Los oficiales de Policía se radican más en Pichincha
La distribución de policías a nivel nacional no es equitativa, así como tampoco el pase que se da al grupo de oficiales de alto rango. Las autoridades han anunciado constantemente el ingreso de más uniformados, sin embargo, las cabezas de la institución, en su mayoría, se quedan en la provincia de Pichincha, la cual tiene un superávit (abundancia de algo) de 5.721 policías.
Entre ellos están generales y demás jefes policiales que se radican en la capital del país.
Más coroneles en Pichincha
Las cifras revelan que de los 109 coroneles que hay en el país, 60 están en Pichincha, lo que representa el 47%. En lo que respecta a tenientes coroneles en el país, hay 224. De ese total, el 60% (144) se encuentra en la capital o en otras localidades de esta provincia.
El investigador social Lautaro Ojeda, quien participa en las causas de la problemática social y los problemas que no han permitido que la Policía alcance una confianza relevante en la ciudadanía, ha expresado en constantes ocasiones las planificaciones que se realizan para cada provincia del Ecuador.
Sin bien es cierto, se las elabora de acuerdo a sus necesidades, pero no siempre se distribuye a los uniformados según sus capacidades y sus puntos fuertes de trabajo, dijo.
Más policías no significa más seguridad, relataron varios estudiosos de la violencia y delincuencia en el Congreso de Seguridad que tuvo lugar en Quito, hace unas semanas.
Galápagos, la preferida
Los uniformados que han regresado a trabajar a sus provincias de origen son clases y policías, pues de quienes han regresado no hay gendarmes que pertenezcan a la rama de oficiales. Uno de los lugares al que los agentes prefieren ir es a la Isla de Galápagos, que tiene un exceso de uniformados. Sin embargo, los miembros de la institución que allá laboran reciben más ingresos económicos.
Para Camacho, la falta de oficiales en las provincias importantes le resta credibilidad a la Policía, pues ellos son quienes supervisan cada estrategia y operativo que se aplica en las ciudades.
Al no haber líderes que comanden el accionar policial, un grupo de policías clases no puede establecer estrategias de operación, pues no está preparado ni capacitado para eso, acotó.
Las últimas encuestas elaboradas por el Observatorio de Seguridad Ciudadana, realizadas en Quito, muestran el descontento y temor de la población.
Así, también se muestra que hay un mayor número de personas que ha sido víctima de un delito en más de una ocasión.
Para moradores de distintos barios, en donde la Policía Comunitaria funciona de diversas maneras, uno de los problemas es que la delincuencia espera su momento para actuar. A pesar de que vecinos y habitantes de sectores se capaciten para permanecer organizados frente a la delincuencia no basta, dijo, ya que las bandas no operan en forma sistematizada en cada barrio.
Lo hacen esporádicamente por sectores dependiendo de las fechas.
El especialista reconoció que no se puede pedir a la ciudadanía que se haga cargo del control total de su barrio, pues en momentos de ira y odio cuando se atrapa a un delincuente se pude cometer atrocidades, como las de un linchamiento, cosas que prefiere ni pensar Salomón Castillo.
Él habitaba en un sector al sur de la ciudad y, en reiteradas ocasiones, fue testigo como presuntos delincuentes eran golpeados por moradores sin que la Policía pudiera hacer algo para implantar el orden.
La capacitación que reciben los oficiales de Policía se sigue quedando en las ciudades grandes. Según reflejan las estadísticas a la que tuvo acceso este medio de comunicación, los oficiales, en su mayoría, ya no trabajan en las zonas alejadas a la capital.
Únicamente permanecen trabajando en la ciudad y su conocimiento se desperdicia, pues no tienen en donde aplicar las enseñanzas aprendidas para el mejoramiento de una sociedad más segura y ordenada, dijo el especialista Ojeda.
Como mencionó Rubén Darío Ramírez, miembro del Centro de Estudio y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana, no se puede pedir una ciudad sin violencia, ya que esta es inherente al ser humano, pero sí puede exigir a las personas encargadas de dar seguridad que no se queden observando la violencia desdes sus cuarteles.