El reo esquizofrénico recibe un tratamiento a medias
La falta de un centro destinado al tratamiento del esquizofrénico, que cumple una condena en la Penitenciaría del Litoral, ha limitado la recuperación total del procesado que padece esta enfermedad.
Autoridades consultadas coinciden en que la recuperación de la persona privada de libertad depende significativamente de la medicación y el trato que reciba durante su internamiento.
El psiquiatra de la Fiscalía del Guayas, José Rodríguez, considera que en el policlínico de la Penitenciaría dan atención para desórdenes clínicos y no para problemas mentales. “Ahí no hay personal especializado, porque son médicos generales. Pero lo correcto es que haya una unidad psiquiátrica para evaluar a las personas en el momento que corresponda”.
Esto se da a pesar de que, según lo establece el Art. 35 de la Constitución, las personas privadas de libertad y quienes adolecen de enfermedades catastróficas o de alta complejidad, deben recibir atención prioritaria y especializada en los ámbitos público y privado.
Rodríguez manifiesta que la solución está en crear un pabellón exclusivo para estas personas, así se evitaría que convivan con otros internos que tienen diferentes tipos de problemas. Para el fiscal Jorge Blum, las personas con enfermedades de desorden mental deben estar en calidad de presos, pero en un hospital psiquiátrico. “Necesitamos que en la Penitenciaría del Litoral haya un pabellón adecuado para tratar a personas con esta enfermedad”, aclara.
El funcionario señala que tanto la persona que sufre de este mal como su compañero corren un gran riesgo al compartir la misma celda. “Uno no sabe cuando el esquizofrénico recibe voces que le ordenan matar”.
El ex guía penitenciario Ángel Panda confirma que conoció algunos casos de reos con lagunas mentales que se han intentado suicidar. “Aquí justamente tenemos, por ejemplo, el caso del joven que se declaró loco luego de matar a la mujer y a sus dos niños... él en varias ocasiones ha intentado suicidarse”, detalla.
Ante esta actitud, comenta, un interno se ha hecho cargo del cuidado de su compañero. “A pesar de que se le habla para que no cometa una locura, siempre busca la manera de hacerlo”, acota.
El Instituto de Neurociencias de Guayaquil (anteriormente conocido como Lorenzo Ponce) dejó de recibir hace varios años a personas con esta enfermedad que cumplía una pena. Fabrizio Delgado, director Técnico del instituto, recalca que esto ocurrió debido a que el tener la presencia policial en el hospital psiquiátrico no era recomendable para los otros pacientes.
Incluso, dice que muchos gendarmes se dedicaban a hacer cosas indebidas. En este contexto se refiere -sin especificar- a que en ese tiempo tuvieron malas experiencias con los agentes encargados de custodiar a las personas sentenciadas. “Aquí no recibimos pacientes detenidos, porque es un instituto de puertas abiertas en el que no podemos tener a los pacientes encerrados”, aclara. “No tenemos las condiciones físicas para recluir a personas como en una cárcel”.
Explica que en la actualidad colaboran enviando de forma gratuita brigadas médicas (psiquiatras) al centro penitenciario para dar atención a los internos que padecen esta enfermedad.