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El Telégrafo

La consulta revela dos retos

La consulta revela dos retos
09 de mayo de 2011 - 00:00

El resultado electoral de la consulta y referendo, con el conteo aún no concluido, revela dos situaciones que obligan a reflexionar: la propuesta del Gobierno, en el campo de la justicia, caló hondo en la mayoría de la población y ahora compromete su gestión futura a la espera de una pronta solución a los problemas de fondo en este campo. Y el movimiento social, particularmente el indígena, se alejó profundamente de la Revolución Ciudadana y ahora saldó cuentas en casi todas las preguntas y ese impacto se verifica en algunas provincias de la Sierra Central y en la mayoría de la Amazonía.

A todo ello hay que añadir un elemento para el análisis más sopesado: muchas personas no votaron en plancha, hubo discernimiento, lo cual valida el proceso como una expresión democrática de madurez en la perspectiva de una ciudadanización de la política.

Sobre el primero, invariablemente el Ecuador votó y apostó por resolver un mal endémico, complejo y de connotaciones individuales enormes y muy sensibles. Bastaría revisar los resultados en provincias como Guayas o Manabí, donde han ocurrido serios problemas de violencia, para entender la respuesta del electorado.

El Gobierno está comprometido a dar respuesta inmediata, con la legitimidad del resultado, pero  sabe que esa será la principal herramienta de la oposición para socavar el mismo triunfo.

A la vez, las preguntas 4 y 5, por el estrecho margen, evidencian un apoyo a la transformación del sistema de justicia, pero también el impacto que produjo sobre las clases medias y en provincias como Pichincha o Azuay la advertencia de no meter la mano en la justicia. Y sobre esto último queda también por esperar la respuesta de reformar el sistema con propuestas creativas, urgentes y satisfactorias para todos los sectores. Además de considerar hasta dónde la independencia de la justicia, como reclamaba la oposición, garantiza efectivamente una eficaz administración de la misma.

En cuanto al movimiento social, el panorama luce complejo. El movimiento indígena, con sus contradicciones y diversidades, todavía tiene un peso significativo, independientemente de la calidad de los liderazgos. El arribo de Humberto Cholango reactivó a sectores dispersos, sin acuerdos básicos y con la voluntad de recomponer a la Conaie. Y ese peso incide en la región Amazónica y en la Sierra central con mucha fuerza. El discurso oficial sobre este movimiento no ha logrado tender los puentes necesarios para, respetando sus particularidades, crear los escenarios para el diálogo y el trabajo colectivo y así resolver los problemas más graves de las comunidades indígenas. De hecho, queda por evaluar si sólo la obra pública, la atención en la salud y educación, bastan para consolidar una alianza estratégica con las comunidades.

Y en este panorama no se puede descontar el rol de los medios de comunicación. Siendo uno de los supuestos afectados con las preguntas 3 y 9, la prensa tradicional salió “con todo” a afrontar este proceso de consulta.

Colocaron toda la consulta como una disputa entre las libertades y los derechos, generaron un discurso alarmista y tremendista, sin hacer su obligado trabajo: poner el espacio para el debate y para que la ciudadanía tome decisiones informadas y reflexivas. Llegaron al punto de ubicar su posición política como parte de la agenda informativa. Y en esa disputa también hay que analizar el rol de la publicidad a la que acudió la oposición: creativa, provocadora, persistente y contestataria. Eso, evidenciado en las redes sociales y los sectores medios de la población, pegó, gustó y obtuvo impactos desde el humor y la ironía.

Ahora bien, hay otro elemento de interés: el debate público derivó en una apuesta más reflexiva que se refleja en que los electores discernieron su voto. Ante ello cabe preguntarse si la consulta forjó, en alguna medida, una mayor politización de la ciudadanía sobre temas trascendentales y, claro, una ciudadanización de la política para decidir sobre asuntos que no sólo son responsabilidad de las autoridades.

Y con todo ello quedan algunas preguntas por responder en los próximos días: ¿Rafael Correa jugó su mejor papel en esta campaña? ¿Hasta dónde el Movimiento PAIS desató su potencial político para afrontar los obstáculos que el proceso reveló? ¿Quién, en la oposición, se hace cargo de la derrota? ¿En esa diversidad de actores, con exabruptos de algunos, tesis y propuestas de otros, hay alguien que pueda capitalizar democráticamente para profundizar la democracia y lo que depara el resultado electoral?

Y una última inquietud: ¿las izquierdas estarán en capacidad de dialogar para afrontar lo que le falta a este proceso de transformación? ¿O será una nueva oportunidad para retomar colectivamente las banderas del cambio, respetando las diferencias y las identidades particulares? En este tema, hay un debate pendiente y una autocrítica generalizada.

Por lo pronto es claro que esta fue una prueba democrática para todos los actores y sectores. En ese sentido, la prueba fue superada en paz y el rédito está de lado del pueblo que reflexionó y optó, a pesar de la deficitaria responsabilidad  de los históricos y tradicionales actores clientelares, oportunistas y poco éticos con sus discursos y ofertas. Esa es la parte menos democrática del proceso.

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