El deseo, ¿la línea entre la violencia y un crimen?
“Todo ser humano nace con la semilla de la violencia, solo es cuestión de despertarla”, afirma el psicólogo clínico Bruno Stornaiolo. El especialista explica que la conducta humana se rige por cuatro factores: el predisponente, que viene por genética; el determinante, que es el entorno donde se desarrolla el joven; el desencadenante, donde influyen agentes como el alcohol y las drogas, o un hecho traumático que puede influir para bien o para mal; y el reforzante, que puede ser debilitar o reforzar una conducta según las circunstancias.
Para el semiólogo Lobsang Espinoza, un crimen como el ocurrido contra la quiteña de 20 años Karina Del Pozo, revela -desde una perspectiva biológica- que primó lo instintivo y no hubo una planificación intelectual.
Asegura que desde la psicología, los ataques relacionados con el sexo están conectados con personas de escasa inteligencia y no influye ni la moralidad ni la ética. Una persona que actúa de forma instintiva e impulsiva no está razonando ni organizando la información para tomar decisiones. Al actuar de esa forma se entra en un contexto patológico y de anormalidad, explican Stornaiolo y Espinoza.
En su análisis, el semiólogo considera dos elementos fuertes: el estrangulamiento de la víctima y la pedrada para destrozarle el rostro y la cabeza, con el objetivo no solo de matar, sino de destruir esa parte física de la víctima.
Para los especialistas, el acto violento no se resume en el uso de alcohol y drogas, sino en parámetros específicos de cómo funciona la mente humana bajo ciertas condiciones.
Una agresión no es conductual sino cognitiva, es decir, el hecho de actuar va de la mano con el hecho de interacción en el cerebro: “estímulo - respuesta”. Se debe considerar además que los comportamientos de la persona están dados por dos elementos: la observación e imitación.
Ambos especialistas coinciden en que desde pequeños todos estamos en contacto con la realidad y consideran que la actuación de los jóvenes involucrados en el asesinato de Karina posiblemente fue reproducir algo que ya hicieron antes, pero no reflejado en actos criminales, sino en peleas o conductas agresivas. “No se trata de estudiar a las personas involucradas, sino entender qué fue lo que los motivó a cometer un asesinato”, explican.
Los crímenes de tipo sexual -dicen los expertos- tienen una connotación específica: cuando alguien violenta a otra persona, siempre hay violencia sexual previa, lo que determina que en la adultez se genere algún comportamiento agresivo, entendiendo que la violencia no es ajena a ninguna clase social.
Cuando se comete el crimen, el asesino se adapta al hecho, sin olvidar que un crimen de tipo sexual siempre está relacionado a personas con predisposición a la pornografía y la violencia que, a diario, ven en los medios de comunicación. Eso les lleva a “domesticar el mal” y por ende a una desensibilización, a transformar a las personas en objetos, en este caso, un machismo que considera el uso de la mujer para satisfacer un deseo, el mismo que después debió ser callado con el asesinato, explica Espinoza.
¿Pero qué lleva del pensamiento a la práctica? Espinoza dice que la respuesta es el impulso, la idea de no verse expuestos, al haber quebrado la sensación de seguridad. Los especialistas explican que los ataques grupales se deben al contexto específico en el que estuvieron, donde la sexualidad domina una situación y luego de una agresión, de modo que la responsabilidad se diluye entre las personas involucradas.
Las personalidades sociópatas -afirman- surgen cuando una persona no se acomoda a la sociedad y trata de manipular para que todo se acomode a él. Entre los jóvenes involucrados -añaden- debe haber uno con mayor capacidad analítica que ha manejado la información a su favor. Estas personalidades son una bomba de tiempo, pues la cantidad de presión que se acumula y la necesidad de liberarla hizo que Karina Del Pozo se convierta en el objeto de su furia porque era quien, en ese momento, estaba ahí.
Frente a la cantidad de emociones y adrenalina que ya estaban en sus cuerpos, la respuesta en situaciones límite es matar o escapar. En algunos casos, el ego que genera una situación de vida o muerte se convierte en parte de su personalidad, caracterizada por un afán manipulador. La persona disfruta la sensación de poder y eso le lleva a experimentar placer sexual conectado con frustración interna. Es necesario entender que la agresión no surge por iniciativa individual sino que está conectada con las condiciones del instante en que se produce el crimen. La represión que sienten en un ámbito de su vida buscará desahogos en otros aspectos.
El aprendizaje social de la agresión está relacionado con llenar un vacío existencial, pero los quiebres que generan conflicto surgen en quienes no pueden lidiar con el rechazo o aquellos que intentan burlarse de la autoridad.
El asesinato es una forma de manifestar conflictos que permanecían en el inconsciente y la forma cómo se ejecuta el crimen puede dar rastros de su identidad. El ahorcamiento puede significar sentirse atrapado.
Los involucrados en el asesinato de Karina Del Pozo -dicen los expertos- sabían lo que hacían y no se puede catalogar el acto como demencial, porque bajarse del carro y caminar unos metros para atacar a la víctima indica que aunque el pensamiento fue escaso, existió, de lo contrario la habrían matado dentro del vehículo.
Según especialistas, el consciente y subconsciente siempre están en conflicto por conciliar y satisfacer un deseo, pero el mecanismo que permite obtener ese placer dentro de los marcos de la realidad puede, en ocasiones, verse opacado por la parte instintiva. Y señalan que los actos en defensa propia tienen contenido inconsciente.
Stornaiolo anota que una persona psicópata es aquella que se deja vencer por el instinto y puede robar, violar o matar, carece de sentimientos de culpa o remordimiento y unicamente vive el presente: “tiene inteligencia de humano, pero reacciona como un animal”. Mientras que una personalidad neurótica tiene manías, pero no sabe cómo cambiar. En las personas debe ocurrir algo extraordinario para que esa frustación explote en violencia.
Todas las personas pierden la cabeza alguna vez, pero ¿qué les impide ir más allá? Stornaiolo afirma que la intención de saciar un deseo sexual, en un estado de adrenalida, los hizo sobrepasar la línea de un acto violento al crimen.