“Las FF.AA. son militares y militantes del buen vivir”
En una sala del Círculo Militar en Quito, el miércoles pasado, la ministra de Defensa, María Fernanda Espinosa, conversó con los editores de este Diario sobre las transformaciones y cambios en filas castrenses para hacerlas más operativas frente a los nuevos desafíos que enfrenta Ecuador, la subregión, América Latina y el mundo.
Ante tres grabadoras sobre la mesa y una cámara que filma la entrevista, la autora del poemario recientemente reedidato y presentado en Colombia la semana pasada, Geografías torturadas, habla distendida, explica cada concepto y profundiza en lo que, se nota, más le preocupa: concebir la defensa nacional como un bien público antes que como un aparato enorme con miles de hombres y mujeres dispuestos a morir por la Patria. Son evidentes las ganas de conocer cada asunto militar y sus connotaciones hasta semánticas.
No pasa por alto en la charla previa el rol de algunos medios en la problematización de ciertos asuntos que conllevan a una supuesta polémica política. Aunque no lo dice, en su entorno hay preocupación por lo que se divulga, por esas crónicas en las que se la “hostiga” como mujer y como poeta por asumir un rol político en un lugar “intenso”, cargado de simbolismo y rituales. Se entusiasma cuando conceptualiza nuevas definiciones para los nuevos temas de la defensa en esta etapa de la Revolución Ciudadana.
¿Cuáles son para Ecuador, actualmente, las prioridades en Defensa y los sustentos y contenidos de esas prioridades?
Como se conoce, la Agenda Política de la Defensa se elaboró en 2008, luego hubo una actualización en 2011 y ahora estamos haciendo la nueva actualización para que empate, en el periodo 2013-2017, con el Plan Nacional del Buen Vivir.
¿Qué han considerado para ello?
Primero, los aportes que ya tenemos en la Agenda y lo que hemos hecho hasta ahora. Hay que entender que la actualización que se hizo en 2011 se efectuó en función de un nuevo marco constitucional, y en el que hay un punto de partida diferente: las Fuerzas Armadas dejan de ser “garantes de la democracia” y pasan a ser actores que contribuyen a garantizar los derechos ciudadanos en el país. Además, tienen una función múltiple. Por una parte, ese rol tradicional de la defensa de la soberanía territorial, que es parte del corazón de la función de las Fuerzas Armadas. Y otra responsabilidad mayor: participar directamente en este concepto de seguridad integral, que pasa por la seguridad ciudadana y por una redefinición de los propios conceptos de soberanía.
¿Cómo han cambiado, cómo se los ha redefinido?
Antes, cuando se hablaba del concepto de soberanía, estábamos hablando en el imaginario ecuatoriano de guerra con el Perú, de defendernos de los ataques foráneos y todo lo relacionado con la integridad territorial, con nuestras fronteras. Ahora la idea es que el nuevo concepto de soberanía plantea el derecho y la necesidad de que los ecuatorianos, el pueblo, tomen decisiones, piensen por sí mismos y encuentren soluciones a los problemas estructurales y profundos que tiene el país, de acuerdo con los intereses nacionales, de las mayorías. Entonces, la soberanía se entiende aquí como el derecho y el deber de pensar por nosotros mismos, según nuestra realidad, de acuerdo con nuestra inserción geoestratégica.
¿Sin tutelajes?
Sin tutelajes, sin dependencia y resolviendo los problemas a nuestra manera. Eso significa una actitud frontal y crítica frente al neoliberalismo, frente al desmantelamiento de los Estados, frente a todas las formas de hegemonía que puedan existir. Creo que eso es un paso adelante muy importante, que ya estuvo presente en la actualización de la Agenda de 2011.
Si ya no son garantes de la democracia en los términos clásicos que antes se planteaba, y si ahí la filosofía no necesariamente era la que desde acá se planteaban los militares ecuatorianos, ¿cuál es la filosofía de ese espíritu que tienen ahora las Fuerzas Armadas alrededor del concepto del Buen Vivir?
Las Fuerzas Armadas son un cuerpo profesional, operativo y multifuncional. Como actores de este concepto de seguridad integral, pasa por los derechos y garantías ciudadanas, pero también pasa por la defensa de nuestros recursos estratégicos, lo cual es importante, ya que allí están nuestros proyectos estratégicos, recursos del futuro.
Entiéndase que el petróleo, las minas y demás son recursos no renovables. Pero qué pasa con nuestros recursos estratégicos, que son para siempre si los sabemos administrar bien, como el agua, teniendo en cuenta que en Suramérica está la fuente más importante de agua dulce del mundo, así como de los bosques en pie, cobertura boscosa que está en la cuenca amazónica. Es allí donde está el futuro, por los recursos genéticos, por los servicios ambientales que prestan los bosques tropicales como una suerte de esponja de equilibrio para prevenir el cambio climático.
A esto se suma algo fundamental y sobre lo cual debemos trabajar también de manera inteligente: nuestros recursos bioacuáticos. Es decir la investigación de los fondos marinos. Ahora tenemos un marco multilateral que favorece eso y que es nuestra adhesión a la Convemar.
Hay muchos temas que toca seguir explorando y que tienen que ser parte de la agenda renovada de Defensa, que es en lo que estamos trabajando.
En los últimos años, los civiles hemos observado una serie de transformaciones: un soldado más ciudadano y cercano a la gente. En ese cambio estructural, también operativo, en el Ejército hablan de que sus roles siguen siendo claros, que en el tema de seguridad no van a sustituir a otras entidades como la Policía. Entonces, cuando hablamos de este marco de soberanía, que es una propuesta muy interesante, ¿cómo se aplicaría ya en el rol cotidiano, en el trabajo que realizan los soldados?
De manera reiterada estoy comunicándome con los soldados, con nuestras tropas y siempre les recuerdo que en primer lugar son seres humanos, hombres y mujeres; que en segundo lugar son ciudadanos; y, en tercer lugar, son militares.
La palabra militar es un verbo y un sustantivo a la vez, es una condición profesional y una vocación. El verbo militar es comprometerse, de militancia, en el que esa militancia es un compromiso con los destinos, el desarrollo y el bienestar del país, de las mayorías. Las Fuerzas Armadas son actores que garantizan el bien común, son militantes del bien común. Empezando por eso es importante que se haga cuerpo dentro del pensamiento y prácticas cotidianas de los militares.
Es necesario entrar en un proceso de formación y reflexión, que nos haga comprender por qué le estamos prestando tanta atención, por ejemplo, al tema de soberanía energética y así prevenir el contrabando de combustible. El trabajo profesional de la Marina en estos años le ha ahorrado al país más de $ 100 millones. Cuando, por ejemplo, atendemos a las poblaciones vulnerables por las inundaciones o sequías, estamos contribuyendo a la soberanía alimentaria de los ecuatorianos.
Hay que conectar ambas cosas, aterrizar la reflexión sobre el significado de las soberanías, con la gestión operativa cotidiana que hacen nuestras Fuerzas. Eso quizá nos falta madurar mejor.
Eso incluye la redifinición de ciertas doctrinas en las que se hablaba de enemigos internos y externos. Esos, los enemigos internos, éramos nosotros, los ciudadanos que luchábamos por otro bienestar, por otra sociedad. Para las FF.AA. esos enemigos internos eran “subversivos”. ¿Cambió esa filosofía? ¿Y si cambió, hacia dónde va, cuáles son los enemigos internos y externos de Ecuador actualmente?
Dolorosamente fuimos víctimas de una definición de cuáles eran las amenazas desde otro lado. Ellos nos decían cuáles eran nuestras amenazas. En la “Guerra Fría” nuestras amenazas eran los comunistas, la ex Unión Soviética, China, y se lo quería hacer ver como un modelo perverso y peligroso del que todos nos teníamos que proteger. Después de la “Guerra Fría” dijeron, bueno, ¿y cuáles son las amenazas que van a justificar la intervención del poder imperial? Entonces ya las amenazas son el narcotráfico, la migración ilegal, los delitos transnacionales, etc.
Uno de los retos que tenemos es comprender bien cuáles son nuestras amenazas. La principal es la pobreza y la desigualdad. Eso debemos combatir con medidas de acción afirmativa, que es básicamente política pública, inclusión y redistribución, que es lo que estamos haciendo. Las otras amenazas las compartimos a nivel regional. El narcotráfico es una de ellas, porque está vinculado al consumo, al lavado de dinero, al tráfico de armas. De eso Ecuador es víctima y no causante.
Tenemos que unirnos para combatirlo, pero desde una manera de corresponsabilidad, sabiendo dónde están los orígenes estructurales de esos problemas. Además, a veces nos dejan solos con el costo de lo que significa para los recursos de los ecuatorianos la presencia en la frontera norte. Gran parte de nuestra energía militar también está allá.
En este sentido, ¿cuál va a ser el rol de las Fuerzas Armadas en la actualización de la Agenda Política de la Defensa externa?
Para nosotros el tema de los diálogos de paz en Colombia son fundamentales porque nos plantean nuevos escenarios potenciales, para los cuales tenemos que estar preparados.
¿Cuáles escenarios por ejemplo?
Varios escenarios. Si se logra una paz exprés (inmediata), que sería lo deseable, cómo vamos a reaccionar en Ecuador frente a la desmovilización en Colombia, para lo cual debemos estar debidamente preparados. En cambio, si la paz no se materializa rápido y es un proceso prolongado de diálogo, qué va a ocurrir.
En cualquier escenario, no podemos descuidar la frontera norte. Para eso existe el Plan Ecuador, que es de paz, de reinserción, de oportunidades de trabajo, de derecho al acceso a servicios públicos. También una política de refugio de avanzada que mantiene Ecuador: somos el país del hemisferio occidental con más número de refugiados.
Entonces, el proceso de paz en Colombia por supuesto que beneficia a Ecuador y a la región entera, pero en ese proceso, el país tiene que irse moviendo de acuerdo con los escenarios. Por eso es tan importante. Para eso estamos, además, trabajando en el marco del Derecho Internacional Humanitario, de nuestra política de refugio y una política de corresponsabilidad con Colombia.
Una posición tradicionalmente criticada es que las FF.AA. son un organismo fuerte, con miles de personas y proyectos, que demanda del Estado muchos recursos. ¿Hasta dónde en este nuevo panorama se prevé un organismo que no le cueste tanto al Estado, quizá en detrimento de otros proyectos más prioritarios en el terreno social?
Ahí siempre se plantean las disyuntivas, pero son falsas disyuntivas, falsas contradicciones. Decir, por ejemplo, por qué comprar lanchas de patrullaje para evitar el contrabando de combustible, si con ese dinero podríamos construir una escuela. A mí me parece que justamente el secreto de una buena política pública es poder armonizar ambas cosas. Esas son decisiones de política pública, pero no excluyentes. Además, el gasto de defensa de Ecuador no es mayor que otros países de la región, porque tenemos que cerrar una brecha de 40 años, en la que para las FF.AA. no se compró nada. Cada vez que se preguntaba cuánto tiene de vida tal o cual avión, tanque o camión, resulta que todo tenía al menos 35 años, con cero responsabilidad en el mantenimiento y en renovación. Nuestro Gobierno ha ido en un proceso sostenido, planificado, de recuperar la capacidad operativa de las Fuerzas Armadas, pero entendiendo bien cuáles son las amenazas, de las que quizá una de las peores es el cambio climático y los desastres naturales.
Cuando tuvimos los incendios forestales, por ejemplo, quienes los apagaron fueron los helicópteros y el sistema de extinción de incendios de Fuerzas Armadas, en articulación con la Secretaría General de Riesgos; cuando erupciona el volcán Tungurahua, quien colabora directamente son las Fuerzas Armadas, también cuando tenemos tráfico de combustible colaboran a través del programa Soberanía Energética; y ahora en las inundaciones en el Litoral volvieron a colaborar, pues incluso aportaron con hombres rana y con equipo anfibio rescatando a los afectados. ¿Quién está ahora haciendo los aros de seguridad para proteger los centros de detención de alta seguridad después de la fuga de la cárcel de La Roca? Las Fuerzas Armadas. Obviamente tenemos limitaciones, ya que la Policía Nacional también tiene su rol que cumplir. Esas son las nuevas responsabilidades que tienen las Fuerzas Armadas, en los programas de seguridad interna.
Por eso ahora uno de los grandes desafíos en las Fuerzas Armadas es el talento humano, es potenciar y multiplicar su profesionalización, porque antes solo estábamos preparándonos para la guerra, pero como eso es algo remoto en este momento, no nos pueden coger desprevenidos como sucedió en Angostura (el bombardeo colombiano de marzo de 2008), pero tenemos que definir nuestras propias amenazas y responder con capacidad y versatilidad.
Quizá resulte una paradoja, pero si tradicionalmente las Fuerzas Armadas son obedientes y no deliberantes, cuando usted se refiere a sus integrantes como ciudadanos y ciudadanas ¿no cambia también ese concepto, pues los ciudadanos tienen una opinión y una participación política?
Yo diría que no. Fuerzas Armadas son brazos operativos, pero deben tener plena conciencia de para qué están operando. Eso es diferente a ser deliberantes. Pueden serlo en el momento, por ejemplo ahora, que tienen el derecho al voto, al suscribir un modelo de país, de sociedad, apoyando un determinado proyecto. En ese momento ejercen su derecho ciudadano, cuando actúan profesionalmente no pueden ser deliberantes, peor aún ser garantes de la democracia. Actores sí, corresponsables sí, pero no garantes de la democracia, y ese es el gran cambio, el cual me parece que ha sido sustantivo. Además, ahora estamos viendo la defensa como un bien público, que nos afecta y nos compromete a todos, que tiene un brazo operativo que son nuestras Fuerzas Armadas, pero para eso existe también la autoridad civil que es el ministro o ministra de Defensa.