Una historia de telenovela por los derechos laborales
Doce años tenía “Maxi”, como todos la conocen, cuando dejó el cantón Pedro Carbo para trabajar como asistente doméstica. Llegó a Guayaquil en 1963. “Vine a trabajar como ‘muchacha’, así nos decían en ese entonces”, cuenta.
Aquí vivió, como en las telenovelas de antaño, muchas injusticias. A los 16 años supo que agacharse frente al refrigerador podía resultar “peligroso”, cuando un joven que vivía en la casa de sus empleadores, la encontró revisando la nevera. Él rozó lascivamente con su pie el espacio entre sus piernas. “Le dije a la señora para quien trabajaba lo que pasó y me respondió que yo le había estado coqueteando a él”, recuerda.
Dos años antes fue despedida porque el hermano de su empleador se mostró interesado en ella.
El testimonio es de Maximima Salazar. Tiene 60 años y trabajó hasta 2005 realizando tareas domésticas. Una labor que -considera- los empleadores la suelen convertir en invisible. “La sociedad lo tilda de sencillo y no encuentra su real valoración aún. Nunca me afiliaron al Seguro Social”, relata.
Hace dos años es la presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar Remuneradas. Un grupo formado por 100 mujeres. Vive en la cooperativa Esmeraldas Chiquita. Hasta 1996 desconocía que tuviese algún derecho laboral.
En 1998 sus amigas del barrio le invitaron a las reuniones de capacitación que se impartían en la Fundación María Guare.
Las mujeres conocieron a la socióloga Trinidad Coloma (+) y sus quejas tomaron cuerpo. En marzo se conformó la Asociación que ahora “Maxi” preside.
La historia de Maximina está vinculada a todos sus empleadores. Hasta 1998 estuvo a merced de la voluntad de ellos. A fines de 1980 trabajó para una española, a la recuerda con cariño, ya que le pagó un sueldo digno, con el que pudo mantener a sus cuatro hijas.
Ayer, en busca de un trato similar, tomó la línea 129 para dirigirse a escuela San Esteban Diácono para participar en la consulta popular y referéndum.
La pregunta 10, que es por la que más le interesó pronunciarse, obliga a los empleadores a afiliar a los trabajadores al Seguro Social.
“Maxi” sabe que la afiliación es un derecho que sus colegas aún pelean. Por eso considera un gran logro que gane esa pregunta. Su voto fue un Sí.
Ella tiene esperanzas de que las trabajadoras del hogar puedan tener más participación en el Ministerio del Trabajo.