Muerte de niño de 11 años se atribuye a dos chamberos
Dos detenidos, incluido un menor de 14 años de edad, aparecen como los sospechosos de la muerte de Miguel Ángelo Bacusoy Villamar, un niño de 11 años, cuyo cadáver fue hallado, a las 07:55 del martes anterior, en un contenedor de basura en el sector de la Isla Trinitaria.
William Antonio Auri Morán, un chambero que recoge desechos reutilizables por el lugar, fue quien avisó a la Policía luego de que se percatara del cadáver del niño, que tras los estudios de rigor en Medicina Legal, se comprobó que fue golpeado, ultrajado y asfixiado.
Al lugar llegó Diana Cecilia Bacusoy Villamar, madre del fallecido, quien indicó que el niño presentaba discapacidad intelectual y que no había llegado a su domicilio desde el lunes pasado.
Ayer, en las dependencias de la Policía Judicial del Guayas (PJ-G), los presuntos responsables del crimen: Víctor Romero Intriago, de 39 años; y el adolescente, dieron sus versiones ante el fiscal Daniel Rodríguez, quien investiga el caso.
El representante de la Fiscalía indicó que Romero fue detenido tras ser señalado por el tío del fallecido, Francisco Bravo, como quien habría violado y asesinado al menor.
En la casa del detenido, quien se dedica a reciclar basura, los agentes hallaron dos interiores de niño y una camiseta, prendas que fueron recogidas para su respectivo análisis bioquímico en Criminalística.
La incriminación de los dos sujetos fue corroborada por Clotilde Murillo Naranjo, quien tiene una bodega recicladora.
La mujer indicó que el menor fallecido llegó alrededor de las 23:30 del lunes al lugar para vender 6 kilos de cartón, por los cuales le pagó 50 centavos, y luego se retiró al contenedor de basura, en el que manifestó que tenía dinero guardado y, también, fue encontrado muerto en la mañana siguiente.
Minutos después llegaron al lugar los ahora detenidos y tras venderle a Murillo una cama de hierro, caminaron hacia la dirección del menor.
El cuerpo del menor será sepultado hoy al mediodía en el camposanto Jardines de Esperanza, mientras que los deudos reclaman que se haga justicia pronto.
Ese anhelo se evidenció en el cadáver del niño que tenía en sus dedos pulgares atada una cinta roja. Los familiares relataron que ese ritual se trata de un “secreto”, mediante el cual se persigue al autor o autores del crimen para que confiesen su culpa.