ella iba todos los días a su despacho a pedirle que  deje en libertad a su marido. No quiso que la ayuden.

Morejón siempre les recuerda a sus estudiantes, de ambos sexos, que si una mujer sabe que su enamorado tiene problemas de celos y no se practica un examen psicológico, puede ser víctima de violencia intrafamiliar, y posteriormente de femicidio. “Eso está en el ser humano y hay que atenderlo a tiempo”.

¿La prevención es la solución?

Peralta está convencida de que en Ecuador se puede erradicar la violencia de género. Se necesita trabajar con los más pequeños para que la entiendan y la identifiquen. Esto tiene que ser desde las escuelas, es decir cambiar  sus comportamientos culturales.

Uno de sus primeros pasos en esta línea fue la puesta en marcha de su iniciativa ‘Judicatura de puertas abiertas’, donde se analizan temas como la violencia de género con la comunidad y los funcionarios de la institución. En julio empezó en Manabí y fue una coincidencia que lo hayan hecho en Santa Elena, después del femicidio de Petra María, pero valió la pena concretarlo porque se contactaron con los moradores de este barrio.

Desde agosto, ‘Judicatura de puertas abiertas’ se convirtió en la herramienta judicial del director provincial del CJ de Santa Elena, Abelardo Albornoz, para sensibilizar el tema de violencia intrafamiliar y el trato en el servicio a miembros del grupo LGBTI. En octubre trabajará con la Policía, sociedad civil y sector privado en la ruta que deben tomar los usuarios para denunciar esas infracciones.

De enero al 31 de junio de este año ingresaron 23.089 causas en las unidades judiciales de violencia contra la mujer y miembros del núcleo famliar a nivel nacional, de las cuales los jueces resolvieron 22.413.

El ministerio de Justicia y organizaciones sociales realizan campañas preventivas para evitar la violencia de género. Ahora les corresponde a las víctimas  y sus vecinos romper el silencio y denunciar. (I)

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Punto de vista

Dra. Freya Montenegro L., psicóloga clínica

[email protected]

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No es tarea fácil para el hombre y la mujer enfrentar sus propios miedos

Cuando hablamos de violencia de género deberíamos englobar todo acto violento ejercido por un “género” contra el otro, de esta forma, ya no es solo el hombre el que ejerce violencia y la mujer quien la padece, sino que también puede ocurrir y ocurre de hecho, al contrario: que sea la mujer la que ejerce la violencia y el hombre quien la padece. En este último caso el maltrato suele ser de tipo psicológico, aunque también existe y sucede el maltrato físico ejercido por la mujer hacia el hombre.

Si tenemos en cuenta todas las variables, quedan escasas las tipologías actuales de violencia, puesto que en ninguna de ellas se habla de violencia entre personas del mismo sexo. Así que personalmente y de forma conjunta me gusta llamarlo violencia interpersonal.

El maltrato psicológico es quizás el tipo de violencia más común aunque sigue siendo un tema tabú en la sociedad, manteniéndola aún en un tipo de violencia sorda, muda e invisible.

Como todo tipo de violencia esta también se sustenta en el poder, la dominación y la coerción, abarca desde el menosprecio y las vejaciones verbales hasta formas mucho más sutiles como el control de la economía, de la forma de vestir, de la frecuencia de actividad social y el control por parte del agresor en las redes sociales y tecnologías.

Aún se sigue culpabilizando a la víctima, aunque cada vez esto es menor, se reflejan en  comentarios como:

“Algo habrás hecho”

“Eso te pasa por no hacerle caso”

“Tú mismo lo provocas”

Nunca es una tarea fácil para una víctima de malos tratos, ya sea hombre o mujer, el enfrentarse a sus propios miedos y vergüenzas y tomar medidas legales.

El estado anímico de las personas maltratadas, es siempre bajo, demasiado bajo. Las víctimas de malos tratos han vivido situaciones límite y de gran impacto. De forma general son personas con una personalidad muy dañada, que manifiestan una gran inseguridad, un pobre autoconcepto, cambios en el estado de ánimo y un alto nivel de desconfianza. Algunas personas suelen manifestar síntomas de depresión, ansiedad, ideas e incluso intentos fracasados de suicidio. Tienen dificultad para dormir, están continuamente alertas, irritables y con problemas de concentración.

La intervención del psicólogo es complicada, dado que estamos obligados a mantener una confidencialidad para con nuestros pacientes, pero también como cualquier otro ciudadano, tenemos la obligación legal de denunciar cualquier tipo de delito y sobre todo cuando son menores de edad.

La opción más fácil es acordar con la persona afectada los límites de nuestra confidencialidad y dejar muy claro, que la misma se romperá sin previo consentimiento en caso de que alguna vida (la propia o la de terceros) se vea amenazada. Una vez establecido esto con la víctima queda un largo proceso donde se trabajan temas como la autoestima, las habilidades sociales, el amor propio y el saber marcar límites, entre otros.

En cuanto al perfil de los maltratadores, excluyendo patologías mentales, son personas con escasa inteligencia emocional, comparten una autoestima realmente baja, y por ende, un gran nivel de inseguridad, no asumen responsabilidades, tienen poca tolerancia a la frustración y un bajo nivel de gestión emocional y empatía hacia sí mismos y los demás. En sí se sienten mal consigo mismos, incluso algunos llegan a odiarse, y cuanto más se odian y cuanto peor se sienten, más posibilidades tienen de cometer algún tipo de violencia.

Dado su incremento en el país a pesar de las diferentes ayudas para denunciar y apoyo psicológico debemos apostar a la prevención y debe empezar  desde la escuela, creando confianza en sí mismo en los niños, la importancia del respeto, a brindarle higiene mental con apoyo de profesionales, ya que muchos de los maltratadores y maltratados provienen de hogares donde fueron víctimas de violencia. Esto debe ser un trabajo de hormiga, charlas constantes y atención personalizada, no es necesario crear estructuras que generen altos costos, podrían ser vinculadas a las universidades con estudiantes de la carrera de psicología. (O)

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