El ritmo de campaña le pasa factura al pastor Nelson Zavala
“Este sector antes vibraba en cada campaña. Y para ser honestos, era sector roldosista. Cuando el ‘loco’ venía en los 90 para que le den el voto, la gente salía a recibirlo, lo esperaba por horas (....) Ahora cuando vienen los candidatos, la gente ni sale a verlos. A lo mucho se acerca para recibir un regalo”. Estas sinceras palabras salen de la boca de Ramiro Guillén, un humilde morador del sector de la calle Brasil, en el suburbio de Guayaquil, mientras observa cómo el candidato presidencial del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE), Nelson Zavala, saluda a los habitantes del populoso sector trepado en una camioneta junto a dos candidatas a asambleístas.
Guillén, con algo de desgano, alza la mano y devuelve el saludo al pastor evangélico que ahora busca llegar a Carondelet. A diferencia de él, sus vecinos se atolondran y corren tras el vehículo para que los postulantes les lancen camisetas que llevan estampados los rostros de Zavala, de Lucy Cevallos y Paola Landetta (ambas candidatas a asambleístas). En realidad este “regalo” resulta por momentos peligroso, porque varios infantes corren junto a la camioneta, muy cerca de las llantas, con tal de conseguir la indumentaria.
Son las 20:00 de un lunes caluroso y húmedo. El presidenciable ha tenido una larga jornada que incluyó visitas a no menos de cuatro medios de comunicación y una reunión con su grupo de trabajo pastoral en su casa, ubicada en la urbanización privada Acuarela del Río, al norte de Guayaquil. “Yo no dejo mi posición de pastor, eso lo haré, inclusive cuando llegue a la Presidencia”, comentó Zavala en la intimidad de su hogar antes de arrancar con el recorrido motorizado.
Y sí, los tiempos han cambiado. Las extensas caravanas roldosistas, con miles de seguidores ahora son parte de un buen recuerdo de esta tienda política. En esta noche solo 15 vehículos acompañan al candidato. El punto de concentración es la 29 y Gómez Rendón, “zona caliente” del suburbio. Ahí dos docenas de jóvenes impetuosos -no mayores a los 20 años- están listos para ir corriendo por las calles, entregar folletos y stickers con información y propaganda de Zavala. Ese corre-corre le pasó factura a una chica. Una hora más tarde ella tuvo síntomas de desmayo y debió ser embarcada en uno de los vehículos de la seguridad del candidato presidencial.
Zavala -cordial, sonriente y atento a escuchar a quienes le devuelven el saludo- lidera la caravana que turba las calles que surca. Sirenas y canciones alusivas al PRE salen desde parlantes instalados en los baldes de los vehículos. Dos fornidos dirigentes roldosistas siempre están una cuadra adelantados al recorrido para sujetar al primero que se cruce en la calle para que salude al candidato.
Las calles Argentina, la 38, la 29, la 17, García Goyena van quedando atrás. La estamina se consume tanto en candidatos como en simpatizantes. Los jóvenes que hasta hace unos minutos iban correteando de un lado a otro para entregar los trípticos, ahora están exhaustos, sudados, sin voz... Inclusive los líderes de la marcha también sienten los estragos de la jornada. Zavala y Cevallos prefieren embarcarse a las camionetas y saludar desde los asientos de los copilotos. La única que se mantiene fiel al recorrido es Landetta, quien con medio cuerpo afuera por la parte descapotable del carro, saluda a cuanto ciudadano observa.
El pastor luce agotado. Horas antes, frente a una de sus hijas, había confesado que esta nueva experiencia (la de presentarse a una elección presidencial) ha sido extenuante tanto física como mentalmente.
A lo lejos se ve el puente de Bellavista que conecta el suburbio con la zona norte de Guayaquil. La caravana -que a estas alturas se reduce a doce vehículos- continúa en la búsqueda de saludos de los transeúntes. Sin embargo, y al cruzar el viaducto, el carro en el que se transporta el candidato presidencial acelera abruptamente. De manera avezada esquiva otros tres vehículos y abandona la ruta.
Los que quedan atrás se preocupan, frenan y se parquean. Hablan entre ellos, llaman por celular, no saben lo que ha pasado. Con la misma brusquedad con la que se detuvieron retoman la caravana hasta llegar a la casa de Cevallos en Urdesa Central.
“¿Y dónde está el pastor?”, se le consulta a la candidata -también luce “molida” por el cansancio”. “Ah, ya se fue a su casa. Hasta ahí era la caravana”. Uno de los muchachos que estuvo en el recorrido recordó que el presidenciable le había dicho que tenía hambre. Y es que no solo de política vive el pastor.