El comercio arma su plan de seguridad contra pillos
El 24 de diciembre de 2010 el movimiento comercial en el sector de la Bahía -como comúnmente ocurre cada año- estaba en su mejor apogeo. Los clientes que ingresaban y salían de un local de venta de calzado limitaban, casi en su totalidad, la visibilidad de la mayoría de la mercadería exhibida.
Ese impedimento fue aprovechado por una mujer que, en compañía de una niña, intentó robarse -aprovechando la distracción de los vendedores- los zapatos que estaban a su alcance. “Primero ingresó como un cliente normal y pidió que le permitieran probarse un par de sandalias, después otro calzado, luego otro y otro...”, contó Ramiro Beltrán, uno de los empleados del establecimiento. “Lo que intentó con tantos pedidos es confundirme con el número de pares de zapatos que saqué de la bodega y así ocultar un par en el bolso que traía y cargaba la niña”, recalcó.
Beltrán indicó que comenzó a sospechar de que había algo irregular cuando la supuesta cliente -al final de cuentas- decidió no hacer ninguna compra.
Fue en ese momento que se percató que le hacía falta uno de los zapatos que había mostrado y que inexplicablemente apareció en la funda que portaba la menor de edad. “Fue por un error que tuvieron, al esconder mal los zapatos en el bolso, que me di cuenta que querían robar... pero como se trataba de una niña lo que hice fue mirarla y tomar el calzado... luego ellas se fueron”.
Ante similares intentos de robos, los comerciantes de diferentes locales del centro de Guayaquil han adoptado progresivamente diversas medidas de seguridad: sensores en las puertas, cámaras de vigilancia, letreros que alertan sobre la instalación de alarmas, entre otros.
Esto se evidencia en especial, según la comerciante Piedad Castro, de 76 años y quien tiene más de 30 años trabajando en la Bahía, cuando se acercan las festividades de Navidad y fin de año. Relató que en esta época se preparan por los acontecimientos delictivos que se puedan perpetrar. “Desde que estoy aquí he visto como roban hasta a los compradores, si están distraídos se les llevan los paquetes que han comprado y si no lo están los distraen para poder robarles”, acotó.
Esto lo corroboró el comerciante Luis González al relatar que en una ocasión observó como robaron a un cliente con solo llamar su atención. “Mientras uno de los delincuentes arrojaba una pequeña piedra a la altura del hombro (de la víctima), el otro aprovechaba para llevarse el bolso de sus compras que había dejado en el piso”. Dijo que todo ocurrió en los segundos que el cliente giró la cara para observar qué era lo que le habían lanzado.
Otra modalidad delictiva que afecta a los comerciantes es la promovida por las denominadas “piponas”. Se trata de aquellas mujeres de contextura gruesa que aprovechan el descuido de los vendedores para ocultar la mercadería en sus blusas, pantalones o faldas. “Son astutas y tan rápidas que uno no llega a determinar en qué momento se guardan las prendas”, detalló Ingrid Pita, empleada de una boutique. “Siempre andan en grupo para taparse entre sí al momento de esconder la mercadería”, recalcó.
Según un análisis del Observatorio de Seguridad Ciudadana de Guayaquil (OSCG), los montos económicos que representan este tipo de robos van desde 6 hasta 270 dólares.
Aunque las pérdidas no son significativas al comparar estos casos (penalizados en el Código Penal como hurto) con los asaltos o estruches, la contratación de seguridad privada armada ha sido una buena opción para evitar el cometimiento de estos hechos.
Esto lo aseguró Carlos Castro, dueño de un local de prendas de vestir para mujeres, quien expresó que antes no contaba con ese servicio y por los frecuentes intentos de hurto decidió hacerlo.
Aseguró que con la presencia del escolta en la puerta de ingreso del establecimiento los hechos delictivos no han sido reportados.
Algo que preocupa también son los robos en locales cerrados.
Bernardo Ovalle, coordinador del OSCG, dijo que los estruches representan el 45,53% de los 722 robos cometidos en el sector comercial durante los primeros once meses de este año (en el período 2010 hubo 1.157 casos).
Manifestó que forzar la puerta principal, el techo (7,22%) y hacer orificios en la pared (6,70%) son los actos más utilizados por los delincuentes para ingresar a los locales. No obstante, aclaró que las dos últimas opciones son aplicadas con poca frecuencia, ya que la primera representa el 78% de los casos.
Ovalle recalcó que gracias a los controles policiales y a las medidas de autoprotección las cifras de robos tienen una tendencia significativa a la baja.