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El Telégrafo

“Solo queremos escuchar a Correa”

“Solo queremos escuchar a Correa”
28 de octubre de 2012 - 00:00

Antes del amanecer -pese al  viento helado propio de Quito- periodistas y fotógrafos, con sus equipos al hombro,  abordaron el avión presidencial para acompañar al   presidente  Rafael  Correa  a Chile.

La primera parada fue  el desierto de Calama, una tierra firme que   tranquilizó a algunos de los  pasajeros que, durante el aterrizaje no dudaron en cerrar los ojos afectados por la turbulencia en el aire.

En medio del paisaje seco y ventoso, en donde a lo lejos se observaban pequeños remolinos que levantaban más arena, inició el  recorrido por las minas de cobre del lugar. Allí un grupo de danzantes y músicos esmeraldeños, que acompañarían al Mandatario a la Feria del Libro, eran constantemente confundidos con futbolistas, pues llevaban puesta la camiseta de la selección, por lo que más de uno les pidió  autógrafos y fotos. En esa localidad los mineros alcanzan a ganar hasta 80 mil dólares anuales, trabajando  362 días al año.

En dos horas, equipos y personas estaban listos nuevamente para volar hacia la capital: Santiago de Chile. La segunda parada, aún bajo los rayos del sol y   dos horas   adelante  con respecto al horario de Ecuador, fue  la Feria del Libro.  Un mar de textos inundaba el lugar. Literatura de todas las épocas, desde lo clásico hasta lo moderno, expositores jóvenes, hombres y mujeres de distintas nacionalidades participaban en  la vigésima segunda Feria,  cobijada por un techo de cobre en el Centro Cultural Mapocho.

Mientras se caminaba por las hileras rebosantes de letras que contaban historias, revoluciones, cuentos y ciencia ficción, un grupo de estudiantes hacía fila en el estand asignado al país invitado, Ecuador.

Un manjar había conquistado el paladar de propios y extraños, la paila de cobre no dejaba de dar vueltas meciendo el helado de mora, cuya demanda crecía mientras los visitantes con libro en mano pasaban por el lugar. Jóvenes estudiantes y profesores caminaban entre la literatura ecuatoriana optando por los libros de Historia. Uno de ellos contó que su costumbre es conocer cada año más cosas del país invitado.

Una de las estanterías  con mayor acogida    fue la de  literatura infantil, por el dinamismo de textos e ilustraciones. Las miradas también se posaron sobre   “Cuentos Picarescos del Quito Colonial” y  “Chulla Vida”, de Fernando Albornoz. Los asistentes buscaban opciones en narrativa, poesía y dramaturgia.   

El Ecuador no solo  presentó  literatura, sino también gastronomía, turismo, textilería, manufactura y arte.   Con grandes fotografías se presentó una exposición acerca del boom cacaotero y su debacle en el país. Imágenes   de  las haciendas más grandes del Ecuador eran observadas con atención, mientras dos personajes que representaban el folclor ecuatoriano: el diablo huma y una mujer shuar los invitaban a  degustar   mariscos, entre ellos, ostras que  fueron brindadas a los asistentes.

Luego de inaugurada la Feria se podía observar a muchos visitantes pasear por las estanterías luciendo sombreros de paja toquilla, adornos hechos en cerámica, vidrio y resina, nacimientos miniatura en mazapán, joyería en plata, artículos elaborados con material reciclado y esculturas religiosas hechas en  madera, como  parte de la promoción.  La delegación ecuatoriana estuvo conformada por 35 autores,  hombres y mujeres de diferentes provincias, pueblos y nacionalidades, entre ellos   poetisas indígenas. En otros estands de varias editoriales también se promocionaron más de mil títulos de literatura ecuatoriana.

Cuando la jornada para periodistas terminó -pasada la media noche del jueves-, hubo un par de horas para dormir y estar listos a primera hora del viernes para ir al Centro Económico para América Latina (Cepal), donde decenas de  estudiantes de Economía esperaban ansiosos por  escuchar la disertación del presidente ecuatoriano.

Después vino un recorrido por la ciudad hasta el Cementerio General para  visitar la tumba de Salvador Allende. En el trayecto se observó  dos caras  de la ciudad: a unos metros del cementerio personas esperaban que la puerta de la morgue se abriera  y, junto a ella, un Centro de Salud manejado por estudiantes universitarios. Un sector popular con ventas en la calle y mercados.

Era hora de volver a la Feria para presentar su  libro   “De Banana Republic a la no República”,  donde el público  mostró su admiración por él. No había diferencia de edad, sentarse en el suelo o escucharlo de pie no era un inconveniente, todos querían  ingresar a la Sala de Artes, que momentos después  tuvo que ser cerrada porque no daba abasto:  “solo queremos escuchar a Correa”, decían. Mientras él se dirigía al público  que lo respaldaba con sus  aplausos. Al final del día, los  periodistas retornaron  a Ecuador  antes del amanecer y con el  sueño a cuestas, luego de  una jornada de 48 horas.

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