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El Telégrafo
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“Nole” se sobrepuso a la adversidad y a la guerra

“Nole” se sobrepuso a la adversidad y a la guerra
05 de julio de 2011 - 00:00

Novak Djokovic es nacido en Belgrado, tuvo cuatro naciones y portó tres banderas; vivió una infancia de temores por la guerra, pero hoy disfruta de libros, ópera, música clásica y sobre todo... ser el  número uno del mundo en tenis.

“Nole” no solo tuvo que superar rivales en la pista, sino además una guerra civil, la expatriación y  separación de su familia a los 12 años, lesiones y alergias; decisiones equivocadas  y derrotas que le hicieron preguntarse si algún día llegaría a lo más alto del ranking ATP en esta época competitiva, en la que dos “genios” (Roger Federer y Rafael Nadal)  han dominado el circuito por más de siete años.

“Empecé a jugar cuando el tenis no era muy popular. Tuvimos que superar tiempos difíciles. No era fácil mantener ese deseo y creer en uno mismo con todo lo que sucedía a mi alrededor. Pero lo hice y también la gente que ha estado a mi lado; así que haber logrado este objetivo es algo realmente especial para mí”, explicó Djokovic.

El pequeño Novak contó que en su infancia llegaba al club de Partizan para ver siempre cómo trabajaban los mayores. En su bolsa tenía preparado todo lo necesario para jugar al deporte blanco: raquetas, camiseta, toalla, botella de agua, plátano y tubo de bolas.

Así comienza la historia del número 1 del mundo, desde ayer. La vida de un jugador que detrás de los millones y la fama que ha adquirido, hay un hombre llamado Djokovic.

Y es que la infancia de “Nole” no fue sencilla. Nació en 1987, cuando la República Federativa Socialista de Yugoslavia estaba en plena desintegración a causa de las guerras yugoslavas. Por eso de chico tuvo que acostumbrarse a andar aprendiendo el  nuevo nombre de su país: República Federal de Yugoslavia, que a partir de 1991  había cambiado su geografía por la separación de Croacia, Eslovenia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina.

A los 12 años vivió uno de esos momentos que jamás olvidará, y no por un triunfo deportivo, sino que el día que festejaba su cumpleaños, aviones de la OTAN bombardearon una central térmica cercana a la casa de sus padres y todo quedó a oscuras. Era la reacción militar de la alianza contra la Serbia de Milosevic que puso fin a la guerra de Kosovo.

Djokovic, todavía pequeño, no sabía bien de qué se trataba, pero descubrió el miedo y años más tarde contaría aquellos recuerdos que lo marcaron de por vida.

“Por las noches me despertaba en mitad de un bombardeo, veía a mi madre asustada y me ponía a rezar para que no nos sucediera nada. Fue una época terrible. Nos bombardearon todas las noches durante dos meses seguidos. Una vez tuvimos que salir corriendo buscando un refugio”, recordó.

De todos modos, la niñez del serbio también tuvo etapas confortables, como las largas vacaciones que pasaba en la población turística de Kopaonik, donde sus padres eran los propietarios de un restaurante y un centro de esquí. Y allí fue donde empuñó por primera vez una raqueta y donde conoció a Jelena Gencic, que decidió entrenarlo porque le vio muchas condiciones. Y no se equivocó.

En 2003, cuando ya se perfilaba para iniciar su participación en el circuito profesional, con tan solo 16 años, Novak volvió a cambiar de documento. Ya no representaría a Yugoslavia, sino que ahora su pasaporte indicaba Serbia & Montenegro, algo que duró solamente tres años, porque en 2006 los montenegrinos votaron a favor de su independencia. Desde entonces, “Nole” es el deportista serbio por excelencia, y luce con orgullo una bandera distinta a las anteriores.

Cuando ingresó al “top-ten” Djokovic pensaba que podía dar más. No se conformaba con ser el cuatro, tres o dos del mundo. Quería el uno. Y entonces llegó la transformación: contrató al mentalista y nutricionista Igor Cetojevic, con el que llegó la dieta sin gluten (al que   es alérgico) y otros ajustes que Novak no quiso desvelar. Llegaron los triunfos, la confianza... y los sueños cumplidos.

Hoy, lejos de sus tierras, el número 1 viaja por todos lados para hacer frente a las exigencias del circuito ATP, pero su residencia está ubicada en Montecarlo. Ha ganado 25 millones de dólares en premios, pero eso no lo hace olvidar sus orígenes, tanto que aprovechó su fama  y luchó para que Kosovo no se independizara de Serbia.

“Nos están robando todo lo que es nuestro”, dijo entre lágrimas delante de una cámara de televisión, recordando que su abuelo era  kosovar y vivió allí más de 30 años.

Su ídolo es Maradona, a quien prácticamente no vio jugar. Le gustan los libros, la ópera y  la música clásica; y tiene un particular sentido del humor que lo llevó a ser calificado como “el bromista” del circuito.

Actualmente es propietario de una cadena de restaurantes en Belgrado llamada “Nole”, un centro tenístico, un local de ropa deportiva y es organizador del ATP en su país.

Djokovic, el niño, el hombre, el mejor tenista del mundo, a los 24 años ya inscribió su nombre entre los  más destacados de la historia. Muy lejos de aquellos estallidos; hoy solamente escucha aplausos.

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