El poder político de la imagen
Una foto tiene la potencia y eficacia que garantiza lecturas múltiples, subjetivas y hasta polémicas, desde la ingenuidad de la mirada. Bastaría mencionar las fotos de Robert Capa en Vietnam para confirmar la poderosa fuerza y calidad comunicativa de una imagen en su soledad.
La de los niños quemados con napalm en ese país asiático frenó, en parte, la arremetida estadounidense contra el pueblo indefenso. Igual ya es un ícono de la fotografía su inolvidable Muerte de un miliciano, tomada durante la Guerra Civil Española, que ha pasado a la historia como el primer ícono de la gravedad de ese conflicto.
En Ecuador tenemos varias imágenes que han acreditado al periodismo ecuatoriano un reconocimiento por su postura sobre las disputas del poder, la represión, las luchas populares y hasta las tragedias. No quiero mencionar un nombre para no herir a alguien dejado a un lado, pero es cierto que los fotógrafos han captado momentos estelares que no se borran de la memoria colectiva.
Es cierto que una imagen dice más que mil palabras, pero también es verdad que cada día adquiere mejor posicionamiento la imagen móvil, o sea el video, gana terreno la televisión; pero siempre será de mucho impacto y análisis una fotografía. En los rostros, en las expresiones, en los gestos, en la mirada, en la posición del cuerpo, en el trasfondo, en casi todo lo que contiene una imagen fija se puede apreciar y hasta configurar relatos y narraciones instantáneas para la interpretación de cada uno de los ‘lectores’.
Durante la Consulta Popular que concluyó el sábado pasado no guardamos en la memoria imágenes que coloquen un hito, pero quizá hay algunas que se quedan en la mesa de los editores por el vértigo del trabajo diario. Al presidente Rafael Correa lo hemos observado en la tarima y en los recorridos. Quizá una significativa fue la del domingo último donde se lo observa tomando un descanso con su hija en el parque Metropolitano de Quito.
Pero lo que sí impacta es observar a dos contendores ideológicos históricos en plena algarabía, mirándose a los ojos.
La lectura inmediata es que ahí se borran las barreras políticas por oponerse a un supuesto enemigo común. Y uno se pregunta: ¿Qué diría Jaime Hurtado, el líder fundador del MPD, asesinado por oscuros intereses de derecha y hasta paramilitares, si observara a uno de sus seguidores encantado con una eterna ‘enemiga de clase’? ¿Y, qué diría León Febres Cordero si viese a una de sus herederas políticas tomándose de las manos con uno de los líderes políticos que mayor oposición le hizo al Partido Social Cristiano?