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El Telégrafo

“Los cambios son muchos, radicales y sin sobresaltos”

“Los cambios son muchos, radicales y sin sobresaltos”
31 de julio de 2011 - 00:00

Han pasado dos años desde que se constituyó la nueva Asamblea Nacional. ¿Cuál es el aporte de esta nueva institucionalidad?

El desafío fue pasar de la vieja institucionalidad a esta incipiente y nueva Asamblea Nacional, sin sobresaltos ni mayores dificultades y con cambios radicales. Los cambios  son muchos, que los miembros de la oposición, antes diputados, en el antiguo Congreso, deberían reconocer como una contribución al país.

¿Qué cambios?

El Congreso no tenía ley, por ejemplo. Funcionó sin la Ley Orgánica de la Función Legislativa. Parece de locos, pero es cierto. Publicaron  una supuesta Ley del Congreso, que era un borrador del proyecto, vetado por Sixto Durán, en 1992. El Congreso del Ecuador trabajó sin ley desde esa fecha hasta  2009. Diecisiete años sin ley, en el organismo que hace las leyes. Parece una novela de ficción, pero es la verdad.

De esa precariedad legislativa hay un salto, ¿pero hacia dónde, con qué nivel de control y calidad?

El cambio es radical. No tuvimos que hacer el diagnóstico del desastre: pasamos de golpe a otra institucionalidad que se parece en mucho a la ocasional Asamblea Constituyente, pero que tampoco es igual. Ahora este es un órgano que tiene unas cosas que no se encuentran en ningún Congreso en el mundo entero.

¿Por ejemplo?

Introducir la planificación del tiempo, que es lo único que se puede planificar en este tipo de espacios. No deja de ser una herramienta interesante para saber qué  toca hacer. En el Congreso anterior no sabían ni cuál era el orden del día.

¿Cómo sintoniza el proyecto de Revolución Ciudadana en el campo institucional legislativo? 

Justamente, todo este andamiaje se construye gracias a que hay unos objetivos propuestos dentro de ese proyecto. ¿Por qué hay que planificar? Porque hay un gran proyecto que desarrollar y no es necesariamente el del Movimiento PAIS, sino  el de toda la filosofía y la doctrina de la Revolución Ciudadana -el Buen Vivir-, que está en la Constitución para ser desarrollado por todos los ecuatorianos. No es tan cierto que esta es una  planificación de la Asamblea útil y servicial al gobierno de Rafael Correa. No, la Asamblea va a quedar madura, institucionalizada porque lo ordena la Constitución. 

Si la consulta popular de mayo fue para corregir la Constitución, ¿qué de la institucionalidad de la Asamblea se debe corregir ahora?

Lo que pasa es que hay unos temas que no son problema de la legislatura. Por ejemplo: la pobreza.

Hablo estrictamente en la gestión.

Hemos hecho leyes para mejorar la situación de los empresarios y eso redunda a favor de los pobres.

Ya, pero hay un proyecto de reforma a la ley Orgánica de la Función Legislativa, que revela que algo no estuvo bien...

Sí. Creo, por ejemplo, que la relación de la Asamblea con el Ejecutivo, dado que es un modelo presidencialista, debe ser mucho más normal, rutinaria. Deberíamos estar en capacidad, sin la estridencia de los juicios políticos, de traer a un  ministro que explique en el pleno los temas sensibles y complejos del país.

¿Eso hay que corregir entonces?

Claro, ahí hay una postura sensata: “Sí, deberíamos traer a los ministros sin necesidad de juicio”.

¿Cuál es la identidad de la Asamblea Nacional de ahora?

Una entidad que funciona, más allá de las dificultades, que trabaja todos los días y  se entusiasma con su trabajo.

¿Y prueba que ya no son los legisladores sinónimo de vagos?

Ya no. Como en todas las épocas hay de todo, pero aquí el que quiere ser legislador y útil no tiene líos.    

¿Este proceso ha desmontado el modelo neoliberal?

La primera cosa que se debe valorar más allá de quienes lo hemos hecho es que tenemos un Plan Nacional del Buen Vivir. La Revolución Ciudadana tiene algunos elementos que son muy visibles: la Constitución, la nueva institucionalidad de los gobiernos autónomos descentralizados, la Asamblea, el Quinto Poder, todo lo que ha hecho el Presidente en su estructura sectorial.

La planificación la empezó a matar el gobierno neoliberal de León Febres-Cordero y la terminó de matar el de Sixto Durán-Ballén. En 1996 no quedaba señal de planificación en el Ecuador. Nosotros le damos sustento a eso con las leyes.

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