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El Telégrafo
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A EE.UU. y a la ONU les preocupan los métodos que usa el país asiático en su lucha contra el narcotráfico

Filipinas le declara la guerra a las drogas

Los barrios pobres de Manila, la capital filipina, se llenan de escenas de crímenes, debido a que justicieros se han lanzado a cazar microtraficantes, drogodependientes y todo aquel que se relacione con este ilícito.
Los barrios pobres de Manila, la capital filipina, se llenan de escenas de crímenes, debido a que justicieros se han lanzado a cazar microtraficantes, drogodependientes y todo aquel que se relacione con este ilícito.
Fotos: AFP
07 de septiembre de 2016 - 00:00 - Agencia AFP

Manila.-

Reyjin sabe que su adicción puede costarle una bala en la cabeza debido a la “guerra contra la droga” emprendida por el presidente filipino Rodrigo Duterte, pero entra de todos modos en una casucha de Manila donde le espera su dosis.

Para él, como para muchos consumidores filipinos, la campaña radical contra los estupefacientes emprendida por el nuevo jefe de Estado no ha cambiado nada. El síndrome de abstinencia es más fuerte que todo lo demás.

Más de 2.000 personas han muerto desde que Duterte, un abogado de 71 años, fue investido presidente en junio tras una campaña en la que prometió acabar con los narcotraficantes, aunque eso conllevara a la muerte de toxicómanos o de pequeños vendedores de droga.

Duterte ha dado carta blanca a la policía para matar a los sospechosos que opongan resistencia durante el arresto y ha alentado a la población a implicarse en el combate.

El efecto ha sido inmediato: más de la mitad de los homicidios son atribuibles a civiles y a bandas criminales.

Policías armados patrullan sin parar el barrio pobre de Manila en el que vive Reyjin, un conductor de triciclo que usa como taxi. Pero él sigue tomando su “shabu”, término equivalente a metanfetamina, usado en el argot de este país asiático.

“Da miedo porque podría ser el siguiente en la lista”, declara a la agencia AFP este padre de tres hijos que quiere conservar el anonimato. Su aspecto es demacrado y tiene la dentadura destrozada.

Reyjin, de 28 años, cuenta el caso de una mujer que le vendía las dosis. “Estaba sentada en la calle y recibió dos balazos en la cabeza”, relata con frialdad, describiendo una secuencia típica: dos hombres armados y enmascarados irrumpen en moto y ejecutan el homicidio.

Con frecuencia dejan un pedazo de cartón sobre el cuerpo de la víctima con la inscripción “drogado” o “traficante”. Se le llama la “justicia cartón”. Según la policía, los agentes han matado a 756 personas sospechosas de estar vinculadas con el tráfico de drogas.

El jefe de la policía filipina, Ronald De La Rosa, defiende el trabajo de sus hombres. Para él, actúan en legítima defensa y cumplimeinto del deber encomendado.

Sin embargo dos oficiales están acusados de asesinar a un padre y su hijo por resistirse al arresto. La autopsia mostró que habían recibido una paliza brutal que les partió los huesos; finalmente fueron rematados con armas automáticas.

La violencia de esta “guerra contra la droga” ha hecho reaccionar a la ONU, a organizaciones no gubernamentales y a otros países.

Pero tanto Duterte como De La Rosa alegan que actúan dentro del Estado de derecho y atribuyen los asesinatos cometidos por civiles a ajustes de cuentas entre las mismas bandas rivales de narcos.

Ambos aclaran que no se deben tomar al pie de la letra sus discursos acompañados de incitación al asesinato, pero está claro que contribuyen a enardecer los ánimos y a una sensación de impunidad.

En la barriada de Reyjin, la violencia y la presencia policial han frenado el tráfico y aumentado el precio de las dosis. Cuesta más pero sigue habiendo droga, algo preocupante para el presidente, que prometió poner fin a este flagelo de la sociedad en seis meses.

“Si quiere comprar no se mueva de la calle, alguien se le acercará”, explica Reyjin, quien se droga desde los 13 años. “Dé el dinero, le dirán que espere y otro le traerá lo requerido”. También hay escondites donde consumirla, en general viviendas alquiladas. (I)

INCIDENTE DIPLOMÁTICO

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, canceló un encuentro previsto en Laos con su homólogo filipino Rodrigo Duterte, que la víspera se había referido a él como un “hijo de puta”.

“Lamentamos que sus comentarios ante la prensa hayan causado tal controversia”, se disculpó el gobierno filipino en un comunicado oficial.

“Duterte explicó que los comentarios de prensa del mandatario norteamericano, según los cuales lo iba a sermonear acerca de las ejecuciones extrajudiciales, lo llevaron a hacer estas virulentas declaraciones”, agregó el texto.

El lunes, el presidente del país insular se refirió ante la prensa a lo que esperaba que le diga Obama sobre los derechos humanos y en particular sobre sus métodos en la lucha contra el narcotráfico.

“Debes ser respetuoso. Y no solo lanzar preguntas y comunicados. Hijo de puta, te voy a maldecir en ese foro”, dijo Duterte. “Nos vamos a revolcar en el lodo como cerdos si me hace eso”, añadió. (I)

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