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Sistemas progresivo y regresivo de rehabilitación están contemplados en código integral penal

Internos migran de pabellones cuando cumplen un plan de vida

Willy muestra los objetos que los privados de la libertad hacen en el taller de carpintería de mínima seguridad.
Willy muestra los objetos que los privados de la libertad hacen en el taller de carpintería de mínima seguridad.
Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO
23 de enero de 2017 - 00:00 - Redacción Justicia

La voz de Germán llegaba a todos los rincones del pabellón de máxima seguridad. Las personas privadas de la libertad (ppl) se acercaban al enrejado azul que aseguraba sus celdas para escuchar a su compañero colombiano que las noches de los martes, jueves y sábados simulaba ser un locutor de radio para entretenerlos.

Los ‘radioescuchas’ se concentraban tanto que el ruido que provocaban los vehículos pesados que pasaban a unos 200 metros, por la vía que conduce de Guayaquil a Daule, parecía desaparecer.

El programa iniciaba a las 19:00 y se extendía hasta las 21:00. Germán narraba historias reales, de novelas o inventadas. Sabía cómo agregarle el suspenso o la gracia para hacerlos reír. El privado de libertad aprovechaba los conocimientos que adquirió como periodista, profesión que ejercía en Colombia hasta que fue apresado en un viaje a Ecuador. Él se dejó convencer de transportar droga y cayó en el operativo ‘La flor de la Coca’.

Eso ya fue hace 12 años, 4 meses y 24 días. En poco tiempo terminará de cumplir la sentencia de 13 años de privación de libertad. Desde el 2004 hasta el 2013, Germán estuvo en una cárcel de Quito, capital del país. Luego fue trasladado al pabellón de máxima seguridad del Centro de Rehabilitación Social Regional Guayas, una cárcel inaugurada en 2012, donde continúa internado.

En esa área estuvo dos años y medio. Por su conducta, participación en talleres de rehabilitación y escribir el cuento ‘El circo de cristal’ -con el que ganó premios- llegó a mínima seguridad.

El colombiano relata su historia en un área con murales alusivos al teatro, en uno de los salones empleados para actividades culturales. Toma un micrófono y demuestra su facilidad para dirigirse al público, por eso, es el presentador de los eventos. Desde el salón se observa el pabellón donde estuvo antes. Ahí el tiempo fuera de las celdas es restringido y las visitas espaciadas.

Germán muestra su desenvolvimiento frente al público, lo que lo ha convertido en el presentador oficial de los eventos en el penal. Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO

Cerca de donde está Germán hay  un estudio de grabación con paredes cubiertas de esponjosas láminas. Ahí ensayan los internos del grupo musical. En la habitación contigua otros practican un baile de salsa choque. En frente, César pinta un cuadro con un paisaje de la ciudad de Guayaquil. El interno no se distrae pese al sonido generado por las máquinas del taller de carpintería ‘El Nazareno’, adecuado en un galpón independiente.

En ese lugar Willy ultima detalles de una escultura de madera, actividad que aprendió desde que fue llevado al pabellón de mínima seguridad. Antes estuvo en el de mediana, al que llegó hace un par de años desde la antigua Penitenciaría por delito de atentado al pudor. “He vivido muchos cambios. Ahora todo es mejor, hay una verdadera rehabilitación; fortalecemos el vínculo familiar, aunque la sociedad nos siga viendo mal”.

Willy hace pulseras, jarrones de yesos, obras en origami, fomi y otros materiales. “Antes no sabía hacer esto, ahora tengo opciones para salir adelante”.

El sistema progresivo está establecido en el artículo 695 del Código Orgánico Integral Penal (COIP), que entró en vigencia en agosto de 2014. En la normativa consta que la ejecución de la pena se regirá por el sistema de progresividad que contempla los distintos regímenes de rehabilitación social hasta el completo reintegro del privado de la libertad a la sociedad. En el artículo siguiente se explica que esos regímenes son: cerrado, abierto y semiabierto. El primero contempla la ubicación de los internos y el plan de vida.

Ledy Zúñiga, ministra de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, explicó que los internos son distribuidos en los pabellones según la infracción incurrida y la peligrosidad. “Los que cometieron delitos graves tienen un nivel de conflictividad muy alto y representan un riesgo para la seguridad del centro, de los funcionarios y familiares”.

En los casos de delitos menores, “los ppl van a mediana seguridad. En cambio, los que cayeron por infracciones leves no tienen problemas de convivencia, se acoplan y siguen las reglas, por ello ocupan el área de mínima seguridad. También están los condenados por delitos graves con las mismas características y que cumplieron más del 50% de la pena”.

Agregó además que el sistema progresivo permite que los internos desarrollen un plan de vida en el centro. “Los cambios (por oficio o solicitud) se analizan de acuerdo con el comportamiento y la voluntad para acogerse a los procesos de rehabilitación, como estudio, trabajo, talleres. Nada es obligatorio, ellos escogen sus actividades”. (I)

En el área de mínima seguridad existe un estudio de grabación. Los grupos musicales se turnan para ensayar. Foto: William Orellana / EL TELÉGRAFO

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