Para Walter Martínez es evidente que hay una guerra comunicacional
Su paso es firme y no tiene prisa al andar. Lleva más de 40 años haciendo periodismo y de cada relato se desprende una palabra de afecto o desafecto. Su línea es clara: apoya la transformación social en Venezuela y se siente parte de ella. “Soy el único periodista que ha recorrido todos los cerros de Caracas, cuando allá no llegaba nunca un médico, ni una enfermera, ni la Policía. Una vez que salías de la autopista y empezabas a trepar el cerro (donde se asentaban los barrios marginales) creías que estabas en otro país. Lo viví, nadie me lo contó”, expresa Walter Martínez, el ex corresponsal de guerra, mientras bebe un café.
A sus 71 años, el uruguayo nacionalizado venezolano tiene una infinidad de historias por contar y en sus relatos no omite detalles. Aunque asistió a las guerras de Irak, Irán, El Salvador, Líbano... la crisis social y económica que palpó en el país que lo acogió en 1969 lo marcó. “Conocí a una señora que padecía una mutación genética y cada año paría un niño -porque no controlaban su capacidad reproductiva- y todos nacían con alteraciones en las piernas. Ella pagaba para que le ayudaran a bajar a su niño desde el cerro hasta la autopista y allí rogaba que pasara un taxi que la lleve al hospital. Ella debía elegir entre comer o conseguir la medicina para su hijo”, cuenta. Con indignación añade que esa historia conmovió a un grupo de médicos que ofreció su ayuda, pero todos desistieron cuando les invitó a visitarla en el cerro donde vivía.
Así recuerda a Venezuela el conductor del programa Dossier, antes de la llegada de Hugo Chávez al poder y, aunque ha tenido algunos desencuentros con él en sus 14 años de mandato, Martínez está convencido de que es el líder que “rompió el molde de aquellos presidentes formales, que no quieren subirse de tono porque el qué dirá Washington o la OEA”. A esta última organización continental la califica como “basura pura”, de la cual Venezuela saldrá cuando haya “algo que funcione mejor”. Y no puede evitar referirse a la ONU, en donde fue corresponsal por 25 años: “Esa es la exquisita burguesía internacional pagada en dólares. Tú los ves comulgando como con ruedas de molino, porque ni sus delegados creen lo que dicen, sino que son sus gobiernos los que mandan a decirlo y ellos tienen que cuidar sus privilegios. Viven de eso, de la mentira”.
El “paréntesis” le permite reflexionar sobre la consolidación de una Latinoamérica unida, representada por líderes fuertes -destaca la formación adquirida por Chávez en los últimos años y señala al presidente Rafael Correa como “la versión juvenil, pulida y académica de lo que hay que decir, porque sabe cuándo y cómo decirlo”- y recuerda: “Cuando yo me educaba en Uruguay (en los años 60) ya hablábamos de la patria grande como un sueño lejano y ahora la tenemos aquí. Se trata de un desafío hermoso que no estamos en posibilidad de perder”.
Y precisamente los comicios presidenciales en Venezuela, denuncia Martínez, revelaron nuevamente el interés estadounidense por acabar con ese “sueño”, en donde los medios de comunicación jugaron un rol protagónico. “En toda guerra hay dos teatros: el real, el que está realmente ocurriendo, y el que se refleja en los medios, que genera la percepción en los ciudadanos y, en la sumatoria, a la opinión pública. Ahí está la responsabilidad y, a veces, la canallesca irresponsabilidad de los medios”, afirma el comunicador.
Martínez cuenta que el candidato de la oposición, Henrique Capriles, nunca tomó la delantera en la preferencia electoral y que eso fue un invento de la “guerra mediática”, propiciada por los asesores estadounidenses que lo acompañaron.
Así invade su mente la injerencia de los Estados Unidos a través de las ONG, las mismas que financian a quienes tratan de derrocar al presidente Bashar Al-Assad, en Siria, y que, en otro tono, se usaron para derrocar al coronel Muamar Gadafi, en Libia. “Es que ahora el mundo está interconectado vía satélite y las guerras son globales”.
Su lema: “Actuar local, pero pensar global” lo aprendió de su formación en la Academia de Aviación Militar en Uruguay y en el ejercicio periodístico. “Todo lo que uno diga aquí, en las circunstancias más ingenuas, si tiene interés para quienes intentan remoldear nuestra patria grande, será utilizado... Suena maquiavélico, pero es la realidad en que vivimos”, advierte. Comenta que aquello también lo imparte a sus alumnos de la Universidad de las Fuerzas Armadas de Venezuela.
Destaca que así Venezuela ha ejercido una política a escala planetaria que le permitió lanzar los satélites Simón Bolívar (octubre de 2008) y Miranda (septiembre de 2012) desde un polígono en China, donde también hay jóvenes de su país formándose en diferentes especializaciones, además de Rusia.
Y a pesar de las críticas al modelo venezolano que se difunden por la prensa internacional, el periodista tiene el panorama claro: “Para la gente que siempre vio la riqueza pasando por delante y nunca pudo participar en nada, absolutamente Venezuela está mejor que nunca”.
También resalta que en la República Bolivariana existe el récord de creación de universidades, todas gratuitas, porque “se acabaron aquellos centros clasistas donde iban los niños de la burguesía para ser los futuros líderes. Ellos siguen estudiando, pero ahora todos tienen las mismas oportunidades”.
Y con toda su experiencia en los medios, es imposible no preguntarle sobre los “análisis” fatalistas de colegas suyos como Jaime Bayly, Jorge Lanata o del escritor Mario Vargas Llosa y responde: “A Bayly y a Vargas Llosa hace mucho tiempo que no los veo. No bebo agua sucia, si puedo evitarlo... Me parece un insulto a la inteligencia lo que dicen... no tienen estatura moral para hablar de eso. No quiero hacer un juicio de valor sobre ellos, pero es evidente que estamos en una guerra comunicacional, en la que si los poderes hemisféricos de la derecha internacional, con EE.UU. a la cabeza, pudieran derrocar a Chávez, como lo hicieron por unas horas y el pueblo lo trajo de vuelta, lo harían”. Y a Lanata -con todas sus letras- lo considera un “miserable”: “Existen videos en donde hablaba pestes del grupo Clarín y ahora, como ese grupo lo compró, él es la estrella y posa como víctima. Es un mercenario”.
Para Martínez, en el actual “conflicto mediático” hay dos frentes: sabotear el proceso, tratar de crear descontento en la opinión pública -que no lo han logrado porque los resultados electorales están a la vista- y la guerra comunicacional. “Esa gente también tiene que ganarse el pan, ¿y cómo lo hacen?, siendo voceros de intereses transnacionales que van en contra de la patria grande, en la que ellos nacieron”, remata el periodista sin inmutarse y luego proseguir con su agenda en Quito.