El castigo físico a los niños es permanente en ciertos hogares
En una vivienda, ubicada en las calles Maldonado entre la 24 y 25, en el Suburbio oeste de Guayaquil, se reportó el rescate de un niño de 4 años encadenado a su cama. Ese fue un hecho que -la semana pasada- causó conmoción al ser descubiertos los supuestos maltratos que sufría el menor en su hogar.
Una madre y un padrastro, presuntamente drogadictos y con indicios de haber tenido acercamientos con conocidas pandillas, fueron identificados como los responsables de las agresiones que iban desde repetidos baños con agua helada hasta golpes en el cuerpo.
Maltratos similares y otros casos menos agresivos han sido determinados por la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) como parte de las acciones de protección ejecutadas cuando un menor se encuentra en situación de riesgo. En 2011, un total de 15 rescates de infantes se reportó y 8 padres fueron detenidos por esta causa.
Juan Carlos Mina, jefe de la Dinapen, relató que hechos similares al del niño rescatado, que estaba encadenado a su cama, han salido a la luz pública a través de denuncias presentadas por ciudadanos que conocen de estas irregularidades.
El oficial consideró fundamental la participación de la sociedad, ya que al denunciar estas situaciones se puede finalizar con el “infierno” que vivirían algunos pequeños.
¿Pero qué tan común es el maltrato físico en algunos hogares de Guayaquil, en especial en los de bajo estrato social? Esto fue analizado por el Observatorio de Seguridad Ciudadana de Guayaquil mediante un estudio que buscó identificar los factores que promueven la violencia intrafamiliar.
Bernardo Ovalle, coordinador del Observatorio, expresó que el análisis se basó en las condiciones de convivencia que atravesaban 37 familias de la cooperativa Independencia (sector del Suburbio).
Así se pudo conocer, dijo, que en el 44% de esos hogares (16) se ejercía el maltrato físico para disciplinar a los menores. El 56% restante reconoció que aplica otros métodos, como los llamados de atención, prohibir ciertas preferencias o no implantar castigo alguno.
La investigación llega a la conclusión de que los niveles de violencia intrafamiliar, entre los encuestados, se ubican en un 49% aproximadamente.
Para la socióloga Elena Ojedis, quien participó en la indagación realizada en la cooperativa Independencia, ese entorno de riesgo impulsó a muchos menores a involucrarse desde temprana edad en pandillas.
Argumentó que cuando el niño no encuentra ese sustento emocional en la familia, lo busca en la calle.
Eso ocurre, por lo general, en hogares disfuncionales en los que, incluso, los tutores o padres tienen antecedentes delictivos.