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El Telégrafo
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El suboficial Mosquera deja 6 hijos en San Lorenzo

Familiares del suboficial Luis Mosquera, entre ellos su esposa, llora al ver introducir el féretro del soldado caído en la tumba del cementerio de San Lorenzo.
Familiares del suboficial Luis Mosquera, entre ellos su esposa, llora al ver introducir el féretro del soldado caído en la tumba del cementerio de San Lorenzo.
Foto: John Guevara / El Telégrafo
23 de marzo de 2018 - 00:00 - Redacción Política

La homilía del párroco Otorino Poreto evidenció el malestar de San Lorenzo. “Estamos indignados”, enfatizó el sacerdote y así reveló su sentimiento por la muerte del suboficial de la Marina, Luis Mosquera, ocurrida por el estallido de una bomba en Mataje.

Luis Mosquera fue una de las tres víctimas que dejó el más reciente atentado en la frontera norte, una zona que conoce muy bien el sacerdote italiano. “El narcotráfico es un crimen, la violencia es un crimen (…) Debemos rechazar el narcotráfico por el bien de nuestros jóvenes”,  decía a un centenar de personas que despedía al militar.

En el coliseo del Batallón de Infantería de la Marina San Lorenzo se reunieron en las exequias familiares del suboficial, sus compañeros de la Armada, miembros del Ejército, de la Policía y ciudadanos del cantón esmeraldeño.

El general Agustín Proaño, jefe de la IV División Amazonas del Ejército, tomó el micrófono para asegurar a todos los asistentes que este atentado no quedará en la impunidad y pidió tranquilidad a la familia porque las Fuerzas Armadas seguirán con ellos.

Al finalizar la misa, juntos, los uniformados y ciudadanos llevaron en un cortejo fúnebre el ataúd de Mosquera. Lo hicieron desde el destacamento de la Marina hasta el camposanto de la ciudad. Un vehículo de la Policía abría el camino, mientras los infantes de marina vestidos con traje de fatiga hacían un corredor.

Mosquera era un hombre querido por sus vecinos y compañeros.  El marinero en San Lorenzo echó raíces, en esta ciudad se enamoró, crió y educó a sus seis hijos. A él no solo lo conocían por su vida militar sino porque era un vecino alegre, que le gustaba el fútbol, pero más que jugarlo su pasatiempo era controlar como árbitro que no se rompieran las reglas en la cancha.

Muchos ciudadanos de San Lorenzo salieron a los balcones de sus casas para ver el cortejo fúnebre y otros hacían una pequeña pausa a sus actividades para acompañarlos en la calle. De esta manera,  más personas se unieron hasta llegar al cementerio municipal, que quedó pequeño para los asistentes.  

Solo los familiares y algunos militares llegaron hasta el sepulcro donde reposaría el uniformado. Ahí el capitán de la Marina, Marcelo López, decía a todo pulmón que la comunidad se entristece por la muerte de un soldado porque ellos nacieron en el pueblo y a él se deben.

“Por héroes como el suboficial Mosquera, nosotros estamos vivos. Para mí es un orgullo despedirlo”.  

Y una ráfaga de disparos fue detonada por los compañeros del militar. Su madre María Tenorio y su esposa  Martha Erazo no pudieron contener su inmensa tristeza cuando el féretro cubierto con la bandera nacional entraba a la bóveda donde permanecerá por siempre.

Y como una recompensa divina, el cementerio de San Lorenzo queda muy cerca del río donde navegó por 26 años el suboficial Mosquera. (I)

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