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El Telégrafo

La zona rural recibe una transportación con falencias

La zona rural recibe una transportación con falencias
09 de diciembre de 2014 - 00:00

Pese a que existen fuertes sanciones de hasta un año de cárcel para los conductores de los buses de servicio público intraprovincial por viajar con exceso de pasajeros, hay transportistas que no cumplen esta disposición, poniendo en riesgo la vida de las personas que utilizan este servicio a diario.

El último caso con víctimas mortales fue el ocurrido el pasado 27 de noviembre en la vía PlanchalomaToacaso-Saquisilí, en Latacunga, cuando un bus de la cooperativa Iliniza se volcó, al parecer, por exceso de velocidad. Al interior del bus había decenas de personas de pie, según versiones de los propios pasajeros. El conductor, que tenía la licencia caducada, perdió el control del automotor y causó el accidente.

Ocho personas fallecieron, entre ellas había 6 menores, que se transportaban hacia sus establecimientos educativos. María Vaca, abuela de 2 de las víctimas del accidente, asegura que la transportación que reciben es deplorable.

“Desde que suspendieron las camionetas en Yanahurquito, los estudiantes y trabajadores que van a Toacaso, Saquisilí y Latacunga solo tienen acceso a un bus”, dijo.

Pero el uso de camionetas tampoco es la solución viable para una problemática que parece no tener solución, como es la transportación rural.

El uso de camionetas está permitido por la ley para transportación pública, pero los pasajeros solo pueden ir en la cabina. Bajo ningún concepto pueden ir personas en la parte de atrás, ya que está prohibido por el Código Orgánico Integral Penal, en el artículo 388, numeral 7. La ley sanciona con $ 136 y 7,5 puntos menos a quien transporte personas en el balde de una camioneta.

Por la falta de frecuencias de buses, el uso de camionetas es una de las soluciones en la transportación rural. Pero los conductores no solo utilizan la cabina para llevar personas, sino que también las movilizan en el balde. En caso de un accidente, quienes no van al interior del carro, tienen pocas posibilidades de sobrevivir.

El transporte de personas, mercaderías y animales desde y hacia algunas zonas rurales de Ambato aún es un problema para la Municipalidad. Hasta el momento no se ha podido detener la movilización de moradores de los sectores periféricos, como Pinguilí, zona alta de Quisapincha, San Fernando, Calamaca, Calhua Grande, Calhua Chico, entre otros, hacia la ciudad y viceversa, en camionetas, camiones y furgonetas no reguladas por la Dirección Municipal de Tránsito y Transporte.

En las calles Olmedo y Mejía, detrás de la céntrica Plaza Cívica Urbina; García Moreno, cerca del mercado Primero de Mayo; y Cuenca, a la altura del recién estrenado mercado Colón, a diario se improvisan paradas de estos medios de transporte ilegales para luego transportar a las personas a la zona rural. Los moradores de los sectores donde se improvisan las paradas rurales se quejan de la inseguridad, el desaseo y desorden en sus vecindarios. Ellos demandan mayor control en estos sectores de los agentes civiles de Tránsito, pues el servicio que dan es ilegal.

“Al ser la mayoría agricultores y comerciantes de animales, los usuarios de camionetas arrojan los desperdicios de estas actividades desmedidamente.

La presencia de delincuentes también es frecuente en el lugar”, dijo Lorena Masabanda, habitante del barrio Urbina. Lo mismo ocurre en el sector del mercado Primero de Mayo. Víctor Núñez, morador del lugar, se queja de contaminación ambiental. “Los camiones que llevan a la gente son demasiado viejos. El humo negro que dejan en las paredes, postes y ventanas del lugar, pues al ser una actividad ilegal los choferes dejan encendidas las unidades hasta su partida, son medidores de la contaminación que deteriora nuestra salud”, indicó.

Largas esperas

“Un drama”, así sintetizó Diana Zavala su transportación diaria desde su natal Membrillal, sitio rural de Jipijapa. “No hay carro seguro. Los vehículos que llevan al lugar son
viejos, no hay opción, te arriesgas o te quedas metida en el pueblo hasta el otro día”, manifestó.

Para entrar a este sitio rural solo se lo puede hacer a determinada hora. “Todos los carros, que pueden ser dos o tres, ingresan aproximadamente entre las 12:00 y 12:30, todos lo hacen de golpe, a veces con la diferencia
máximo de 15 minutos”, contó Zavala.

Para salir del pueblo es a las 06:30 y 07:00, que son los mismos vehículos que luego ingresan al mediodía. Fletar un carro, hacer dedo o caminar, como dijo Diana, son las otras opciones que hay fuera de los rígidos horarios.

El tiempo de espera de los vehículos también incomoda a Liliana Rivera, quien vive en Las Pampas de Montecristi. Ella esperó un bus por más de dos horas para movilizarse hasta Los Bajos, otra localidad rural.

En Manta, tres cooperativas (60 vehículos en total) llevan a la zona rural; San Mateo (que avanza hasta Jome), Santa Marianita y Aromo Expres (llega hasta San Lorenzo).

Estos vehículos trasladan 10 pasajeros: 4 en la cabina y 6 en el balde. Ludwig Rodríguez, gerente de la compañía Santa Marianita -conformada por 13 vehículos-, señaló que conocen que en la Ley de Tránsito el transporte mixto es para trasladar pasajeros (en cabina) y que el balde es solo para carga.

No obstante, recordó que hace 25 años se han manejado de la misma manera, aprovechando todos los espacios de la camioneta para trasladar pasajeros. Incluso hace dos años mejoraron comprando camionetas doble cabina.


Pese a que es ilegal la transportación de personas en la parte de atrás de las camionetas, hay quienes no tienen otra opción. Tal es el caso de María Chiluisa, de 70 años, quien se dedica al comercio de hierbas. Ella habita junto a su familia en la comunidad Tzalarón, parroquia Punín
(Chimborazo).

Para que María saque sus productos hasta Riobamba toma un bus de transporte rural, pero este sale cada dos horas, por lo que si se atrasa deberá esperar.

“Estamos bien lejos de la ciudad y cuando no alcanzamos el bus, no hay otra alternativa que coger camionetas, así no sea legal. Es un problema, pero no hay otra opción”,
señaló Chiluisa.

En la zona rural de Cuenca, la irregularidad de las frecuencias ocasiona una sobrecarga de pasajeros.

Los buses viajan repletos de personas, que a pesar de trasladarse con incomodidad, no reclaman, debido a que lo único que quieren es llegar lo más pronto a sus respectivos destinos.

A estos, también se suman las precarias condiciones en las que se encuentra la “terminal” del mercado 27 de Febrero, en donde no hay asientos, por lo que los usuarios deben esperar con sus compras en el piso. Cristian Moyano, director Municipal de Tránsito, indicó que dentro del Plan de Movilidad y Espacios Público que se desarrolla en el cantón se encuentra el análisis de la transportación interparroquial.

Agregó que el control del servicio que prestan los buses rurales está a cargo de la Empresa Municipal de Movilidad (Emov), que a criterio de los habitantes de las parroquias no ha tenido mayor accionar.

Las camionetas y los tricimotos cubren carencias de transporte en Guayaquil

Guayaquil no es ajena a los problemas de movilidad. Las personas que habitan en las zonas olvidadas se transportan en camionetas viejas, tricimotos improvisadas o caminan varios kilómetros por calles polvorientas.

La población más afectada es la que se asienta en las cooperativas y barrios del noroeste, donde se estima que reside el 25% de los habitantes, es decir, 569.000 personas aproximadamente.

Dos de estos sectores son Flor de Bastión y Paraíso de la Flor, en donde la mayor parte de las vías carecen de pavimentación. Fabricio Vásquez, del bloque 1 de Flor de Bastión, explicó que por esta razón no ingresan buses. Las únicas alternativas que hay para movilizarse hacia la calle principal más cercana (km 25 de la vía Perimetral) son las tricimotos y camionetas.

En ambos casos, explicó, circulan en el límite de su capacidad en los horarios de 06:00 y 18:00. “Cuando la gente sale o regresa de su trabajo”. En Monte Sinaí, la situación es más compleja, porque la infraestructura de vialidad apenas existe en la avenida Casuarina y en cinco calles principales.

Las peatonales sin pavimentar, en cambio, presentan desniveles y baches que dificultan el paso de cualquier vehículo, excepto bicicletas y motocicletas. Galo Chalá, de Trinidad de Dios, afirmó que los vehículos de dos ruedas son las opciones más usadas en la zona, aunque la mayoría no está en posibilidades de adquirirlos. Muchos prefieren ir a pie. Por las calles pavimentadas circulan 8 líneas de buses, tricimotos y camionetas. Las dos últimas alternativas mencionadas pasan el tope de su capacidad en las horas pico. Mario Yépez, tricimotero que opera en Trinidad de Dios, aseguró que pocas camionetas transitan por el sector y solo desde las 05:00 hasta las 07:00 y de 18:00 a 20:00.

En el sur, algunas de las cooperativas de la Isla Trinitaria mantienen limitaciones en la movilidad.

Aunque la mayoría de la zona está pavimentada, algunas de las vías son estrechas para que transiten los buses, mientras que las calles anchas son consideradas, según choferes consultados, inseguras.

En la cooperativa Nigeria, al pie del estero Salado, las peatonales adoquinadas apenas cuentan con un carril para la circulación de tricimotos.

Para llegar hasta la vía Perimetral, la principal más cercana, se debe transitar 1,5 km: 10 minutos en tricimotos o 30 minutos a pie, relató Byron Caicedo, habitante de Nigeria.

Al igual que en otros sectores periféricos, la falta de alternativas de transporte se observa cuando inicia o finaliza cada jornada laboral. Las personas van hasta colgadas de las tricimotos.

El artículo 33 del Reglamento de servicio de transporte terrestre comercial alternativo excepcional de tricimotos de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT) prohíbe llevar más de tres pasajeros. El art. 3 también restringe su circulación a zonas periféricas.

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