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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo

El triunfo de Abdalá significó una bofetada a las élites más rancias

Las elecciones de 1996, al igual que las anteriores desde el retorno a la democracia en 1979, se realizaron en dos vueltas.

En la primera, los binomios conformados por Jaime Nebot-Diego Cordovez, del Partido Social Cristiano (PSC), y Abdalá Bucaram-Rosalía Arteaga, del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), pasaron a la final con apenas un punto de diferencia, entre uno y otro, en el porcentaje de votación.

En el balotaje, los roldosistas se impusieron con 9 puntos de diferencia respecto de los candidatos socialcristianos. Esta segunda jornada tuvo, sin embargo, un  ausentismo del 28%.

Nueve agrupaciones políticas participaron en la primera etapa del proceso eleccionario de 1996. Entre ellos Pachakutik que, aunque recién se estrenaba con  Freddy Elhers como presidenciable, alcanzó un tercer lugar con el 21% de los votos.

En un primer momento  las encuestas a boca de urna (exit poll), permitidas en esa época, dieron por ganador a Jaime Nebot. Los representantes de las encuestadoras adjudicaron este error al “voto vergonzante” -ciudadanos que no querían admitir que habían votado por Abdalá Bucaram-.

Luego se reveló que la derecha “guachafa” le había ganado la posta a la derecha tradicional. Bucaram había hecho su campaña autodenominándose “el candidato del pueblo”.

Opuesto totalmente a las élites -por supuesto a las tradicionales-, porque su campaña fue apoyada por miembros de la Colonia Libanesa guayaquileña, a la cual pertenecía por origen, cuyos integrantes no eran precisamente pobres.

La presencia de Rosalía Arteaga suavizó a sectores reacios a la forma de ser de Bucaram, y consiguió que se sumaran.

En el gobierno de Bucaram, con la asesoría de Domingo Cavallo, se formuló  un plan económico -entre neoliberal y populista- cuyo fin era aplicar la convertibilidad. Pero “el loco que ama” se cayó antes.

SEIS MESES BASTARON PARA ENTENDER LOS LÍMITES DE BUCARAM

Tuvo la oportunidad histórica de impulsar un proyecto distinto al oligárquico y perdió la ocasión por someterse al frenesí de su carácter, pasiones y “socios” políticos. Su caída significó un duro revés para sectores de izquierda y de centro que lo apoyaron. Hasta ahora su paso por Carondelet queda como una marca oscura.

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