Publicidad

Ecuador, 21 de Septiembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Mató a 11 personas, entre ellos sus 2 cómplices de los crímenes

El ‘Ángel de la muerte’ no dejaba testigos en robos

El ‘Ángel de la muerte’ no dejaba testigos en robos
18 de septiembre de 2015 - 00:00 - Redacción Justicia

“No reúne las condiciones para el reingreso al medio libre a través de la libertad condicional. Carece de mentalidad reflexiva del accionar transgresor, reconociendo tan solo ser autor de los robos cometidos con el fin de ayudar a los necesitados, no así el resto”, asegura un informe elaborado por el Departamento Técnico Criminológico de Buenos Aires.

Este informe impidió que las autoridades judiciales apoyen un pedido de libertad del bonaerense Carlos Eduardo Robledo Puch, más conocido como el ‘Ángel de la muerte’, autor de 11 asesinatos, una tentativa de homicidio, 17 robos, una violación, una tentativa de violación, un abuso deshonesto y dos raptos, además de dos hurtos.

Robledo, que fue detenido en febrero de 1972 y sentenciado a cadena perpetua, viene, desde mediados de 1980, insistiendo en su ansiada libertad para salir de Argentina y radicarse en un país vecino, donde supuestamente ya tiene trabajo y residencia, según asegura su abogado.

Infancia conflictiva

Víctor Elías Robledo, mecánico de la General Motors, que siempre andaba de viaje; y Aida Puch, de ascendencia alemana, trajeron al mundo a Carlos Eduardo el 22 de enero de 1952 en Olivos, en Buenos Aires, Argentina. Durante su infancia afloró su rebeldía, lo expulsaron de 4 escuelas, pasó un año en un instituto de menores por andar en una Siambretta (motoneta) robada y dejó su casa a los 16, para irse a vivir con su abuela, quien solo le exigía que hablara alemán e inglés y que la acompañara a misa.

La falta de sus padres y la ausencia de una persona que lo controle, lo llevaron a reunirse con Jorge Ibáñez, un joven que acostumbraba a sustraerse las limosnas de las iglesias.

A finales de 1970 Ibáñez puso en la mano de Robledo su primer arma de fuego y lo convenció de que podían conseguir ‘dinero rápido’ que les permitiera comprar cuantas cupés Dodge quisieran.

Los crímenes

El 15 de marzo de 1971, Robledo e Ibáñez ingresaron en el boliche Enamor, llevándose 350.000 pesos. Antes de huir asesinó al dueño y al guardia del establecimiento con una pistola Ruby calibre 32, mientras dormían.

El 9 de mayo de 1971, a las 04:00, los mismos hombres llegaron a un negocio de repuestos de automóviles Mercedes-Benz en Vicente López. Al entrar en una de las habitaciones hallaron a una pareja y su hijo recién nacido. Robledo asesinó al hombre de un disparo e hirió a la mujer de la misma forma. Ibáñez intentó violar a la mujer herida -quien sobrevivió y posteriormente testificó en el juicio-. Antes de huir con 400.000 pesos, el ‘Ángel de la muerte’ disparó a la cuna donde lloraba un bebé de pocos meses, quien logró quedar con vida. El 24 de mayo asesinaron al guardia de un supermercado en Olivos.

Por lo menos en dos ocasiones, a mediados de junio de ese mismo año, Robledo Puch ejecutó en la ruta a dos jóvenes mujeres que habían sido abusadas sexualmente (una de ellas pudo evitar la violación) por Ibáñez en el asiento trasero del automóvil de turno.

El 5 de agosto, en circunstancias bastante dudosas, Ibáñez falleció luego de un accidente automovilístico. Robledo Puch, quien conducía el vehículo, huyó ileso de la escena luego del accidente. Hay quienes sospechan que en realidad se trató de un ajuste de cuentas.

‘El Chacal’, como también se conoció a Carlos Robledo, se consiguió otro amigo que lo acompañó en su carrera criminal, Héctor Somoza.

El 15 de noviembre de 1971 asaltaron un supermercado en Boulogne, acribillaron al guardia con una pistola Astra Cádiz calibre 32 que obtuvieron pocos días antes en el robo a una armería.

Dos días después de este hecho, el 17 de noviembre, irrumpieron en una concesionaria de autos y asesinaron al cuidador. Pasó una semana del robo y crimen y cometieron un nuevo atraco en otra concesionaria, en Martínez, de donde se llevaron un millón de pesos. Robledo Puch disparó en la zona occipital del cráneo al guardia. Matar a seres humanos se había convertido en su principal misión, y al mismo tiempo en su gran diversión.

Una cédula lo delató

Durante un asalto en una ferretería de la localidad de Carupá, Robledo mató a su cómplice Somoza y con total frialdad le desfiguró la cara con un soplete. Ese hecho selló la carrera delictiva de aquel joven de pelo rojizo ensortijado y cara aniñada, porque olvidó su cédula en el bolsillo de su compañero asesinado, lo que llevó a la Policía a detenerlo cuando regresaba a casa de su abuela.

Sólo tenía 20 años Carlos Robledo cuando lo arrestó la policía argentina en febrero de 1972, y luego de una serie de informes y testimonios lo llevaron a juicio.

Su madre lo visitó en la cárcel y al salir dijo que quería que su hijo “tenga la oportunidad de ser alguien de bien”. Ella murió en un manicomio. También su padre falleció y heredó su fortuna.

Lo juzgaron en 1980, cuando ya había pedido su traslado al pabellón de homosexuales de Sierra Chica. Lo condenaron a cadena perpetua con la accesoria de reclusión por tiempo indeterminado por 36 delitos.

“Esto fue un circo romano. Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”, fueron las últimas palabras de Robledo Puch ante los jueces de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro, cuando lo condenaron en 1980 a reclusión perpetua.

En 2001 el “Ángel de la muerte”, comenzó a sufrir frecuentes brotes psicóticos, en uno de los cuales quemó el taller de carpintería del penal de Sierra Chica, donde trabajaba tras señalar que se creía Batman.

Por eso fue trasladado transitoriamente a la Unidad Penitenciaria 34 de Melchor Romero, especializada en el tratamiento de reclusos con alteraciones mentales, donde profesionales del Servicio Penitenciario determinaron que tiene “una estructuración psicopática de la personalidad, con rasgos de perversión y cierta ideación delirante, y que no reconoce culpa”, y observaron “cierto grado de agresividad contenida”, motivos por los que no aconsejaron su libertad. (I)

Contenido externo patrocinado