La década del 50 marca un antes y un después en la llegada de los indígenas a Guayaquil, según el sociólogo Homero Ramírez Chávez.

El también máster en proyectos económicos y sociales de la Universidad Estatal explica que ese año se produjo un enorme éxodo hacia el puerto principal, alentado, entre otras cosas, por la entrega casi gratuita de terrenos en lo que es ahora el Suburbio porteño.

Añade que arribaron en enormes grupos de familias completas para asentarse en ese sitio.

Explica que nunca antes se produjo un movimiento de personas tan grande en el país. “Lo ocurrido en los años siguientes ya fue progresivo".

En esta migración tiene mucho que ver las decisiones políticas que se tomaron en su momento de personas que eran autoridades”, precisa.

Ramírez está consciente que el arribo de tantos migrantes trajo problemas a la ciudad en distintos aspectos, sin embargo recalca también que la presencia de los ciudadanos serranos abarató la mano de obra en sectores como la construcción.

“Guayaquil siempre ha estado en constante crecimiento. El desarrollo de la construcción se ha dado con el esfuerzo de indígenas. Estas personas no necesitan ser tan técnicas para realizar su trabajo. Ellos aportaron con su fortaleza”, insiste.

El catedrático advierte que el flujo de migrantes no se detendrá. Expresa que para este grupo social llegar a Guayaquil o a Quito es el mismo anhelo que tienen otros grupos de ecuatorianos por arribar a los Estados Unidos y se pregunta: ¿Quién no quiere ir a Estados Unidos?