¿Fascismo en ciernes en el Ecuador?
No hay nada inocente en comunicación. Eso es una ley, grabada en piedra. Por eso, que Ecuavisa invite a monseñor José Mario Ruiz y cuente cómo inició el fascismo de Benito Mussolini en Italia, en comparación con lo que pasa ahora en Ecuador, a más de no ser nada inocente es de una perversidad enorme.
Se olvida Ecuavisa y Alfredo Pinargote que el fascismo tiene unas características sociales, políticas e históricas propias y surgió precisamente para frenar el ‘avance peligroso del comunismo’. Ese fenómeno político, en Italia, ocurre no sólo por la existencia de Mussolini, sino por la crisis económica en la que se hallaba ese país y por la puja de los mercados, industrias y pobreza de toda Europa. El Duce, como le decían al dictador, capitalizó el sentimiento de insatisfacción de los italianos tras la I Guerra Mundial: a Italia no le cumplieron con las ventajas territoriales y económicas suscritas en el Tratado de Versalles, prometidas por Francia y Gran Bretaña. Bastaría que Ecuavisa pase todas las películas del realismo italiano para entender ese fenómeno por fuera de las ‘inocentes’ comparaciones que indujeron ayer en la entrevista.
Además, llevar a un sacerdote a una entrevista para hablar del fascismo tiene un sentido simbólico que, espero, Ecuavisa, sus productores y directivos, deberían analizar para saber por dónde se conduce su línea editorial. De hecho, el propio monseñor Ruiz tuvo que corregir a Pinargote porque el sacerdote “no vivió el fascismo de Mussolini”, cuando dijo que él había llegado en 1950 y se había hecho sacerdote en 1954. Nadie debe olvidar que Mussolini murió ejecutado en 1945, dos años después de su derrocamiento como dictador de Italia.
Entonces, utilizar el espacio de información y debate para incluir una ‘inocente’ comparación sobre los ‘parecidos’ del fascismo italiano con la Revolución Bolivariana y la Revolución Ciudadana, en plena campaña por la Consulta, ¿no nos devuelve a esa otra cara del fascismo: el oscurantismo capitalista, acodado a ciertos sectores de la iglesia y del neoconservadurismo?
Y monseñor Ruiz debería, con todo respeto, revisar la historia, por fuera de su ‘experiencia personal italiana’, para ponderar un mejor sentido de la interpretación e inducción a su comunidad cristiana.