Ojo: El Comercio hace notas y entrevistas con base en las publicaciones de El Telégrafo
Ya no basta con ocultar información, como lo hicieron con el negocio de las telefónicas, del cual formaron parte en el accionariado inicial, que luego le significó al Estado una pérdida de alrededor de $ 7 mil millones. Ahora también, para hacer sus noticias, entrevistas y reportajes, niegan el origen de la materia prima que utilizan para todo eso. Por ejemplo: han entrevistado al flamante embajador de EE.UU. y han hablado con él de la Usaid, pero jamás han mencionado que los reportajes que dieron lugar a esos temas salieron en El Telégrafo.
Y sin embargo, se han encargado de atacar, con supuesto periodismo de investigación, al primer diario público del Ecuador, aludiendo que “nadie lo lee”, “nadie lo compra” y que navega entre lo público y lo privado, como si con ello, por el solo hecho de ellos decirlo, fuese cierto.
En su lógica de mercado, obviamente, lo público no existe, salvo para nutrirse de la publicidad o para colocar a sus vendedoras en las puertas de los ministerios y gobiernos autónomos para ofrecer publicaciones, insertos, anuncios y hasta asesorías para la difusión de sus labores. ¿Eso es falso? ¿Lo pueden probar?
Y por lo tanto, la existencia de medios públicos, como reales competidores para sus audiencias, se convierte en un “enemigo” al que hay que atacar y sojuzgar.
Lo que no pueden negar es que muchas informaciones publicadas en El Telégrafo han generado más de una opinión, una discusión y hasta una decisión por parte de la prensa comercial, las autoridades y la ciudadanía.
En menos de dos años, desde que El Telégrafo se vende por responsabilidad pública, nuestra audiencia creció, pero no por eso solamente, sino porque hemos ejercido, con la mayor responsabilidad profesional, la publicación de informes, investigaciones, entrevistas, que en El Comercio no se verán.
Así, en nuestras páginas se publicó cómo el negocio de otro diario, El Universo, perjudicó a la ciudad de Guayaquil, cuando la Terminal Terrestre tuvo problemas de construcción y en el manejo financiero. Del mismo modo, hicimos una serie completa -un mes seguido- sobre lo que pasó previamente para llegar al penoso 30-S. Además, lo que más les duele a El Comercio y a El Universo es haber hecho público cómo formaron parte del negocio de las telefónicas, y jamás hicieron conocer eso a sus lectores.
Y, como si fuese poco, con la publicación de una serie completa sobre lo que ocultaron esos dos diarios de los cables de WikiLeaks quedaron al desnudo en su complicidad con ciertos grupos y actores políticos. Se jactaron de tener, en exclusiva, información privilegiada sobre la corrupción de gobiernos y autoridades, pero cuando vieron que eso podría afectar a quienes ahora los apoyan en su lucha por la “libertad de prensa”, callaron. De ahí que El Telégrafo, al dar a conocer todo, ocupó un lugar preponderante en su obligación pública: informar con la mayor amplitud y sin comprometerse con ningún poder o interés particular.
No les gustó para nada que Julian Assange nos diera una entrevista e iniciáramos la mayor generación de atención sobre un tema de interés mundial, que ha llegado al punto de que el fundador de WikiLeaks pida asilo a Ecuador y ahora sea motivo de una disputa “mundial”, en términos legales y diplomáticos.
Y no todo quedó ahí: tras una larga investigación sobre el destino real de los fondos de ayuda que da la Usaid a organizaciones no gubernamentales, diarios como El Comercio han entrevistado al nuevo embajador, han hecho caricaturas, burlas y hasta editoriales para defender esa ayuda, en particular a una organización que supuestamente apoya a los periodistas. Pero jamás mencionaron que la investigación la hizo El Telégrafo.
Todo ello sin contar que para El Comercio es ajena la noticia de que el primer diario público, en menos de dos años de imprimirse en una nueva planta y con un nuevo diseño, haya ganado dos premios mundiales. ¿Habría hecho lo mismo si su “fraterno” El Universo hubiese ganado los mismos premios? ¿Es tanto el egoísmo para un premio que reconoce y pone en alto el nombre de Ecuador que no haya merecido una nota?
No, en el fondo hay una falta de responsabilidad pública y un afán reiterado de denostar, difamar y hasta mofarse (como lo hacen todos los viernes en su página de humor) de nuestro crecimiento en ventas, circulación, influencia y hasta premios. Lástima que no usen las mejores armas del periodismo para que sean ellos los que crezcan y salgan adelante en beneficio de sus lectores.