Los privados de la libertad encuentran, sobre todo en sus hijos, la motivación para rehabilitarse
200 internos se preparan para el examen de ingreso a la universidad
Christian Javier tiene 35 años y está condenado a 2 décadas de privación de la libertad por una violación que él asegura no cometió. Pese a su descontento con la investigación no se da por vencido e insiste en que su vida debe continuar dentro o fuera del reclusorio.
El ciudadano es uno de los aproximadamente 200 internos que, desde el martes último, se capacitan para rendir el Examen Nacional de la Educación Superior (ENES), en las aulas de la Unidad Educativa Eugenio Espejo, ubicada dentro del Centro de Rehabilitación Social (CRS) de Varones, conocido como la ‘Penitenciaría del Litoral’.
Hasta el penal, situado en el km 17 de la vía a Daule, llegó personal de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt) para prepararlos en razonamiento numérico, verbal y abstracto.
El primero consiste en razonamiento matemático (suma, resta, multiplicación, división, fracciones, porcentajes); el segundo en el manejo del lenguaje (sinónimos, antónimos, lectura comprensiva); y el tercero en el análisis y resolución de problemas (analogías gráficas, secuenciación, matrices gráficas). Las clases continúan hoy y terminan mañana.
Karla Benítez, viceministra de Atención a personas privadas de la libertad del Ministerio de Justicia, informó que el examen se rendirá el 19 de septiembre. “Los PPL que tengan 601 puntos (sobre 1.000) accederán a un cupo para que estudien una carrera universitaria. Las carreras a las que quieren acceder son variadas, como ingenierías, abogacía, entre otras”, sostuvo.
Ledy Zúñiga Rocha, ministra de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, visitó a los presos para darles ánimo y desearles éxitos en este reto histórico, pues recordó que la ‘Peni’, como antes se la conocía, era un lugar donde solo se podía encontrar desesperanza, insalubridad e indignidad, pero hoy se marca un nuevo hito en la transformación del sistema de rehabilitación social.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, hasta julio de 2015 el 22% de la población penitenciaria, que bordea las 25 mil personas, ha accedido a procesos de educación formal. 319 internos están cursando la educación superior.
Christian se graduó de bachiller en Técnico-mecánica hace más de 15 años, en un colegio de la península de Santa Elena. Recuerda que sus progenitores, desde que él era niño, tenían buses para transporte interprovincial. “Yo les ayudaba cambiando llantas, revisando el motor, cambiando piezas”, rememoró.
El ciudadano quiere ser un profesional para que, al salir de la cárcel, encontrar un trabajo que le permita sustentar a sus 3 hijos: 2 del primer compromiso y uno de una segunda relación. “Me da vergüenza decir que cometí ese delito, pero esa acusación fue falsa y espero que algún día salga eso a la luz. La mujer de mi primer compromiso, movida por los celos o la envidia de que me iba excelente con mi nueva pareja, obligó a mi hija a que dijera que yo había abusado de ella, pero eso nunca fue así”, mencionó.
Víctor Moreira, otro interno, comentó que desde el 2003 no pisa un centro de estudios y que ahora desea estudiar Ingeniería en Sistemas, pues su condena es de 20 años por el delito de asesinato. “Mis familiares están contentos, me felicitaron. Esto es un ejemplo para mis 2 hijos”, señaló.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), elaborado en el 2013, acerca del nivel de educación alcanzado por los internos, más del 80% de los reclusos de países como Argentina, México, Perú, El Salvador, Brasil y Chile no había completado 12 años de escuela. (I)