La Región Autónoma de Galicia puede considerarse entre las zonas más hermosas de España y también el escenario de cruentos conflictos y severos problemas, por lo cual en un tiempo se temía que se convirtiera en una pequeña Sicilia, dado que desde allí operaban las principales redes del narcotráfico español. Para contrarrestar esta peligrosa situación que amenazaba a la Península Ibérica, incluso al resto de Europa, se desarrolló con mucho tino pero con fuerza la operación Nécora, que derivó en un macrojuicio y un juzgamiento que está entre los más grandes de España. Razón del nombre de la operación En la gastronomía española, el crustáceo más apreciado es la nécora, una especie de cangrejo hexagonal exquisito para los ibéricos, en especial para los gallegos o naturales de Galicia. Este espécimen tiene la particularidad de que no es de fácil atrape; cuando se siente perseguido cambia de dirección con brusquedad y lo hace repetidas veces como gran despistador, similar a las acciones de las redes del narcotráfico, que cambian su modo de operar y de rumbo constantemente, casi violentamente. Orígenes del delito Corría la década del 70 y las familias de Galicia que vivían de los productos del mar tuvieron un severo declive en sus ingresos, por lo cual aparecieron negocios lucrativos y fuera de la ley como la importación de cigarrillos de contrabando desde Estados Unidos. Esta actividad creció apoyada por la topografía de la costa, de la ría de Arousa. Pero cuando eso dejó de generar grandes sumas de dinero, los colombianos aprovecharon, con el mismo sistema de contrabando para ingresar cocaína y hachís en España. Poco a poco esta región comenzó a liderar la repartición de droga, no solo en este país sino en gran parte de Europa. La ruta era de Galicia a Madrid y de allí a las otras ciudades españolas y de Europa. La indagación surge por una carta El proceso investigativo sobre el narcotráfico internacional a través de Galicia partió por el contenido de una carta enviada en agosto de 1989 por Ricardo Portabales Rodríguez, un traficante que cumplía condena en prisión, a Luciano Varela, magistrado de la Audiencia Provincial de Pontevedra que investigaba un caso. Varela consideró que el tema de narcotráfico estaba adquiriendo una magnitud demasiado grande para que fuera tratado por la Audiencia Provincial, así que la Audiencia Nacional asumió el caso. El juez Baltasar Garzón fue encargado de continuar con las investigaciones con la asistencia de la Sección IV del Servicio Central de Estupefacientes. Para instruir el caso contra los traficantes, Garzón se valió de los testimonios de dos informantes conocidos como ‘los arrepentidos’: Portabales y Manuel Fernández Padín, miembros de uno de los clanes. El gran día del golpe El 12 de junio de 1990, Garzón y el fiscal antidroga Javier Zaragoza iniciaron el primer gran golpe contra las bandas del narcotráfico gallegas que operaban en las rías. Un contingente de centenares de policías desplazados desde Madrid y otros sitios arrestó en sus casas a los narcos. Unos 350 policías fueron enviados desde varios lugares de España para disimular el número de elementos y así evitar soplos a los delincuentes, incluso de ciertos agentes que recibían paga de estos clanes. El juez Garzón iba camino de convertirse en estrella, porque la operación fue exitosa, la primera de este tipo en Galicia. La jornada concluyó con 16 detenciones en Arousa y Madrid; entre ellas, las de personajes públicos y populares que pertenecían a un grupo social de ricos o del jet set español como Carlos Goyanes o Celso Barreiro. Algunos de los que estaban en la lista no pudieron ser detenidos porque no se hallaban en casa. A Oubiña lo hallaron en pijama en su mansión. Después de 3 años se inició juicio El macrojuicio de la operación Nécora se instaló 3 años después en la Casa de Campo de Madrid. Allí fue donde se puso rostro, no a todos los que eran culpables, pero sí a todos los que estaban; entre ellos, los que no tardarían en copar las páginas de los periódicos, como Manuel Charlín, Oubiña, Paz Carballo o Padín Gestoso. Después de 5 meses, en 1994 la sentencia se hizo pública. El juez condenó a 30 de los 52 procesados. Las penas oscilaron entre 23 años de cárcel y 6 meses de arresto. A Oubiña y a su mujer, Esther Lago, le cayeron 12 años. La sentencia castigó con dureza a descargadores y transportistas de droga, mientras que algunos de los supuestos grandes narcotraficantes recibieron condenas que muchos consideraron leves para dichos delitos. Las condenas La mayor condena, 23 años de reclusión, fue para Alberto Vargas Vera, un colombiano del cartel de Bogotá que se desplazó a España para controlar los envíos de miles de kilos de cocaína. Le sigue, con 20 años, Jorge Gabriel Outón Caamaño, yerno de Manuel Charlín y considerado un mero subalterno en todo el entramado de los Charlines. El fallo fue leído en la sede de la Audiencia Nacional por la magistrada ponente, Ángela Murillo Bordallo y 15 fueron absueltos. Fallo calificado de indignante La prensa local criticó severamente la absolución del patriarca del clan de los Charlines, Manuel Charlín Gama, y de Alfredo Cordero, uno de los acusados por la fiscalía de introducir miles de kilos de cocaína. Se conformaron grupos sociales como el de ‘Las Madres contra la Droga’, que calificaron al fallo de ‘indignante’. Los que no fueron condenados cayeron en redadas posteriores, y los que se fueron con una pena baja, no tardaron en volver a prisión. La operación Nécora sigue siendo una de las batallas más importantes de las autoridades española contra el narcotráfico internacional. (I)