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El Telégrafo

La ludopatía dejó a Rafael sin empleo y sin educación

La ludopatía dejó a Rafael sin empleo y sin educación
23 de abril de 2011 - 00:00

La ludopatía es una grave enfermedad “silenciosa y progresiva”, afirma Rafael Cedeño, quien decidió compartir su testimonio sobre su adicción a los juegos de azar para  ayudar a superar este mal a las personas que lo padecen.
Él lleva dos años alejado de los juegos de azar, pero fue  un cliente frecuente de los casinos durante cerca de cinco años. Lo que  empezó como gratos momentos de distracción terminó “arruinando” su vida.

 

Su problema comenzó cuando tenía 27 años y gozaba de un buen trabajo y  disponibilidad económica. Invitado por un amigo un día acudió a un casino, en el centro de Guayaquil, aunque no tuvo suerte le agradó el ambiente, la música y la atención. “Siempre te ofrecen bebidas gratis y pasabocas, hasta desayunos para los que se amanecen, están atentos, hacen que uno se sienta cómodo, pero lo que en realidad quieren es tu dinero”, comenta este ciudadano.

 

Al principio las pérdidas para Cedeño eran pocas y el tiempo que dedicaba a jugar también era corto, pero progresivamente se fue enganchando y su adicción le trajo graves consecuencias.

 

“Era un hombre independiente, trabajaba en una institución pública de la ciudad, tenía un buen sueldo con el que cubría todos mis gastos, me daba ciertos lujos y todo eso lo perdí”, afirma el hombre.

 

Su afición al juego aumentaba y sus apuestas eran  más altas. Era incapaz de dejar de jugar un día y lo que ganaba lo dejaba para seguir jugando. “Dejé mis estudios de inglés, me gastaba el dinero del alquiler, mi vida se volvió caótica porque solo pensaba en jugar”, narra.

 

Llegó el día en que no tenía dinero para pagar sus gastos y también fue despedido de su trabajo por sus constantes ausencias. “Vivía en los casinos, para mí ahí estaba todo lo que necesitaba: apuestas, comida y licor”, agrega.

 

Al no tener dinero para pagar el alquiler, Cedeño volvió a casa de sus padres, pero su adicción continuaba. Vendió sus pertenencias para seguir jugando hasta que se quedó sin nada. Para entonces su familia ya se había dado cuenta de lo grave de su problema y lo   convenció de que reciba ayuda. 

 

Durante un año recibió asistencia sicológica y vivió una lucha interna para dejar   los juegos de azar, pero ahora puede decir que se siente libre de esa adicción. Aunque lamenta haber perdido su trabajo, tiempo y dinero, dice que se siente “tranquilo” de saber que no llegó a robar, ni lastimar a nadie por conseguir dinero para jugar.

 

“El impulso por apostar es tan fuerte y a veces incontrolable que puedes pensar en hacer cosas indebidas para seguir apostando”, expresa.  “Creo que mi ventaja es que tenía dinero, aprendí como era el juego y eso me mantuvo solvente un buen tiempo, pero aún así termine perdiendo todo”, agrega.   

 

Ahora Cedeño intenta rehacer su vida, cuenta con un nuevo empleo, aunque prefiere vivir en casa de sus padres, que lo apoyan en su proceso de recuperación.

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