Los delincuentes evolucionan en la forma de vestir y actuar
Era la una y cuarenta de la madrugada del pasado viernes 18 de febrero, cuando a la altura de la urbanización Villa Club (vía Samborondón) estaba por ocurrir un asalto a mano armada. Se trata del robo a un taxista en el que están involucrados tres jóvenes (de entre 17 y 25 años) quienes solicitaron el servicio en la décima etapa de la Alborada, al norte de Guayaquil.
El pactar la carrera hacia ese sector por siete dólares fue para el conductor de ese automotor, Gustavo Reyes, algo que no significaría riesgo, más aún sabiendo que entre los pasajeros habían dos mujeres. “Todos vestían bien, ambas chicas tenían minifalda y el muchacho parecía decente”, recordó el taxista, tras comentar que esa imagen de honestidad en los jóvenes “se vino al piso” cuando uno de ellos (una mujer) lo sorprendió con un golpe en la cabeza y unas palabras que aún no olvida: “Para el carro o te mato”.
“No lo hice porque no vi ningún arma... pero luego el muchacho que estaba en el asiento trasero me apuntó con un revólver, ahí me detuve”, señala el taxista en la denuncia. Reyes cuenta que al frenar el vehículo se dio cuenta de que una camioneta lo venía siguiendo con tres jóvenes más que procedieron a abordarlo para participar en el hecho.
Se le llevaron 95 dólares de las ganancias de su trabajo y se fueron en el otro vehículo (la camioneta). El ser víctima de este tipo de delincuentes (con similares descripciones físicas) se ha vuelto común en la ciudad, al punto que son las características que más se registran en las fichas elaboradas por el Departamento de Certificados de Antecedentes Personales de la Policía Judicial del Guayas (PJ-G).
Algunas autoridades vinculadas al ámbito de seguridad, consultadas por este diario, reconocen esta realidad, e incluso consideran que la descripción actual del antisocial se contradice con el concepto tradicional del delincuente común.
Yanina Mendoza, jueza 15º Adjunta de Adolescentes Infractores, explica que la tradicional teoría lombrosiana, surgida en el siglo XIX, enmarca las características morfológicas y psíquicas del delincuente.
Así, dijo que se logró identificarlo como una persona con rostro agresivo y de diferentes matices que definían si un individuo era o no peligroso. No obstante, considera que en la sociedad actual la tradicional teoría lombrosiana o del criminal nato se ha desvanecido por cuanto el crimen organizado hoy en día está inmerso en diferentes clases sociales y no se debe solamente a la pobreza de la población o al hecho de que la persona no tenga trabajo.
Similar criterio tiene la fiscal Martha Gavilanes, coordinadora (e) de la Unidad de Adolescentes Infractores, quien acotó que en el sinnúmero de detenciones realizadas en la ciudad hay un gran porcentaje de menores de edad que no son de estrato social bajo. “En la actualidad vemos que son chicos de colegios, estudiantes que son aprehendidos incluso con uniformes. Hay muchos padres que se sorprenden al enterarse de que sus hijos están detenidos. Lo primero que dicen es que no tienen necesidad de robar, ya que ellos se esfuerzan y trabajan para que no les falte nada”, detalla.
La fiscal explica que la mayor parte de los jóvenes -de entre 14 a 17 años-, en conflictos con la ley, tiene uno o dos hijos o la mujer está embarazada.
En relación al tipo de vestimenta utilizada, la funcionaria señala que lo más común ya no es el uso la ropa ancha, como comúnmente se lo identifica al pandillero, debido a que los chicos ahora visten con jeans (ajustados), camisa o camiseta y zapatos deportivos.
Dice que los principales delitos en los que están inmiscuidos son la tenencia ilegal de armas y robo.
En muchos casos, agrega, las bandas de jóvenes infractores asaltan a los taxistas. “Los conductores aceptan porque a veces los jóvenes andan con mujeres bien vestidas que no parecen ladronas. Pero cuando menos lo esperan te sacan el arma de fuego...”, puntualiza.
Según las estadísticas de la Fiscalía, el año pasado (2010) se cometieron 270 robos con armas por parte de adolescentes y 284 casos de tenencia ilegal de armamento.
Para Jorge Flores, subjefe de la PJ-G, no se puede establecer un determinado perfil delictivo, ya que el delito muta y cada día se ven nuevas modalidades.
“La delincuencia cambia también sus procedimientos conforme a sus necesidades, pero la Policía está también tras ese mismo camino, es decir, identificando cuáles son los mecanismos y las formas en las que se produce el delito”, recalca.
A criterio del fiscal Julio Vacacela, de la Unidad de Delitos contra el Crimen Organizado, el perfil del delincuente “clásico” cambió totalmente, ya que hasta los “mejores delincuentes” resultan tener excelente presencia. “Antes veíamos al tipo con zapatos de caucho -que eran los apropiados para correr- y andaba mal vestido”, manifiesta.
Aunque el fiscal reconoce que este tipo de casos se continúan presentando, considera que la tendencia de los delincuentes a mejorar su apariencia empezó hace diez años, pero es más evidente desde hace cinco, aproximadamente.