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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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231 privados de libertad pasarán una Navidad sin consumir drogas

Los internos decoraron el pabellón 7, también llamado Zeus, con guirnaldas metálicas y con adornos navideños elaborados en cartón, cartulina, fómix, papel, entre otros.
Los internos decoraron el pabellón 7, también llamado Zeus, con guirnaldas metálicas y con adornos navideños elaborados en cartón, cartulina, fómix, papel, entre otros.
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Iván perdió su ojo izquierdo durante una pelea con un expendedor de drogas y poco después cayó preso por un delito, que dice, no cometió.

A los 13 años consumió estupefacientes por primera vez. Recuerda que lo hizo por curiosidad y porque sus amigos le dijeron que así “olería a hombre” y se lo creyó.  Además culpó a su familia, al hecho de que sus padres no vivían juntos y que no le daban el amor que él necesitaba, pero, a sus 38 años, entiende que solo eran excusas, que la decisión de dañar su vida fue solo suya.

Ahora lleva dos años sin consumir, pues voluntariamente accedió a un programa de rehabilitación de adicción a drogas que se desarrolla en el pabellón 7, también llamado Zeus, en el Centro de Rehabilitación Social de Varones, conocido popularmente como Penitenciaría del Litoral, en la periferia de Guayaquil.

En el recinto penitenciario este jueves 20 de diciembre se realizó el evento “Mi primera Navidad sin drogas”, organizado por el Ministerio de Salud Pública (MSP). Ahí 231 internos que empezaron su tratamiento de recuperación, este 2018 celebraron el estar limpios de narcóticos.

Iván ya no recuerda el último diciembre que pasó feliz. Se rememora solo, comiendo basura en las calles, viendo de lejos a la gente feliz disfrutando en familia. Él pasaba en las veredas, sucio, desorientado, buscando más sustancias y desgastando su adolescencia y juventud.

“Tenía 34 años cuando perdí mi ojo, no me podía ver al espejo, no quería vivir. Perdí tiempo, la dignidad, casi pierdo a mi familia y hasta mi vida, no podía seguir así. Ahora agradezco a Dios porque me levanto cada mañana”.

Iván recién lleva dos de 20 años en la cárcel, pero no se desespera. Dice que estar preso es lo mejor que le ha pasado porque dejó el vicio y puede volver a ver sonreír a su madre, a su esposa y a sus tres hijas.

“Yo ya estuve antes en la cárcel y solo había consumo, ahora hay oportunidad de rehabilitarse”, cuenta mientras el grupo musical Ensamble Litoral entona una canción de reggae llamada “Tú sin mí”.

El pabellón 7 está decorado con guirnaldas metálicas y también con otras hechas manualmente con piola y figuras recortadas como árboles, regalos y campanas.

Un árbol de Navidad también elaborado por los privados de la libertad pende de una viga del techado del patio principal.

Los internos cortaron aros de cartón y los forraron con papel color verde, los unieron con hilo y entre los espacios colgaron adornos, guirnaldas y luces. También hicieron un muñeco de nieve con vasos plásticos de color blanco.

En cada mesa que rodearon para celebrar las festividades decembrinas había otra manualidad: árboles navideños elaborados con papel.

Pier Galeotti tiene 37 años y también, en el pabellón 7, se recuperó del consumo problemático de drogas. “Aquí tengo una nueva familia, una esperanza de construir todo lo que mi adicción destruyó”.

El privado de la libertad pensó en la nueva generación. “Están cometiendo el mismo error que yo, perdiendo los mejores años, la dignidad y todo por no escuchar los consejos de los padres o de quienes más nos quieren. La adicción es una enfermedad progresiva y mortal”.

Pier también empezó a consumir a los 13 años y en ese entonces culpó al hecho de tener una familia disfuncional, pero se arrepiente de haber buscado justificaciones.

“No puedo contarle todo lo que hice por las drogas, pero sí toqué fondo. Dormí en la calle, comí basura, hice sufrir a mucha gente. Mis padres murieron cuando yo estuve perdido, no los pude disfrutar”.

1.200 recuperados

La psicóloga clínica Lourdes Mackliff, del Ministerio de Salud Pública (MSP) y responsable del pabellón de adicciones, explicó que el modelo terapéutico dura de seis a ocho meses.

El primer mes es para la desintoxicación (con médicos especializados), la etapa más complicada, indicó.

Los 231 que este jueves 20 de diciembre celebraron su primera Navidad son el cuarto grupo que culminó su tratamiento y en enero de 2019 se prevé que empiece un nuevo grupo, cada persona que ingrese lo hace por su voluntad. “Desde el 2016 se han recuperado unas 1.200 personas privadas de libertad”.

“Algunos se cambian de pabellones, otros recuperan su libertad y también deciden quedarse para seguir con un modelo terapéutico de refuerzo, y pueden ayudar a los nuevos consumidores”.

Hacinamiento carcelario

En Ecuador existen 38.523 personas privadas de la libertad, de estas 35.631 son hombres (92,49%) y 2.892 mujeres (7.515). El nivel de hacinamiento se ubica en 38,59% a nivel nacional, pues hay plazas para 27.796 ciudadanos.

Ricardo Camacho, subsecretario de Rehabilitación del Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos, destacó que cuando una persona ingresa a un centro penitenciario la idea no es embodegarla, sino que la labor fundamental es rehabilitarla.

“Cuando ingresa una persona se le realiza un diagnóstico psicológico y se la ubica según la peligrosidad. Pero todos pueden acceder a procesos educativos y laborales”.

En las tres cárceles regionales, situadas en Guayaquil, Latacunga y Cuenca, (inauguradas durante el Gobierno anterior) existen los espacios adecuados, pero en las anteriores -con décadas de antigüedad- hay que acomodarse.

Debido al hacinamiento, Camacho informó que se reabrirá el Centro de Rehabilitación Social conocido como “La Roca” (en Guayaquil) para que ahí cumplan la sanción los detenidos por apremio.

Camacho destacó que en los recintos faltan agentes de tratamiento penitenciarios para cumplir con la norma internacional de tener un guía por cada 10 internos.

En el país hay 1.500 uniformados. “Pero con formación con una malla curricular adecuada, con doctrina, que sepan que no son policías, ni militares, ni ‘Rambos’; y que no se dejen alcanzar por la corrupción”. (I)

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