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El Telégrafo

La justicia indígena no mide con la misma vara a los acusados

La justicia indígena no mide con la misma vara a los acusados
03 de diciembre de 2012 - 00:00

El acto de purificación efectuado como sanción a dos presuntos homicidas, el sábado anterior, en la comunidad El Cercado (Imbabura), pone en entredicho la imparcialidad de la justicia indígena.

Ello si se compara la pena impuesta por la asamblea de esa población del cantón Cotacachi a los dos miembros de su comunidad y que incluye otras cuatro sanciones leves, con otros casos de juzgamiento, según costumbres ancestrales, ocurridos en la misma zona y en otros sitios del país.

En otras ocasiones, sobre todo si los acusados no son habitantes del lugar y, peor aún, si son mestizos, los castigos inflingidos rozan el límite de la tortura para delitos mucho menos graves que un presunto asesinato.

Por ejemplo, cuatro meses atrás, la “purificación” de tres mestizos acusados de robar ganado tomó otro matiz y se tornó violenta en la parroquia San Rafael de la Laguna, perteneciente al cantón Otavalo. Para empezar, los acusados fueron retenidos durante una semana por los dirigentes de la comunidad de Huaycopungo.

El 27 de julio de este año los sometieron a una serie de duros castigos físicos. Primero fueron obligados a cargar cilindros de gas llenos de combustible y grandes rocas por las principales calles de la parroquia. “Ladrones malditos”,   gritaban los pobladores de San Rafael de la Laguna a los acusados de abigeato. “Deberían quemarlos vivos para que dejen de robar”, exclamaba aquel día Rosa Caluquí, a quien los supuestos cuatreros le habrían sustraído dos cabezas de ganado.

Luego de caminar descalzos por más de cinco kilómetros, los acusados fueron llevados al estadio de la comunidad de Huaycopungo, donde se había instalado una especie de coliseo romano preparado para el castigo. En el centro se encontraban grandes cantidades de ramas de ortiga, látigos y agua con sal.

Cuando anochecía fueron obligados a desnudarse completamente, sin importar que había una mujer entre los implicados. El primer baldazo fue de agua helada. Enseguida recibieron los fuertes golpes con ortiga. Ese era el momento de arrojarles agua con sal para que las heridas causadas por la ortiga comenzaran a arder. Posteriormente, los obligaron a acostarse y recibieron varios latigazos. “Para que no vuelvan a robar tienen que recibir estos latigazos como parte de su purificación”, gritaba el “verdugo” antes de azotarlos.

Y no conformes con lo ya hecho, rociaron con combustible la camioneta prácticamente nueva de los presuntos cuatreros y la incendiaron. “Ese también será el destino de los próximos delincuentes que encontremos robando o matando en nuestra comunidad”, exclamaba a través de un megáfono uno de los comuneros en aquella ocasión.

Rumiñahui Anrango, presidente de la Unión de Organizaciones Campesinas e Indígenas de Cotacachi (Unorcac), dice  que las autoridades comunitarias son las que valoran los antecedentes y los orígenes de las personas acusadas en cada caso. “Los compañeros acusados de asesinato en El Cercado son parte de la comunidad y tienen que ser juzgados bajo las tradiciones indígenas. En el caso de las personas que fueron encontradas robando en Huaycopungo, que no eran parte de la comunidad, fueron sometidas a un fuerte castigo”, manifiesta el dirigente. (CAT).

Cinco sanciones leves en un caso de supuesto asesinato

El Gobierno Comunitario de El Cercado, luego de sacar de la cárcel a uno de los acusados de asesinar a tiros a otro comunero de Cotacachi durante las celebraciones del Inti Raymi, les impuso a él y a otro implicado cinco castigos con los que, según los dirigentes indígenas, pagarían por el delito del cual se los acusa.

El presunto homicida fue llevado desde el estadio de El Cercado hasta las faldas del volcán Cotacachi. En la vertiente de agua “hierba buena”, que los comuneros de la zona consideran sagrada, inició el ritual. Solo con una pantaloneta,  los implicados en el caso recibieron de manos de su hija y madre, respectivamente, casi un masaje con ortiga. El aroma del sahumerio hacía más agradable el ambiente.

Asimismo, con el perfume extraído de miles de pétalos de rosas, los acusados fueron bendecidos por dos chamanes. De inmediato, inició la inmersión en la fuente de agua, acompañada de una pertinaz lluvia. Rocío Cachimuel, presidenta de la Federación de Indígenas y Campesinos de Imbabura (FICI), dijo que esa es la evidencia de la conexión  entre los rituales ancestrales y la naturaleza.

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