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El Telégrafo

Devoción y fe marcó la procesión de la capital

Devoción y fe marcó la procesión de la capital
23 de abril de 2011 - 00:00

Angelita Simbaña salió de su casa, ubicada en Barrionuevo,   a las 08:00, para encontrarse con su hermana y sobrinas en el Pintado y llegar al Centro Histórico, a las 09:00. 

 

Ella buscó un   espacio para observar la procesión de Jesús del Gran Poder,  una costumbre que   ha mantenido  durante  50 años. 

 

Dice que participar de la caminata es un máximo homenaje de la devoción de los fieles al Hijo de Dios, “que murió por nosotros”.

 

A medida que transcurren los años, aumentan los fieles, indica Angelita, pues   esta vez han salido más estudiantes de colegio y se tiene la percepción de que siempre llega más gente. “Es nuestra devoción, la que todos los años tenemos, así llueva, truene o relampaguee, estamos aquí”, asegura la menuda mujer.

 

La fe que la motiva va más allá del amor a Jesús, expresa Angelita, es fidelidad y lealtad, porque Él es quien le regala un  día más de vida. Pero al mismo tiempo, aclara,   no le ha pedido mayores cosas en sus 71 años de existencia. Lo máximo que le solicitó, con todas las fuerzas que tuvo, fue que “me regale conformidad cuando perdí a mi esposo, hace cuatro años. Ahora sigo adelante y estoy aquí, sola”. 

 

A las doce del día salió, desde la Iglesia  San Francisco, la procesión número 50 de Jesús del Gran Poder, que convocó a miles de personas a las calles del Centro Histórico. En el trayecto caminaron los tradicionales cucuruchos descalzos, los fariseos, romanos y cristos cargando pesadas cruces, alimentando el ritual del Viernes Santo.

 

Enrique Pillajo, de 35 años, se admiraba de la penitencia que hacían las personas que desfilaban, representando la pasión de Cristo, pues algunos tenían envueltos el torso desnudo con alambre de púas; otros llevaban coronas en la cabeza, elaboradas del mismo material. “Los cucuruchos llevan maderos envueltos de ortiga en los hombros desnudos”, comenta Mauricio.

 

Eugenio Perugachi viene a la procesión desde Otavalo, desde hace cinco años, por un milagro que le cumplió Jesús, el cual era que  haga regresar a su esposa de España.

 

“Perdona a tu pueblo, Señor”, era la canción que sonaba a través del altoparlante, cuando la procesión pasaba por la Basílica y  los toreros peregrinaban, con el torso desnudo y descalzos, con carteles que decían “Nuestro patrono es Jesús del Gran Poder”.

 

Anita y María de los Ángeles Velásquez, dos colombianas, conversaban sobre lo lindo del desfile. “En Colombia hacemos la procesión de Semana Santa en la noche. La peregrinación del Señor de los Milagros del Valle del Cauca empieza a las 19:00 y termina a las 24:00. Todas las luces se apagan. La gente desfila solo con velas encendidas”, cuentan.

 

Vendedores

 

El comercio informal también participó de la procesión. Los vendedores ambulantes ofrecían rosarios de plástico a un dólar, afiches de Jesús del Gran Poder de 2,50 a 3 dólares o ensalada de frutas a 50 centavos.

 

Pero a nadie le fue mejor que a Mauricio Chinchin, asegura él, porque en media hora vendió 17 abrigos para perros, a 3,50 cada uno.

 

La procesión de Jesús del Gran Poder al sur de Quito también comenzó a las 12:00, previo a los rezos y cánticos de los fieles. Salió desde la Iglesia de la Unión, ubicada  en la parroquia La Magdalena.

 

A esta procesión asistieron más de mil personas, que bajaron  hasta   la Mariscal Sucre, para tomar La Michelena y salir hasta  la tribuna del sur. Hubo más de cuatro bandas, cucuruchos y  los fieles que, simulando a Jesús  antes de la crucifixión, cargaban pesadas cruces de manera y descalzos, avanzaban.

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