El Centro de Adolescentes Infractores Virgilio Guerrero, ubicado en el norte de Quito, es regentado por los Terciarios Capuchinos y acoge 130 menores en sus instalaciones.

De esa cifra, 122 son jóvenes que tienen sentencia. Entran desde los 13 hasta los 17 años y se quedan hasta cumplir la condena, por ello, algunos superan la mayoría de edad, explicó el padre Gilberto Rubio, director del centro.

Manifestó que los chicos están allí por delitos como robo, violación, tráfico de drogas y homicidio. Para ayudarlos ejecutan un proyecto de vida que incluye un crecimiento personal y formación académica.

Rubio indicó que los dividen de acuerdo con la edad, para evitar que los más chicos compartan con los grandes.

Disponen de talleres de cerrajería, panadería, arte, ebanistería y sistemas. Cuentan también con el colegio Hermano Miguel y gracias a un convenio con el Ministerio del Deporte, a los menores se les hace practicar alguna disciplina.

A través de diferentes actividades y acompañamiento con las respectivas familias, buscan reinsertar a los menores.

Gracias a ello han logrado varios casos de rehabilitación. Nely Ramírez, psicóloga del Centro de Adolescentes Infractores Virgilio Guerrero, explicó que los jóvenes que pasan por allí, generalmente, provienen de hogares disfuncionales.

Indicó que trabajan según el delito cometido por los muchachos, pues muchos de ellos presentan agresividad.

En el Virgilio Guerrero laboran tres educadores y, entre otras áreas, disponen de un departamento de trabajo social.
Alegría Loachamín, madre de un joven reincidente, manifestó sentirse contenta con la obra que hacen los padres capuchinos, porque sí se dan casos de rehabilitación.

“Tengo cinco hijos, soy sola y el último tiene 17 años. Debido a mi trabajo pasa solo, por eso anda en la calle y los amigos lo tientan para que robe. Él dice que es un juego, pero ya son dos veces que cae preso, esta vez fue por el robo de un celular”, lamentó. (I)