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El Telégrafo

El “círculo morlaco” crece en la Revolución Ciudadana

El “círculo morlaco” crece en la Revolución Ciudadana
03 de noviembre de 2011 - 00:00

Que Cuenca sea considerada  un bastión fundamental de Alianza PAIS no es ninguna sorpresa para adeptos y detractores del presidente de la República, Rafael Correa. Y hay algunas  razones y hechos para ello.

Las cifras así lo demuestran: en la segunda vuelta presidencial, en 2006, el binomio Rafael Correa-Lenín Moreno alcanzó el 74,86% de la votación en Cuenca. Ese alto respaldo se mantuvo en los comicios 2009, cuando los candidatos oficialistas recibieron en la capital azuaya el 63,10% y fueron reelectos para cuatro años más en el poder.

El matrimonio entre el proceso político denominado “Revolución Ciudadana” y Cuenca tiene sus bases en la participación de figuras relevantes azuayas en el nacimiento de la incipiente Alianza PAIS en 2006.

Luego de sus dos períodos en el Cabildo -entre 1996 y 2004-, Fernando “Corcho” Cordero había consolidado el Movimiento Nueva Ciudad (MNC), cuyos principales nexos estuvieron vinculados con la agrupación   Nuevo País, fundado por  Freddy Ehlers, quien a esas alturas ya había intentado llegar hasta el Palacio de Carondelet.

Para 2006, los vínculos con el ex ministro de Economía, Rafael Correa, se encontraban en tan buen estado   al punto de respaldar su candidatura a la Presidencia de la República con la ilusión de conformar, a mediano plazo, un movimiento nacional que aglutine a los sectores progresistas.

Su hoja de vida fue marcada para siempre cuando resultó ser uno de los asambleístas constituyentes más votados en 2007 en Montecristi.    Los avatares de la política -luego de la salida de Alberto Acosta- lo llevaron a presidir la Constituyente, la Comisión Legislativa y de Fiscalización  y, finalmente -hasta la actualidad-, la Asamblea Nacional.

Sin duda, una trayectoria ascendente para uno de los “pilares” de la Revolución Ciudadana, según comentan voces de Alianza PAIS, las que, además, lo catalogan como la “segunda pata”, no del Jefe de Estado, sino del proceso político en la sede del Parlamento. La “tercera pata” es el conjunto de alcaldes y prefectos de PAIS.

En el oficialismo son célebres  los intensos debates de los asambleístas con el “Corcho” para la aprobación de leyes polémicas, como la de Hidrocarburos o la de la entrega  mensual de  fondos de reserva vía rol de pagos.  César y Rodríguez y Betty Amores aseguran que el comportamiento de Cordero revela su “acérrimo correísmo”, al punto de “obligar a la bancada a allanarse a textos enviados desde Carondelet de forma casi textual”.

En contraparte, los asambleístas del Gobierno destacan la vehemencia con la que Cordero defiende los proyectos. “Pero  el Corcho siempre busca las mejores leyes para el Ecuador”, enfatiza  un  dirigente del Guayas que prefiere el anonimato. Y también hay quienes afirman: “El ‘Corcho’ impone su sello hasta donde no entre en conflicto con Correa”.

La “apagaincendios”

El pasado 30 de agosto, la Federación Nacional de Cooperativas de Transporte Terrestre del Ecuador  anunció una paralización de actividades a escala nacional como respuesta a una supuesta inatención por parte de las autoridades del Gobierno.

La medida, que fue anunciada casi al mediodía, motivó  que todo el aparato estatal involucrado en el tema de la transportación actuara de inmediato para evitar esta huelga que, además de problemas económicos, acarrearía un duro golpe político para el  régimen.

Para las 16:00 de ese mismo día, mientras en el piso 14 del Gobierno Zonal de Guayaquil el presidente Rafael Correa mantenía un conversatorio con los medios de comunicación, once pisos más abajo un grupo de funcionarios, liderados por la ministra de Coordinación Política, Doris Soliz, intentaba convencer a los choferes de deponer la medida.

El conversatorio con el Jefe de Estado se prolongó varios minutos más de lo habitual y, antes de abandonar el edificio, Correa descendió para saludar a quienes debatían en el tercer piso. Su paso por ese salón no duró más de diez minutos.

Posteriormente, el Mandatario  se embarcaría en el avión presidencial con destino a la capital de la República, con la tranquilidad de saber que el trabajo asignado a Soliz se había cumplido a cabalidad: la huelga fue  suspendida.

Estas horas complejas para la Administración son un buen ejemplo de la importancia y del trabajo -casi diario- que la secretaria de Estado tiene en el actual contexto político.  Estas diligencias in extremis de Soliz le han valido el calificativo de la “apagaincendios” del régimen.

En aquella reunión realizada en  Guayaquil, Jorge Zapata, dirigente de los transportistas, reconoció la postura de búsqueda de consensos por parte de la ministra Soliz. A pesar de que en esa tarde también estuvieron presentes el ministro coordinador de Seguridad Interna y Externa, Homero Arellano; del Interior, José Serrano; y otros funcionarios, Zapata afirmó que la batuta de ese encuentro siempre estuvo en las manos de la titular de la cartera de Política.

La “facilidad” desarrollada por Soliz para interactuar con los sectores sociales se fue cincelando desde principios de la década anterior cuando  formaba parte del cuerpo edilicio  en el Cabildo cuencano. Desde aquellos días, la ahora ministra mantuvo permanente contacto con las agrupaciones sociales, un “entrenamiento” para el primer reto que tuvo en este régimen: la Secretaría  de Pueblos, Movimientos Sociales y Participación Ciudadana, cargo en el que fue posesionada el  8 de junio de 2009.

El contexto en el que llegó Soliz a ese cargo fue complejo al tener que sobrellevar las conversaciones con los sectores indígenas que para esos días se movilizaban en contra de la Ley de Recursos Hídricos.

Los primeros acercamientos con la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie) trajeron aires de esperanza sobre esa disputa por la normativa del agua, pero pocos meses después las movilizaciones  recrudecieron e inclusive produjeron la muerte del maestro shuar Bosco Wisuma, el 30 de septiembre de 2009.

Varios viajes a la Amazonía para reunirse con la dirigencia indígena y socializaciones del proyecto de ley formaron parte de la agenda de la funcionaria durante los siguientes meses, hasta cuando -en enero de 2010- el presidente Rafael Correa nombró a la socióloga cuencana como ministra coordinadora de la Política, en reemplazo de Ricardo Patiño.

Desde ese día comenzó una relación algo tensa con los asambleístas del oficialismo y afines, teniendo en cuenta que es Soliz la delegada del Jefe de Estado para cabildear en el Parlamento. Justamente en su paso por esta cartera es que se han dado las salidas más mediáticas de elementos de PAIS, como los representantes de Ruptura de los 25, César Rodríguez y Betty Amores, entre otros.

El trabajo de Soliz es aplaudido y reprochado,  según el sector desde donde provenga la opinión, aunque en lo que todos concuerdan es en su habilidad para abordar a los dirigentes y llegar a pactos que benefician al Gobierno Nacional. 

Los cambios y las idas y vueltas

José Serrano, doctor en Jurisprudencia, tuvo su primer encuentro con la Administración cuando fue posesionado como Ministro de Justicia y Derechos Humanos. Su actuación -sin escándalos mediáticos y con buenos réditos- fue su mejor catapulta para llegar a uno de los ministerios más “problemáticos” como lo es el del Interior, anteriormente denominado de Gobierno.

Desde su llegada a esta última cartera emprendió uno de los procesos más complejos que le ha tocado desarrollar a esta Administración: la reestructuración de la Policía Nacional y, en general, de todas las instituciones vinculadas a la seguridad. 

En las últimas semanas, su rostro ha sido uno de los más asediados por los medios de comunicación, que  exigen explicaciones por el Código Orgánico de Instituciones de Seguridad Ciudadana que el Ejecutivo entregó el pasado 30 de septiembre, en el primer aniversario del intento de golpe de Estado.

Serrano asevera que, a pesar del malestar en cierto sector de la tropa, los cambios internos de la institución son irreversibles, una declaración que ha calado de buena manera entre la población.

Alguien que aún lucha por ganarse la aceptación -mejor dicho el indulto- de la ciudadanía es Esteban Albornoz, quien en 2009 estuvo a cargo de la cartera de Electricidad y tuvo que soportar uno de los peores estiajes en la historia del país que derivaron en 69 días de racionamientos eléctricos. Este escenario es quizás uno de los más duros que ha tenido que soportar el Gobierno.

Luego de su deslucida salida de la cartera de Estado, Albornoz retornó a la   Corporación Eléctrica del Ecuador (Celec) -antes Hidropaute- a dirigir la Unidad de Negocios, cargo que había ejercido antes de ser designado  ministro de Estado.

Pero el inicio de 2011 trajo consigo la sorpresa del retorno de este ingeniero cuencano a la cartera de Electricidad. Sin embargo, para funcionarios y especialistas vinculados al sector de la electrificación, el regreso de Albornoz a las altas esferas ministeriales no es motivo de asombro al considerarlo un “gran profesional” en su rama que “tuvo la mala suerte de ser  ministro justo en los momentos de la sequía”, revela un ingeniero eléctrico guayaquileño que omite su nombre.

Otro de los puntos que se destacan en la gestión de Albornoz es su compromiso con la concreción de los proyectos hidroeléctricos. Su participación -de la mano con Jorge Glass, ministro  coordinador de Sectores Estratégicos- ha permitido que estos planes estén en marcha.

No obstante, Albornoz es consciente de que el fantasma de los apagones solo se borrará de la memoria colectiva con una cuota de esfuerzo y sacrificio  redoblado.

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