La obsesión guió los pasos de un escalofriante crimen
Sus grandes ojos verdes le dieron el apodo con el cual ahora la conocen: “La Gata”. Su semblante revela tranquilidad y mientras está frente a las cámaras y los flashes, por momentos baja la cabeza, accede a hablar y no esquiva ninguna de las preguntas que se le hace acerca de su vida y de lo ocurrido el pasado 25 de mayo del 2011.
A sus 18 años, Jéssica Tatiana Sarzosa (alias “La Gata”), quien es de mediana estatura, piel blanca, cabello negro y penetrante mirada, está acusada de ser la autora intelectual y material de un asesinato. Es la primera de cuatro hermanos, su madre María Vega abandonó el hogar cuando ella apenas tenía cinco años.
Tres años después, su padre Alejandro Sarzosa, decidió probar suerte en el extranjero y viajar a Italia. Ella y sus hermanos se quedaron al cuidado de sus abuelos paternos.
Su carácter rebelde y los conflictos se agravaron con el transcurso de los años, los reclamos en el colegio eran a diario. La calle se convirtió en su casa, ya no daba explicaciones de nada a nadie. Las botellas de licor y las drogas se volvieron su necesidad diaria.
A los 16 años Jéssica conoció a Édison Coronel, alias “Montana”, quien era el encargado de reclutar a jóvenes para que formaran parte de la pandilla que él dirigía, en el sur de la ciudad, en el sector de Chillogallo. Ya dentro de la pandilla comenzó a robar para obtener dinero, es así como conoce a Soledad Riera, Gonzalo Vivas, (a) “El puma”; y a dos menores de edad apodadas “Monstrito” y “La Flaca”.
Más adelante todos (supuestamente) serían partícipes de un escalofriante asesinato. Conocidos de Jéssica afirman que de forma agresiva respondía a los reclamos que le hacían sus abuelos, debido a su comportamiento y el tiempo que permanecía en la calle.
Hace unos años, Jéssica inició una relación amorosa con “Montana”, sin embargo, no era la única. Sus amigas Soledad y alias “La Flaca”, entre otras, también tenían intimidad con él. Es aquí cuando aparece Damaris Cabrera de 15 años, una joven estudiante que “Montana” acababa de conocer. Una carta de amor entre ellos fue lo que desató la furia de “La Gata” y del resto de presuntos homicidas, quienes inmediatamente planearon el secuestro, tortura y muerte de Damaris.
Las palabras “gracias por todo lo que he aprendido contigo”, escritas en la misiva, puso al descubierto la relación. Jéssica no recuerda la cantidad de droga que había ingerido ese día, pero narra con detalle cómo llevaron a Damaris hasta el departamento de “Montana”.
Ahí le cortaron el cabello, la golpearon varias veces. “La Gata” relata que con una botella rota lastimó a Damaris en diversas partes del cuerpo, cabeza y cuello, provocándole dolor durante horas.
Luego con unas tijeras le hizo un corte en el abdomen. “Le dieron a tomar cloro y desinfectante, pero yo no fui”, dice “La Gata”. En varias ocasiones le dijeron a la joven torturada que no gritara, pero era en vano, por eso decidieron estrangularla con un alambre.
Cuando estaba muerta, el plan era descuartizarla, sin embargo desistieron y entre todos la metieron en sacos de yute, el mismo que amarraron con el alambre que habían utilizado para matarla.
Antes de que amaneciera, el cuerpo de Damaris fue abandonado junto al río Machángara, en la quebrada de las calles Bethy Paredes y San Plácido. Los últimos días de libertad que Sarzosa vivió fueron en Santo Domingo de los Tsáchilas, vendiendo ropa en un almacén, el resto de jóvenes fue detenido.
Ella se entregó a las autoridades el 7 de febrero. “Estoy arrepentida, ella (Damaris), al igual que todos, tenemos derecho a vivir, pero ya no se puede hacer nada”, dice la joven que ahora espera su juicio en la cárcel de mujeres.