Lenín Moreno: “Lo mejor está por venir y está con Jorge Glas”
Desde que se abre la puerta hasta que se cierra, tras la entrevista, el Vicepresidente de la República del Ecuador hace bromas. Felicita a este diario por lo hecho estos últimos años. Eso sí, señala (en voz baja) sus defectos y da dos o tres consejos, sin dejar de mencionar que lee todos los periódicos diariamente. “Pero El Telégrafo es el mejor”. Y coincidimos que esta entrevista se había demorado mucho tiempo y se acumularon varios temas. Al final quedan muchos asuntos pendientes.
El despacho de Lenín Moreno era amplio hace seis años, ahora ya tiene más cosas y se lo ve pequeño. El escritorio es el mismo, hay una pantalla para videoconferencias y en el fondo luce una gran capa de torero color fucsia. En el frente hay una pequeña sala donde destaca un gran florero con rosas rojas recién colocadas.
Su mesa de trabajo está llena de papeles junto a un zapato de fútbol, en miniatura, con los colores del Aucas. Allí destaca un portarretrato electrónico donde aparecen imágenes del vicepresidente con personajes: Leonardo DiCaprio, Jaime Nebot, Stephen Hawking, Álvaro Uribe, entre otros.
El humor salta a cada instante, pero reacciona con energía cuando se topa el tema de la corrupción: “Te pido de favor que El Telégrafo me investigue a fondo cuando deje este cargo”. En medio del diálogo invita a un “comibebe de longo” que lo disfruta con calma y exige a sus contertulios servirse con ganas.
¿El ciclo político de Lenín Moreno se acabará el próximo 24 de mayo?
Si me preguntas en este momento, sí. Y seguramente si me preguntas muchos meses y años después también te diré que sí. De todas formas es imposible ver el futuro. Yo creo que el futuro es un abanico inmenso de posibilidades de potencialidades, que uno tiene más bien que esperar.
La política, cuando recibes el favor popular, implica que te deleguen un poder. Yo considero que nunca debe ser deseado el poder. El poder netamente te llega y cuando ocurre hay que aprovecharlo al máximo dando todo de sí para ayudar, principalmente, a los sectores más sensibles de la sociedad, como lo hace Rafael Correa.
Creo que el poder también uno tiene que abandonarlo lo más pronto posible. Al igual que el dinero, hay que hacerlo circular, porque sino, como la sangre, se coagula y las personas y la sociedad mueren. La Constitución especifica la alternabilidad y precisamente por eso, y para ayudar a refrescar al gobierno de Rafael Correa, le pedí que no me tomara en cuenta para esta elección.
¿Esto no se contradice con lo que decidió el Presidente de continuar en el cargo por cuatro años más?
¡No! Él está en su derecho de hacerlo. Es un hombre más joven que yo y tiene toda la potencialidad, la energía, la juventud y, sobre todo, la tenacidad y la capacidad de trabajo para sacar adelante el país.
En estas circunstancias hubiera sido difícil, lo digo con toda sinceridad, encontrar una persona de la categoría ética, de capacidad, de cariño, identificación con los problemas de Ecuador, de transparencia, de frontalidad, de valentía como la del Presidente de la República.
Yo lo he dicho en más de una ocasión, y que me perdonen quienes tengan como referentes a otros presidentes del Ecuador, pero de lejos Rafael Correa ha sido y es el mejor presidente que ha tenido el país.
Él también dice eso de usted...
Eso no es cierto. Lo mejor está por venir y está con Jorge Glas.
Abandona la política desde el poder, pero ¿y el activismo?
Nunca. El hombre es un ser político, inclusive lo que muchos suelen llamar apoliticismo no es sino la política del conformismo. Inclusive eso implica un apoyo a que las cosas continúen de la misma forma que ha venido sucediendo.
¿Va a seguir involucrado en la defensa de los derechos de las personas con discapacidad?
Estoy identificado con ellos, la gente me identifica con ellos a nivel nacional e internacional.
Yo soy presidente del Comité de Defensa de los Derechos de las Personas con Discapacidad de la Organización de Estados Americanos y estaré un año más en la función.
Pero, por supuesto, me gustaría estar plenamente involucrado con lo que me gusta, con ciertas necesidades de las personas con discapacidad, incentivar a quienes hacen ciencia, quienes desarrollan tecnología se involucren más para que esas tecnologías sirvan para equiparar los derechos de las personas con discapacidad.
Otro tema es que no todos los países han firmado la Convención de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas con las personas con discapacidad, pues hay que incentivarlos a que lo hagan y, sobre todo, que cumplan y ajusten esas disposiciones y el protocolo facultativo para legislaciones de cada uno de los países.
¿Lo veremos entonces viajando por los países promocionando los derechos de las personas con discapacidad?
Ojalá pudiera, pero cuando uno está identificado plenamente con un gran propósito es difícil desvincularse. Yo lo que estoy haciendo es desvincularme de la Función Pública, quiero descansar de ella, me atosigó un poco. Quiero, desde los espacios privados, poder seguir con el trabajo que he realizado hasta ahora, sobre todo rescatar un poco las investigaciones que he hecho y reforzarlas con mi nueva pasión, que es la física cuántica. U otras acciones que venía haciendo con respecto al buen humor, a la alegría, al optimismo, amabilidad, tolerancia, a la hospitalidad, a la esperanza y a la fe que debemos tener todos los seres humanos para alimentar no solo la salud del cuerpo, sino la del alma.
¿Y el activismo político en el movimiento PAIS?
Cuando lo requieran yo estaré allí.
¿Y el cargo de vicepresidente del movimiento?
No ya no. Entiendo que lo pasaré al compañero Jorge Glas.
Usted fue candidato al Premio Nobel de la Paz. ¿Está dentro de sus aspiraciones obtener cargos internacionales?
Aspirar a un premio internacional como un Nobel de la Paz, que lo pone a uno a caminar sobre huevos durante el período, es pavoroso. Nunca me sentí cómodo con la candidatura, de todas formas agradezco mucho a las personas que la auspiciaron y colaboraron. Es como que te quieran beatificar en vida.
¿Y para la Alcaldía de Quito?
No, tenemos un excelente alcalde de Quito, Augusto Barrera, que a veces es un poco incomprendido, pero poco a poco, conforme se realicen los grandes proyectos en beneficio del país, el pueblo quiteño va a reconocerlo más y más.
¿Qué pasaba por la mente de Lenín Moreno a las dos o tres de la tarde del 30 de septiembre de 2010?
Yo creo que el acontecimiento no estaba planificado para ese día, sino que se aceleró el intento de golpe de Estado, porque el día anterior el Presidente de la República había amenazado con llamar a la muerte cruzada. Por eso se los encontraron en todas partes, actuaron simultáneamente porque todo estaba preparado, pero no para ese día. Es por eso, y en buena hora no lo consiguieron, que su objetivo a la final era asesinar al Presidente de la República y causar conmoción en la democracia ecuatoriana. Precisamente por eso les fue más difícil, hay cosas que se les fueron de las manos, principalmente al no encontrar un pueblo aletargado, por alguna u otra circunstancia, sino un pueblo que al unísono se manifestó en contra de los golpistas.
¿Y qué hacía Lenín Moreno a las 12:00 de ese día cuando parecía que las cosas se ponían muy feas?
No se me cruzó ni por un solo instante la sucesión presidencial. Estaba seguro de que el Presidente (Correa) iba a salir incólume. Lo que hice fue llamarlo porque yo regresaba de Nueva York. Inclusive un asambleísta me llamó a las once de la noche del 29 para comunicarme que el Presidente estaba dispuesto a llamar a la muerte cruzada. Francamente no se me ocurrió que podía desarrollarse el golpe. En Guayaquil, mi seguridad me sugirió ir a la base naval, yo dije que no, porque quería estar en la calle. Es más, fui al Ministerio del Litoral para hacer unas declaraciones públicas. Ahí dejé en claro que una revolución implica lealtad.
¿Hubo llamadas de alguien?
Sí. Hay que reconocer que el pueblo ecuatoriano está polarizado: una gran mayoría a favor de la Revolución Ciudadana y una minoría en contra, que tiene mucho poder y viaja en los aviones. Se me acercaban y me decían “le toca”, “ahora viene usted”. Yo me moría de las iras.
¿Cuántas veces habló con Rafael Correa el 30-S?
Dos veces. Por la mañana cuando lo llamé y me dijo: “compañero aquí nos vamos a probar”. Le dije: “estoy plenamente convencido que vamos a salir bien”. Por la noche lo volví a ver y nos dimos un abrazo.
¿Y cuándo se volvieron a encontrar?
El abrazo de siempre. Hay gente que me dice “¿Lenín cómo puedes no ser candidato con una aceptación tan alta en las encuestas?”. Osea que si a uno la gente lo quiere obligatoriamente debe ser candidato. ¿No será lo contrario? Tarde o temprano cuando uno pasa mucho tiempo en un sitio termina considerándose indispensable. Y lo más grave, la gente que te rodea no genera espacios de alternabilidad porque te considera indispensable.
Rafael Correa ha dicho que en cuatro años se retirará. ¿Qué implica esto para el país?
Rafael se refiere a esa vida activa política que ha desarrollado hasta ahora, no se refiere a retirarse de la vida política. Yo ni siquiera me imagino a un Rafael Correa que no esté participando, opinando activamente donde quiera que esté.
¿Cuántas diferencias y cuántos conflictos tuvieron Rafael Correa y Lenín Moreno en este tiempo?
El mayor conflicto que hemos tenido fue el día en el que anunció que iba a seguir un juicio a diario El Universo. Le dije que no estaba de acuerdo y se lo dije delante de todos los asambleístas. Él contestó: “compañero vicepresidente respeto mucho su opinión”. Y yo le respondí: “Presidente tiene usted todo el derecho, no faltaba más, a la final tú eres el que lo está haciendo y el hecho que no esté de acuerdo no significa que tenga la razón. Osea tú verás como haces”. Y con el abrazo de siempre continuamos.
¿Por qué no estuvo de acuerdo?
Porque se me hacía un poco tomado de los cabellos, un poquito medio recurso de abogado. Todavía creo que a nivel macro las responsabilidades deben continuar siendo individuales, a no ser que se compruebe la complicidad. Pero que no tiremos un poco los cabellos, es lo único que decía yo, por eso no estaba de acuerdo.
¿El juicio a Emilio Palacio estaba bien, pero no al diario?
Emilio Palacio fue un grosero. Además, el Presidente de la República le dio oportunidades de rectificar. Lo menos que puede hacer una persona que respeta a su país, a su democracia, a un Gobierno elegido por su pueblo y a su Presidente debería es pedir disculpas en el momento en que se equivoca. Además había dicho una grosería. Emilio Palacio me da mucha pena por tratarse de un ser humano, pero se merecía el juicio que hizo el Presidente.
¿En estos seis años se cometieron errores que pudieron resolverse de otra manera?
El primer año fue de metidas de pata, ni siquiera me preguntes las chambonadas que hicimos al comienzo. Por ejemplo, consideramos que las personas con discapacidad física o intelectual severa, a las que nosotros decidimos tratar, podían estar en casas de acogida. Luego vimos con el Presidente el Programa Joaquín Gallegos Lara, que ha dado el resultado extraordinario, de tener a estos niños, jóvenes y adultos atendidos de manera humana.
¿Qué faltó a usted para impedir que se alejaran de la Revolución Ciudadana personajes como Gustavo Larrea, un amigo suyo, y otros más?
Esos son los avatares de la política. En la política siempre hay resentimientos que van sumando, se multiplican por mala información, por equivocaciones, por actuaciones desacertadas, inclusive, en más de una ocasión, por los primos hermanos del chisme, que son la cizaña, la calumnia, la insidia. Ellos tomaron su decisión. Yo los aprecio mucho, son y serán siempre mis amigos: Gustavo, Alberto (Acosta), César (Rodríguez), María Paula (Romo).
Todos son mis buenos amigos, es más, a todos les reconocemos su inmensa valía, su inteligencia, su vocación por la Patria, pero caminan por un sendero, espero, sea paralelo al que nosotros apuntalamos.
¿A Rafael Correa le faltó apertura y más generosidad con ellos?
Siempre falta generosidad. La generosidad nunca es suficiente, de parte de ellos y de parte de Rafael seguramente. Siempre falta un poquito más de tolerancia, un poquito más de amabilidad para atar al resto de seres humanos. A veces hay que tomar con un poco de humor ciertas cosas que aparentemente son demasiado catastróficas.
¿Quién va a reemplazar a Rafael Correa?
Si hubiera una persona, si es que hubiéramos tenido la sensibilidad política y la responsabilidad política, que tampoco hemos tenido, de generar nuevos liderazgos principalmente de jóvenes, que como bien dice Rafael nos asilen por viejos, por inútiles, estoy seguro que él hubiera cedido el espacio porque es un hombre de extrema generosidad.
Pero no lo hicimos. Entonces tenemos cuatro años para generar ese liderazgo. Hay tantos jóvenes. Tenemos a Gabriela Rivadeneira, a Rosana Alvarado, por mencionar mujeres. En hombres tenemos a Juan Carlos Cassinelli, a Miguel Carvajal. Hay tantas y tantas personas que pueden reemplazarnos que me parece un absurdo que haya gente que quiera empecinarse en que nosotros continuemos en el poder.