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El Telégrafo

Los ritos romanos le dan forma a religión católica

Los ritos romanos le dan  forma a religión católica
21 de abril de 2011 - 00:00

La lluvia caía por las viejas tejas de las casas del Centro Histórico. El frío abismal calaba los huesos, mientras todos los feligreses ingresaban a la Catedral Mayor de la Plaza Grande. Su arquitectura, que muestra varios estilos, entre el barroco y el neoclásico, dejó ver la influencia que recibieron artistas y escultores en siglos pasados desde Europa.  Se trataba de una particular  ceremonia, ayer. Es el arrastre de caudas, rito cuyo origen se remonta a la época romana, cuando se batía  la bandera en una ceremonia fúnebre practicada por el ejército mediterráneo.

Cuando un general moría, el jefe de la legión batía el estandarte sobre el cuerpo del militar y luego sobre la tropa para transmitirles sus virtudes y fortaleza. Esta tradición, traída por la evangelización española, aún se conserva en Quito, Lima y Sevilla, pero transformada a la religión católica en la cual se traslada el valor de Cristo hacia los creyentes.

Empezó puntual con la misa y poco a poco los canónigos, o clérigos, caminaban por los callejones de la iglesia. Su mirada reflejaba el paso de los años en estos sacerdotes que han repetido el rito durante años. Cobijados por una manta negra que cubría su cabeza y se extendía con una cola gigante, de tres a cuatro metros, caminaban con paso lento, pausado, sintiendo el movimiento de las extremidades por segundos.

Los canónigos ya  mayores de edad miraban con fe hacia adelante, mientras que una luz los señalaba marcando el contraste. Junto a ellos dos chicos del colegio Borja sostenían velas y caminaban con paso solemne. Estos canónigos han trabajado junto con el  arzobispo Fausto Trávez en todos los aspectos necesarios para que la Iglesia camine  como hasta ahora. Uno de ellos sostiene la bandera gigante que flameará. 

Llegada del Arzobispo

El turno final en el camino fue para el Arzobispo, quien cargaba una cruz muy particular y estaba vestido de color púrpura, a diferencia de sus antecesores  de negro.

Es  el Lignum Crucis, un relicario de oro y piedras preciosas, con dos astillas que la tradición considera fragmentos de la cruz de Cristo. Dicen las creencias que si la punta de la cruz toca a alguien estará destinado a la muerte, por eso la gente, nerviosa, evitaba cualquier contacto. En la decoración había potentes luces a diferencia de lo lúgubre que podría pensarse. En otras ocasiones la iglesia se oscurecía y daba más misterio al ambiente. 

El obispo llegó al presbiterio, agarró  una enorme bandera negra con una cruz roja en el centro y la agitó varias veces sobre el altar. Luego repitió la ceremonia sobre el público, lo que se convirtió en el momento más especial de la mañana. Los canónigos recostados en el piso y cubiertos con sus mantas negras recibían la fuerza del Salvador.

Finalmente hizo los mismos movimientos en los feligreses más cercanos al púlpito.

Un señor sostenía a una niña en sus brazos. Su pelo blanco  y sus arrugas en el rostro hacían pensar que era su abuelo que pedía por la criatura. Una mujer mayor con sus ojos cerrados lloraba sintiendo la conexión mística.

La turista Cristina Diez, quien vive en España, dijo desconocer el arrastre de caudas. Originaria de León, en la región de Galicia, cuenta que en las procesiones en España existen las Manolas, mujeres vestidas de negro, que representan el luto, con la particularidad de tener unos tacones muy altos, los mismos que dificultan el caminar en las piedras de las ciudades ibéricas.

“La Semana Santa, especialmente para los quiteños, que somos muy católicos, es muy  importante. Yo no voy al Vía Crucis porque es muy peligroso”, comentó Mónica de Larrea. Carmen Cueva es asidua asistente al arrastre de caudas,  acude hace 30 años que vive en Quito. “Antes se veía la procesión mejor, ahora es más restringido el acceso”, aseguró Cueva, quien  agradece a Dios porque “le ha dado muchas bendiciones”. “Me ha ayudado en el hogar,  trabajo,  familia y  enfermedades. Él es el único que sana y nos da la vida”, expresó.

Los colores de la gigante bandera son el negro, que significa el luto  por la pasión, y el rojo, que es la sangre  triunfadora. La bandera fue guardada por los clérigos y se manifestó que el  viernes la procesión será el mejor día para la fe.

 

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