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El lado “oculto” de encarar a la muerte

El  lado “oculto” de encarar a la muerte
29 de enero de 2012 - 00:00

César, de 17 años, fue diagnosticado con cáncer en la mandíbula hace más de dos años. Más allá de la explicación que los médicos le dieron acerca de su salud y de sus probabilidades de vida, él quiso saber del mal que estaba  padeciendo.

Consultó todos los efectos del tratamiento que le aplicarían, detalles como la pérdida del cabello, de peso y demás síntomas físicos que vendrían con la enfermedad. Quedó impactado. Un lunes, a las 10 de la mañana, mientras su madre llenaba un vaso de agua en el baño, César abrió la ventana de su habitación en el Hospital y se lanzó al vacío. Cayó sobre las manos de una virgen de cemento que se encuentra en la entrada del nosocomio.

El auxilio inmediato que le brindaron médicos y enfermeras únicamente sirvió para mitigar el dolor en sus últimos instantes de vida. César pertenece a la lista, cada vez más larga, de adolescentes que optaron por el suicidio.     

Margarita Velasco, secretaria Técnica del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia,  explica que en la mayoría de los casos, la decisión de suicidarse es un proceso largo.

Sin embargo, existen excepciones, como en la historia de César, en donde una noticia estremecedora funcionó como disparador de una depresión aguda.

En estos casos, el adolescente debería encontrar los mecanismos subjetivos para pasar por un proceso de duelo, aceptación y resistencia, “un reconocimiento diferente; pero puede ser algo muy difícil de lograr”, menciona Velasco.   

En el Ecuador, en los últimos diez años el suicidio subió de ser la tercera causa de muerte en los adolescentes  a convertirse en la segunda (detrás de los accidentes de tránsito y, ahora, antes que los homicidios).

En provincias como Cotopaxi, Chimborazo, Cañar, Imbabura, Morona Santiago y Pastaza, donde existe una alta  población indígena y el fenómeno migratorio ha sido intenso, esta problemática se ubica como la primera causa de muerte entre la población juvenil.    

Para Velasco, existen evidentemente factores externos que conforman el preludio de un suicidio: “varios aspectos socioculturales y económicos intervienen, además de los rasgos subjetivos singulares, los más íntimos asuntos de una personalidad específica”.

Cada vez con más frecuencia, muchos adolescentes están expuestos a procesos de cambio cultural y de urbanización para los cuales no están preparados, que sin duda conjugan el fenómeno, señala la técnica. “Pero la cosa va más allá... ¿por qué se suicidan los jóvenes? La soledad, el miedo a no cumplir las expectativas familiares o el temor a perder o no agradar a los amigos son angustias que aún no han sido comprendidas en su dimensión real”.

Hay que tomar en cuenta que la adolescencia constituye un “universo” de pasiones y preocupaciones intensas que para los adultos suelen pasar por nimiedades, pero que a los jóvenes les resultan determinantes a la hora de moldear su personalidad.

Margarita comenta que en una sociedad tan competitiva, el terror que un joven puede sentir al verse como un fracasado frente a los ojos de sus padres, es motivo suficiente dentro de su realidad para quitarse la vida. Velasco señala que el país no cuenta con un estudio serio y exhaustivo acerca de problemas psicológicos...  “No sabemos cuántas personas deprimidas hay”.

Recalca que sin eso, no se pueden establecer políticas públicas que ayuden a prevenir y tratar a los jóvenes que padecen trastornos.

Pero más allá de esta realidad, añade, ya en el ámbito más inmediato para el adolescente,  padres rígidos y escuelas que no detectan los problemas empeoran la situación. La incapacidad de ver y analizar críticamente lo que, luego de la tragedia,  es evidente, resulta preocupante. Cuando sucede lo peor, padres y profesores son los primeros sorprendidos.

¿Cómo deben actuar los padres ante un intento de suicidio?

Mercedes y Mauricio vivieron la experiencia dentro de su hogar, con su hijo Andrés, de 20 años. La personalidad del muchacho siempre fue extrovertida; un día conoció a una persona que le ofrecía trabajar en la venta de mercadería a muy buen precio.

Andrés reconoce que la ambición y la posibilidad de ganar dinero en poco tiempo lo ilusionaron. Las ganancias de las primeras ventas  le permitieron ir acercándose a un nivel de vida antes inimaginable: “playa, baile, buena mesa y licores, amigas risueñas y amigos acolitadores... él pagaba todo, por supuesto”. Y como suele ocurrir en estas historias, poco a poco el dinero que Andrés comenzó a gastar era más de lo que en realidad recibía, y las deudas empezaron a ahogarlo. 

Hace un año, un viernes por la noche, Andrés se cortó las venas en el baño de la casa de un amigo. Cuando se dieron cuenta, lo trasladaron inmediatamente a una casa de salud. Se salvó por poco.

Para sus padres, la imagen de su hijo en una camilla ensangrentada nunca se borrará. El impacto psicológico que tuvieron que afrontar aún está latente. “La realidad de que nuestros jóvenes encuentren la vida tan dolorosa que lleguen al punto de causarse la muerte, nos resulta incomprensible”, coinciden Mauricio y Mercedes.

Alexandra Escobar, técnica del Observatorio de los Derechos de la Niñez y Adolescencia, indica que muchos padres no saben cómo actuar en una situación de estas, y uno de los principales  problemas que observa  es que el suicidio ha sido siempre -por motivos religiosos, morales o lo que fuere-  un tema invisibilizado en la sociedad.      

Cuando un hijo intenta suicidarse, debe buscarse atención especializada de inmediato, dice Alexandra. El shock que provoca en todos los miembros de la familia los pone en un una situación igual de vulnerable que la del adolescente.

Los principales elementos motivadores a los que el joven puede remitirse en esta etapa son: un proyecto de vida, la confianza, el amor y la sexualidad, señala Alexandra.

A sus 15 años fue abusada

Karina venía planeando su fiesta de 15 años desde hacía muchos meses. La celebración sería en su casa, con  los invitados de rigor y todo concebido al detalle.

Cuando llegó el día, todo parecía perfecto, pero algo extrañísimo ocurrió: sin que nadie se diera cuenta, uno de los invitados la agredió sexualmente en una habitación de la casa. Después de lo sucedido, la sobreprotección de sus padres se hizo evidente, su rutina diaria iba del colegio a la casa, sin salidas con amigas, sin paseos, sin fiestas...

Todo eso fue configurando la decisión que más adelante tomaría. Era una situación en la que los ámbitos para la construcción saludable de su personalidad se fueron cerrando.

Un día, Karina ingirió diferentes sustancias médicas. Su traslado hasta el hospital se hizo eterno, en el camino falleció. Tenía 17 años.

En ese caso, resulta evidente que una asesoría especializada, de alguien por fuera de la familia, hubiera contribuido a establecer otra perspectiva sobre el problema.  

Adolescentes indígenas

En un estudio realizado por el Observatorio Social en los Centros Públicos de Salud  ubicados cerca  de los mercados de Quito,  se encontró que las causas de consulta más frecuentes  son  problemas de  depresión, crisis emocionales y  angustia.

Hace 10 años, las enfermedades predominantes eran gastritis y las respiratorias. Para la gente que trabaja en el Observatorio, esto demuestra claramente que los cambios en los comportamientos de la población trazan, en cada vez más ocasiones, un sendero hacia la angustia, marcado por diversas circunstancias que van desde la desintegración familiar hasta el consumo de drogas. 

El fenómeno de la migración es otro de los factores que desató una suerte de angustia generalizada en los adolescentes y jóvenes que se separaron de sus familias.

El suicidio, entonces, se convirtió, en varios casos, en un intento por alejarse de una situación que los jóvenes sienten que no pueden controlar. Otros adolescentes, según sus propias expresiones en diversos estudios, consideran  incluso  que su existencia es una carga para los demás. Los sentimientos de rechazo, pérdida y soledad, los dejan en la indefensión.

Sandra  Ruiz, del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia (CNNA), manifiesta que previo al suicidio el adolescente va cerrando todas las puertas que tiene y, sobre todo y más importante, escondiendo relaciones sociales problemáticas. 

Para Ruiz, los adolescentes se encuentran en una constante búsqueda de identidad y referentes, lo que puede dar indicios de qué es lo que necesitan de manera más  inmediata, más urgente. Claro, luego el cuidado y el trabajo en función de dilucidar su problema y calmar su angustia debe ser más profundo y sostenido.

Lo importante, señala Ruiz, es detectar este tipo de conducta lo antes posible. Sin embargo, cuando se da un intento de suicidio, la primera reacción de la familia y de la sociedad es cubrir el hecho, y catalogarlo únicamente como un “mal momento”. 

En el Ecuador, valga decirlo, el problema afecta más a las mujeres adolescentes. Sandra Báez, también miembro del CNNA, recalca  que las maneras en que los  adolescentes escogen quitarse la vida dependen, obviamente, del lugar en donde se encuentren; de su acceso a diferentes “opciones”. Por eso, es el envenenamiento la manera más frecuente con la que atentan contra su vida.   

Los impactos del suicidio en la familia dejan huellas permanentes de incomprensión y frustración, pues en pocas ocasiones ésta logra entender qué pasó con su ser querido, o cuáles fueron verdaderamente las circunstancias  que lo llevaron a quitarse la vida.

A pesar de que conocer esas circunstancias es quizás imposible, dado que se trata de lo más íntimo de la subjetividad de un ser humano que sufre, todo suicidio lleva un mensaje directo para una o algunas personas cercanas al joven o adolescente.

El comportamiento suicida suele ocurrir también, desde el punto de vista estrictamente psiquiátrico, por trastornos de bipolaridad y de personalidad. En el caso de la depresión, los adolescentes presentan una baja de serotonina (hormona) en el cerebro. Su principal función es la de regular el apetito mediante la saciedad, equilibrar el deseo sexual, controlar la temperatura corporal y el estado de ánimo.

La serotonina, entonces, está  relacionada con la angustia, la ansiedad, el miedo, la agresividad, así como con los problemas alimenticios y el sueño.

Entre los síntomas de la depresión destacan la dificultad para concentrarse, severos  períodos de ansiedad, de culpa,  la pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban, y comportamientos autodestructivos como tomar alcohol en exceso, consumir drogas o hacerse cortaduras en el cuerpo, además de cambios en los hábitos de sueño y comidas.

Los especialistas señalan que en  el acto suicida siempre habrá una lucha interna entre el deseo de morir y el de seguir viviendo.

Independientemente del comportamiento verbal o no verbal de un joven, se pueden revelar indicios de que podrían suicidarse. Estar atentos a ellos, concluyen especialistas, sin persecución autoritaria o juicios satanizantes, sin  irrespetar la integridad y personalidad de los jóvenes, es lo que les toca a quienes los rodean. Y, sobre todo, nunca se debe trata de esconder o minimizar el problema.

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