Hay quienes con estafas y mentiras sobreviven a diario en las ciudades, ofertando cosas que en apariencia lucen bien, pero en realidad serán, a decir del común de la gente, un ‘chasco’, una decepción.

Esto fue lo que le pasó a Juan Carlos S., de 23 años, quien hace unos meses caminaba cerca de un centro comercial, en el norte de Guayaquil, cuando un joven le ofreció un ‘smartphone’.

Juan Carlos S., quien tenía un celular sencillo, se cautivó cuando con firmeza y convicción el joven insistía en venderle el de mejor tecnología a cambio de su viejo teléfono más cincuenta dólares. Juan Carlos no lo pensó mucho, pues creía que era una oferta imposible de rechazar, e inmediatamente buscó el cajero automático más cercano para sacar el dinero que le pedía.

El negocio se hizo en menos de 20 minutos. Juan Carlos S., un tanto emocionado por su adquisición, se subió enseguida a un taxi y se marchó del lugar. Ya en su casa, cuando intentó colocar el chip en su nuevo teléfono, se llevó una gran sorpresa: estaba vacío, no funcionaba. Con el teléfono incluido fueron 100 dólares los que perdió; sin embargo, no podía poner una denuncia pues no conocía al estafador.

Para la psicóloga Lourdes Flores, quien trabaja en centros de atención mental, la personalidad de un sujeto estafador es vivaz y amistosa; sus conversaciones tienen un tinte fantástico, determinadas por gran capacidad imaginativa, mientras que el perfil de la víctima de los estafadores es una mezcla de ingenuidad y ambición por el negocio fácil.En su obra “Delitos contra la fe pública”, el tratadista Jorge Zavala Baquerizo define el fraude como “un modo de actuar dentro de la vida, una conducta que se manifiesta, unas veces, mediante el engaño y, otras, mediante el abuso de confianza”.

Varios especialistas y abogados coinciden en que el fraude es un ‘modus operandi’ marcado por la facilidad intelectual para obtener una ventaja económica.

En la Fiscalía, hubo 45 denuncias en 2012 por el delito de estafa.

David Villamar, abogado que lleva algunos procesos de estafa y abuso de confianza, explica que la diferencia entre estos delitos radica en que el primero se da entre particulares que no tienen más que una casual relación comercial, como por ejemplo la venta de un bien; mientras que el abuso de confianza suele darse entre aquellos que tienen una relación de amistad o parentesco.