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Ecuador, 29 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Daniel: “¿Por qué mi papi le pegaba a mi mami?”

Frente a dos tumbas, un niño de apenas tres años empieza, por iniciativa propia, a contar todo lo que ha hecho, dónde ha viajado y qué regalos le han comprado. “Mira, ñanita, mi tío Pepe me compró este carrito. ¿Cuándo vas a venir para jugar juntos? ¿Estás acompañándola a mi mamita?”.

Esa escena se repite todos los domingos en el cementerio Jardines de Esperanza, donde religiosamente el pequeño Daniel (nombre protegido) es llevado para visitar las sepulturas de su madre y hermana. “Él mismo me exige que quiere ir a ver a su mamita y a su ñañita, les lleva flores y pregunta por ellas; le digo que están en el cielo cuidándolo y me responde: tú estás aquí en la tierra cuidándome”, relata con la voz entrecortada Katty De Janón, tía del infante y ahora madre de crianza.

Similar plática  mantiene Daniel  casi todos las veces que observa las fotografías, que para el resto tan solo son imágenes impresas, pero para él son la representación física y sentimental de sus seres más queridos.

Los retratos de su hermanita sonriente, abrazada a él, y de su madre son los artículos favoritos de Daniel. Los toma de donde sea, de álbumes o portarretratos, y los pone cerca suyo, en cualquier instante, sobre todo cuando juega.

Daniel, de 3 años 8 meses, es el único sobreviviente de la masacre ocurrida el 8 de marzo de 2011 en su domicilio de Samanes 4, al norte de Guayaquil.

Ese día el padre del menor, Jonathan Camilo López Cadena, de 30 años, fue el autor de uno de los  hechos criminales más atroces cometidos en la ciudad: asesinó a su esposa María Gabriela De Janón González y a su hija Luciana López De Janón, de 6 años.

Desde esa fecha, el pequeño ha estado bajo el cuidado de su tía Katty y su esposo, quienes han recomenzado sus roles de padres, puesto que sus tres hijos ya son adultos.

Ha transcurrido casi un año y el niño aún no logra borrar de su mente lo que vivió junto a sus padres y hermana. Eso lo demostró en días pasados cuando su tío Yuri De Janón  revisaba en la computadora notas periodísticas relacionadas a la sentencia impuesta a López Cadena (35 años de reclusión mayor especial) y sorpresivamente le preguntó sobre la actitud violenta de su padre: “Mi papi es malo, ¿por qué mi papi perseguía a mi mami y le tiraba el teléfono?, ¿por qué mi papi le pegaba a mi mami?, ¿por qué mi papi cogía a mi ñañita y le hacía así (se toma del cuello)?”.

La psicóloga del Instituto de la Niñez y la Familia (Infa), Susi Muñoz, quien trataba a Daniel, instruyó a los familiares para que  permitan que el niño hable y libere sus recuerdos.

También les recomendó que tan solo procuren desviar la atención del niño cuando noten que se altera o cambia de actitud.

Katty cuenta que ha estado pendiente de Daniel desde el día en que lo acompañó en el hospital pediátrico Roberto Gilbert, donde fue asilado con hematomas en la cabeza y laceraciones en su cuello, producto de los maltratos de su progenitor y, sobre todo, del fuerte impacto que recibió contra la pared y que lo dejó semiinconsciente.

En el nosocomio a Daniel le hicieron radiografías y le tomaron una tomografía, que afortunadamente revelaron que no tenía   complicaciones, por lo que fue dado de alta al día siguiente.

Sin saber con certeza lo que pasaba a su alrededor, el pequeño llegó a la casa de la pareja, en la ciudadela   Alborada, donde al caer la noche pedía con insistencia ir a su hogar y ver a su mamá y a su ñañita. Ese pedido lo mantuvo al menos un par de noches  en que dormía aferrado a su tía Katty, quien con paciencia y con la ayuda de un libro de cuentos lograba hacerlo dormir.

Tanta es la inseguridad del niño, asegura la mujer, que hasta la presente fecha no duerme solo sino únicamente agarrado de su mano.

Ese temor a  quedarse solo  lo demuestra en cualquier situación.
-¿A dónde va mi tía Katty? -Se va a bañar un rato en el mar. -No, que no vaya. -¿Por qué mijito? -Porque después no vuelve, por favor, dile que venga. De esa forma reaccionó en una ocasión el niño con su tío Pepe, en la playa, en un feriado.

Actualmente Daniel  ya no asiste a las sesiones de terapia psicológica en el Infa, y no porque la familia ya no quiera llevarlo o el tratamiento haya terminado sino porque simplemente él ya se aburrió de ir.

“Susi, ya no quiero venir más a conversar contigo, ya son siete veces que he venido”, le dijo Daniel a la psicóloga en la última sesión.

La especialista, extrañada por la convicción con la que hablaba el menor, revisó acuciosa la agenda y constató que efectivamente eran siete sesiones a las que había asistido.

Ahora la familia De Janón, liderada por  Elías De Janón, quien tiene legalmente la tutela de su nieto, coordina las acciones para inscribirlo en terapias lúdicas y hacer más entretenido el tratamiento. A eso suma que de manera acertada el anterior año lectivo decidieron matricularlo en pre kinder de una escuela situada en la ciudadela Kennedy Norte,  donde también fue evaluado exitosamente por psicólogos.

Los familiares del padre no habían buscado acercarse al menor, hasta hace pocos días cuando una tía quería dejarle un regalo y la abuela había solicitado hablar con el bebé, pero los psicólogos no lo vieron prudente y no lo recomendaron, indicó Katty De Janón.

El motivo, según los especialistas,  porque eso reviviría recuerdos desagradables en torno al padre.
Por fortuna, Daniel, quien el próximo 21 de junio cumplirá 4 añitos, crece en un ambiente acogedor y rodeado de todo el cariño que le brinda  la familia De Janón.  Tanto así que está dejando de llamar  tía Katty a la figura materna más cercana que tiene, para reemplazarlo por un amoroso  “mamua”.

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