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El ‘Machete Murderer’ fue el primer asesino en serie de EE.UU.

El  ‘Machete Murderer’ fue el primer asesino en serie de EE.UU.
24 de enero de 2014 - 00:00

Juan Vallejo Corona, conocido como el ‘Machete Murderer’ (‘Asesino del Machete’), nació en 1934 en México y desde joven migró a California, a la ciudad de Yuba City, donde se estableció. Se casó y formó una familia de cuatro hijas, y tiempo después se convirtió en contratista de mano de obra.

Su labor era altamente apreciada entre los granjeros del lugar a quienes proporcionaba mano de obra barata, generalmente mexicanos emigrantes que como él perseguían un mejor nivel de vida en Estados Unidos.

Eran tiempos de liberación gay en ese país cuando nació la leyenda de Juan Vallejo Corona, quien fue calificado como  el más prolífico asesino serial yanqui, por lo que fue condenado a 25 cadenas perpetuas por violar y asesinar a machetazos a los hombres que contrataba.

Todo comenzó el 19 de mayo de 1971 cuando un granjero japonés encontró un pozo en el piso, como el de una tumba, mientras recorría sus huertos de durazno. Al día siguiente la policía desenterró el cadáver de Kenneth Whiteacre. La víctima, había sido apuñalada, tenía golpes en la cabeza y laceraciones en la nuca.

Con el cuerpo, los investigadores encontraron pornografía gay, lo que hizo suponer que se trataba de un homosexual. A pesar de la horrible naturaleza del descubrimiento, para la Policía no había razón de alarmarse. Total, el movimiento gay en boga en San Francisco había agitado e irritado a mucha gente que bien pudo haber liquidado al hombre como una forma de represalia.

ASESINOS, CUANDO MATAR SE CONVIRTIÓ EN PLACER

Un asesino en serie es alguien que quita la vida a tres o más personas y cuya motivación se basa en la satisfacción psicológica que obtiene con el acto cometido.
Estos criminales responden a una serie de impulsos psicológicos, especialmente por ansias de poder y compulsión sexual.
El verdadero hallazgo se produjo el 24 de mayo. Un trabajador encontró la tierra removida en una plantación y llamó a la policía. Extrajeron el cuerpo de Charles Fleming, un vagabundo del lugar. A unos pasos de su tumba improvisada, un uniformado encontró un sendero entre la vegetación, que llevaba a una enorme tumba colectiva. El 4 de junio los detectives terminaron de extraer cadáveres. La cuenta llegó a los 25.

Para Roy Whiteaker, el sheriff de Yuba City, no cabía ninguna duda, esa era una fosa que había sido producto de una sola mente criminal, puesto que todos los cuerpos presentaban signos de un mismo ritual de muerte, o lo que los especialistas llamaron una especie de firma.

En algunos casos las víctimas aparecían con algún tipo de asalto sexual, con los calzones a los tobillos y los genitales expuestos, la mayoría era trabajadores migrantes o vagabundos, pero todos presentaban heridas con arma cortopunzante y golpes en la cabeza, algunos incluso presentaban un tiro.

El caso saltó a las primeras planas de los diarios estadounidenses. Los especialistas no dudaron que estaban frente a un asesino en serie.

En la época de los hallazgos en los huertos, el trabajo policial se multiplicó enormemente. Las labores no solamente abarcaban la exhaustiva búsqueda de restos humanos; a pesar de haber encontrado la tumba masiva, existía la posibilidad de hallar cuerpos solitarios enterrados por aquí y allá. También había que atender a las numerosas personas que se habían enterado del asunto y que buscaban noticias de seres queridos desaparecidos.

Así, había que investigar y dar seguimiento a cada caso. Igualmente daban trabajo la prensa y los curiosos que atestaban las cercanías del entierro masivo.

El 4 de junio la búsqueda llegó a su final. El conteo quedó en 25 cuerpos, de los cuales únicamente 3 no eran cadáveres de anglosajones, tampoco hubo uno solo de origen mexicano. Tras un arduo proceso, los cuerpos fueron identificados, menos 4 que permanecieron en calidad de desconocidos.

En una de las tumbas a ras de tierra se halló una pieza más de evidencia contra Juan Vallejo Corona. Un recibo bancario a nombre del contratista apareció entre la tierra y fue analizado por los agentes.

La evidencia forense presentaba múltiples dificultades, debido a la aún incipiente  tecnología.El caso tomó mucha fuerza, pero el sheriff Whiteaker convocó a destiempo a una conferencia de prensa donde sin previo juicio ni mayores diligencias legales inculpó al mexicano de los crímenes.

El apresuramiento resultó contraproducente, puesto que abrió el caso al escrutinio de más abogados y especialistas para que determinaran realmente si había evidencia suficiente contra Vallejo Corona.

El mosaico de evidencias que se pretendía formar no ayudaba al caso. Después de todo, en  Estados Unidos como en cualquier otro Estado de derecho, nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario.

Para ese entonces circulaban rumores acerca de Vallejo Corona y algunos ‘asuntos’ suyos con hombres homosexuales. Luego estaba el hecho de que había sido diagnosticado de esquizofrenia (1956) y conforme a los usos médicos de entonces fue sometido a terapia de electrochoques.

También se conocía a la perfección un macabro episodio que involucraba a su hermano Natividad Corona, ese sí un conocido y violento gay que operaba el café ‘Guadalajara’ en el poblado de Marysville.

En dicho episodio, apareció en el baño del lugar un joven sangrando de la cabeza, pues con un machete le habían volado parte del cuero cabelludo. El hombre fue auxiliado por otros comensales y el homosexual Natividad Corona huyó hacia México. La víctima demandó por 250.000 dólares, pero el proceso nunca fructificó por la ausencia del demandado. Este lío entre homosexuales daba mucho en qué pensar acerca de ‘Machete Murderer’.

En la tumba colectiva fueron apareciendo uno por uno varios cuerpos en estado de descomposición.Luego estuvo el hecho de que nadie pudo concluir que Juan Vallejo Corona fuera homosexual, esto hubiera resultado crucial dada la evidencia de que los crímenes tenían una motivación notoriamente sexual. Sus abogados defensores nunca llevaron ningún testigo clave al estrado durante su juzgamiento y, aunque no se lo nombró explícitamente, los abogados basaron gran parte de su estrategia en sugerir que había sido el hermano de Juan, es decir Natividad Corona, el verdadero responsable de la matanza.

En una época en que todavía no explotaba el uso de compleja tecnología forense, la única manera de construir el caso contra Juan Vallejo Corona fue mediante evidencia circunstancial.

Durante la etapa de juicio, los fiscales recurrieron a los testimonios de muchas fuentes con el fin de armar un mosaico que sustentara las evidencias encontradas que, al fin y al cabo, fue concluyente y ligó al asesino con las víctimas.

La Policía, después de una ardua investigación, hizo efectiva la detención de Juan Vallejo Corona, quien fue enjuiciado por un total de 25 crímenes y encerrado en la prisión estatal de Corcoran en California, en donde los primeros años no la pasó bien, pues fue apuñalado por 4 internos, dejándolo casi muerto y sin un ojo; sin embargo, Vallejo Corona se recuperó de las heridas. Fue atacado en varias ocasiones. La última vez fue en 1999, cuando tenía 65 años, a esa edad ya padecía de demencia senil.

El 5 de diciembre de 2011 fue rechazado su pedido de libertad bajo palabra y no podrá solicitarlo de nuevo hasta 2016.

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