Luego de 35 días de prisión, 10 estudiantes recobran libertad
Vestido con camisa blanca y pantalón de tela, Carlos Cantuña se paró a pocos metros de su hijo dentro de la sala de flagrancias, con las manos juntas por varios minutos, los ojos cerrados y murmurando una corta oración. Carlos lloró al escuchar que el mayor de sus hijos, quien lleva su mismo nombre, por fin sería puesto en libertad, luego de haber pasado 35 días en el Centro de Detención Provisional (CDP).
Cuando la jueza de Garantías Penales Eliana Carvajal acogió el pedido del fiscal de terminar el proceso penal iniciado en contra de los estudiantes del colegio Central Técnico, de Quito, por presunto delito de rebelión, padres, tíos y hermanos de los jóvenes detenidos se abrazaron en lo que representaba un alivio luego de mucho tiempo.
Los jóvenes, quienes llegaron a la audiencia esposados entre ellos, daban las gracias, se abrazaban y se decían a sí mismos: “somos libres”. Sus padres y madres intentaban acercarse en medio de los guardias que los custodiaban; algunos lograron acariciarles la cabeza un par de segundos, otros les golpeaban con suavidad la espalda o los hombros, haciéndoles saber que estaban ahí.
Durante la audiencia, el fiscal Borman Peñaherrera señaló la existencia del delito de rebelión, por la protesta en los exteriores del colegio Central Técnico el pasado 22 de febrero, que generó daños a la propiedad pública y privada, pero aseguró que ninguno de los 12 jóvenes participó en ese acto.
Isabel Carvajal, madre de Juan, llegó desde Guayllabamba, una parroquia al norte de Quito. Ella tuvo que dejar su trabajo de comerciante para estar pendiente de todas las diligencias que debieron realizar con los abogados desde el primer día de la detención. Estos padres comenzaron a conocerse y darse apoyo cada miércoles, cuando llegaban hasta el CDP para coger un turno y poder visitar a sus hijos.
La impresión de verlos durmiendo en el suelo de las celdas o los baños no la olvidarán jamás, dicen todos. “No importa si hoy no tenemos qué comer, el esfuerzo valió la pena por verlo libre”, decía Luis Aluisa, padre de Santiago, alumno del quinto año de mecánica automotriz. “Ahora sabemos lo que es la libertad”, gritaron todos los jóvenes, aunque hasta las 17:00 de ayer aún esperaban con ansias la boleta de excarcelación correspondiente.