En Ecuador hay 5.000 plazas para internar a adictos
Los 30 jóvenes forman un círculo en una iluminada sala enmarcada por cinco amplias ventanas y un balcón desde donde se observa una imagen panorámica del centro de Guayaquil.
Bryan, de 20 años, se pone de pie y los demás se concentran en él. Cuenta que durante cuatro años consumió heroína y sentía que lo había perdido todo. Estaba solo, no encontraba razón para vivir. Sin embargo, no quería caer más profundo y hace más de dos semanas decidió cambiar.
A inicios de julio de 2017 llegó al Centro Especializado de Tratamiento a personas con consumo problemático de Alcohol y otras Drogas (Cetad), asentado en el cerro del Carmen.
Estaba irreconocible, tres veces más delgado de lo que luce ahora. “Trabajaba en lo que sea, pero seguía dañándome. Ahora tengo una visión diferente, quiero terminar el colegio (solo le falta un año) y ser un profesional, tal vez estar en la Marina. Aquí nos recuerdan la importancia de tener reglas y un plan de vida”, expresó el chico que encuentra su fuerza en Dios y el apoyo en la familia, sobre todo en sus dos hermanos que son un ejemplo al no involucrarse con estupefacientes.
El Cetad del cerro del Carmen está conformado por tres niveles. En el más bajo hay seis dormitorios con capacidad de entre 4 y 7 personas, enfermería, lavandería, baños, estación de operadores y un área de recreación. En la planta baja, las salas para las terapias familiares, psicológicas y ocupacionales. Además de consultorios médicos, farmacia, oficina del trabajador social, el comedor y más. En la parte más alta hay una terraza rodeada solo con mallas donde funciona una cancha, gimnasio y baños.
No todos requieren internamiento
Verónica Espinosa, ministra de Salud Pública, indicó que este recinto fue repotenciado con una inversión de $ 300.000. A nivel nacional hay 470 plazas de rehabilitación en 10 establecimientos públicos. A estas se suman las de los 98 centros privados que se unieron a la red de atención y en total hay 5.000 cupos disponibles.
“La idea es que las personas no tengan que recurrir a lugares que operan clandestinamente donde vulneran los derechos, maltratan, incluso torturan”. Reveló que las siguientes mejoras se ejecutarán en la Casa de Acogida Juan Elías, también en Guayaquil, donde residen menores de edad.
Agregó que el consumo problemático de alcohol y drogas alcanza a más de 270.000 ecuatorianos y de esa cifra de 10.000 a 12.000 requieren internamiento. En el caso de los adolescentes suele ser más frecuente el requerimiento de atención residencial, pues al adulto es más fácil controlarlo.
“Los demás pueden ser tratados con sistemas ambulatorios y ambulatorios intensivos. Para eso se hacen las evaluaciones. Si una persona no requiere estar aislada se le puede hacer más daño”.
Línea de atención
Adicionalmente, Espinosa señaló que está disponible la línea gratuita 171 para solicitar citas y evaluaciones en más de 480 centros del Ministerio de Salud. Ahí se determina qué necesita el afectado.
Mientras la funcionaria hablaba, los pacientes -aún reunidos en la sala- terminaban su terapia grupal. El gran círculo se cerró en un solo abrazo. El líder preguntó a viva voz: ¿Quiénes somos? - El Ecuador en recuperación (gritaron al unísono). ¿Qué queremos? - Vencer la adicción. ¿Hacia dónde vamos? - ¡Hacia un nuevo futuro y un día a la vez!
Luego de recorrer el Cetad, Espinosa, acompañada del gobernador de Guayas, José Francisco Cevallos; Iván Espinel, ministro de Inclusión Económica y Social (MIES), y demás funcionarios, cruzó al edificio de la antigua Coordinación Zonal donde oficialmente entregaron la obra mejorada.
Jinson, quien se encuentra en recuperación, se acercó al podio, saludó a las autoridades inclinando su cabeza y al ver al público respiró profundamente. El hombre, de 36 años, lucía perfectamente peinado, vestía una camisa negra, un pantalón de tela y no llevaba ningún papel para ayudarse durante su discurso. “Cuando llegué aquí tenía el cabello largo, los ojos hundidos y pensaba que tenía que morir siendo un adicto. Le llegué a robar a mi mujer y mientras caminaba las cinco cuadras para comprar más droga no dejaba de sentir una intensa culpa”.
El adulto, hastiado de su estilo de vida, clamó por ayuda. De repente sintió una dolencia física que lo llevó de emergencia al hospital. Ahí una enfermera notó su problema de drogas y le contó del sistema de rehabilitación. “No me esperaba que Dios actuaría así de rápido. Por mí mismo nunca hubiera seguido un tratamiento. Estas manos que antes me destruían ahora me sirven para laborar, pues aquí aprendo actividades a las que me puedo dedicar para vivir”. (I)